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—No me dejes, por favor, te necesito, no me dejes, —dijo una voz, llorando, sollozando, pidiendo con su alma esto.
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Me levanté aturdido, en una camilla, en un hospital, ¡ESPERA!, ¿¡POR QUÉ ESTOY EN UN HOSPITAL!?, mis últimos recuerdos me tenían pensando como loco, y esto no hacía más que hacerme querer explotar, aún me dolía el pecho, pero no tanto, y esa voz, repitiendo que no me fuese, ¿Qué habrá sido todo esto?, tenía mucho por pensar, pero también tenía que descansar mucho.
—¡Finalmente has despertado, cielo! —dice mi mamá casi con lagrimas en los ojos—, ¿¡Todo está bien!?
Siendo sincero me partía el corazón, hacer pasar a mi madre por una situación como esta; y detesto el cliché en el que se está convirtiendo esto de todo referido a dolores y al corazón.
—Creo que si, aun siento un poco de dolor, pero nada grave, —digo en tono tranqulizador.
—Esta mañana sentí un terrible ruido en la casa, no sabía que era, te llamé muchas veces y no respondías, inmediatamente me preocupé y fui en busca de ti, y encontré la puerta del baño abierta y con la luz encedida, de inmediato fui a verte y te encontré hecho un desastre, —dijo ella y por un momento su voz se corta—, pen.. pensé, la verdad, la verdad no supe que pensar.
—¿En qué estado estaba madre? —dije preocupado—, ¿Qué me está pasando?
En ese instante entra en la habitación el doctor encargado de mi situación.
—Alex, qué bueno es verte despierto, —dice con entusiasmo—, estabamos preocupados por tu situación
¿¡QUÉ ME ESTABA PASANDO!?
—Doctor, ¿Qué me sucedió? —dije sin poder ocultar el temor en mi voz—, ¿Voy a estar bien?
—Hicimos unos analisis y no sabemos sí responder eso, —dijo el doctor con voz apagada—, creemos que puedes tener una afección cardíaca
De inmediato temí por mi madre, esperen, ¡Giselle!, el terror corroe mis venas.
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