Parte I

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Dos semanas atrás

Las palabras del padre Neville resonaban por los altavoces dictando la palabra de Dios. El tema de hoy hablaba del amor al prójimo, incluyendo a los enemigos. Vaya, era todo un reto tener que disimular adecuadamente el sueño frente a tanta palabrería un Domingo por la mañana, mirando directamente hacia los oyentes vió a un hombre casi calvo, mal afeitado y con pronunciadas ojeras, claramente adormilado. Apretó los labios para no reír al ver como se le tambaleaba la cabeza a ese hombre.

Una brisa fresca entró a la gran sala de misa, a JiYong le cosquilleó la nariz por lo helada que se sentía. Era el tercer día de otoño en Japón y las temperaturas eran algo bajas de vez en cuando en éstas épocas, cubrió su naricita con sus manos y sopló un poco en ellas, dejando que su aliento tibio la acariciara. Volvió a su postura esbelta entre los niños del coro y miró nuevamente al hombre chistoso de la quinta fila. Apretó los labios, atajando una carcajada, codeó sutilmente a Matsuda, el chico lindo de cabello negro, el único con el que compartir bromas resultaba divertido. El azabache lo miró extrañado y él guió su mirada hacia el hombre medio dormido. La risa del mayor se vió obligada a estancarse en su garganta, sus hombros se sacudieron levemente y tuvo que morderse los labios para no estallar en risa.
JiYong dejando al hombre de lado y también a su amigo, dirigió la vista al nuevo padre sentado al final de la fila entre las hermanas y los monaguillos de Domingo. Se fijó bien en ese hombre. Desde que habían avisado su llegada a la iglesia su instinto le advirtió alejarse, hasta hace poco. Había visto al recién llegado padre Choi SeungHyun fumando a las afueras de la iglesia hace unos días. En ese instante una travesura se le cruzó en la cabeza; él podía usar eso a su favor. No era la primera vez que espiaba a los miembros del clero a hurtadillas, supo que podía salir altamente beneficiado con el error de alguien en las manos, consiguió cinco barras de chocolate chantajeando a Matsuda una vez, es más, así fue cómo se hicieron amigos. También lo había hecho con un sacerdote temporal, hace un año. El hombre le ofreció cualquier juguete que desease con tal de no decir que lo vió espiando por la ventana del cuarto de la hermana Renata mientras ella se cambiaba.

Aprendió que cuántos más secretos sepas de la gente, más poder tienes sobre ellos. Y claramente, el padre Choi no sería su excepción.

"Postura adecuada, vocabulario correcto y amplio, rostro inescrutable. Simplemente perfecto, ¿no, Sr. Choi? A mi no me engaña..."

Él hombre en el que pensaba volteó hacía él, mirándolo profundamente desde el otro lado de la multitud. Su mirada fija e ilegible, como si hubiese escuchado los pensamientos de JiYong. El menor algo intimidado, bajó la cabeza y la incomodidad lo hizo sonrojar un poco. Se sintió curioso, el hombre parecía sumido en la lectura del padre Neville y de la nada, su mirada pasó directamente sobre él. ¿Leyó su mente? Eso no era posible. ¿Se sintió observado? Tal vez, pero no era una explicación muy razonable, muchas mujeres estaban mirándolo sin mucho disimulo, a pesar de estar en una iglesia.

No. Basta. Ya era suficiente.

Se obligó a no pensar en ello y tan solo concentrarse en el contraste de ese pelo negro carbón con esos ojos marrón café. Por que sí, JiYong admitió que sentía algún tipo de atracción hacia ese lindo muchachito de tierna sonrisa. Era tan encantador, como un príncipe azul pero más pequeño y joven.

Sus labios inconscientemente se curvaron cuando sintió la mano de Matsuda rozar por accidente la suya.

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Ya daban las siete y diez de la tarde en el reloj cuando JiYong entró al cuarto compartido con Matsuda.

La legión de Belén, el convento donde vivían ambos, siempre era estricto con los horarios de entrada y salida, más aún tratándose de los estudiantes y residentes, aunque realmente ellos no respetaban tales reglas, estando juntos eran inseparables y la principal causa de bromas. Claro que las hermanas y los párrocos no lo sabían, eran tan cuidadosos con su imagen pública que el simple hecho de estar implicados con un evento de ese tipo era casi inaudito. Sin embargo, el riesgo de ser descubiertos en plena travesura no los detenía nunca. Tampoco el hecho de que su habitación estuviera en el tercer piso y que en ocasiones, eso complicara más las cosas.

Matsuda se recostó en la puerta mientras reía suavemente, miró a JiYong tumbarse en la cama con una sonrisa y quedó embobado. JiYong le parecía un chico extremadamente hermoso en toda la extensión de la palabra. Incluso ahora, repleto en sudor, con la ropa arrugada y el cabello alborotado.

El dulce JiYong lo miró a través de sus oscuras pestañas y el corazón de Matsuda se aceleró, bombeando sangre a  su cuerpo como loco. Sus mejillas no tardaron en sonrojarse furiosamente con esos ojos puestos encima suyo. Pero él no apartó la vista.

Sus sonrisas poco a poco fueron desvaneciéndose, pero había algo ahí, algo que no se necesitaba decir.

"Que bonito eres, JiYong."

Como ansiaba decircelo.

Él momento perdió su magia cuando tres golpes se escucharon contra la puerta. Ambos volviendo en sí, prestaron atención a quien estuviese tocando con tanta insistencia.

JiYong se levantó y fue a lado de su amigo.

ㅡ¿Sí?

ㅡ Sólo quería asegurarme de que ya todos están en sus dormitorios. JiYong, ¿Matsuda está contigo? ㅡ Preguntó una de la hermanas.

ㅡ Sí, no se preocupe hermana. Él está aqu...

La mujer, extrañada por tan repentino silencio, miró la puerta con preocupación. Tocó otra vez y otra vez, pero no recibió una respuesta. ㅡ ¿JiYong? ¿Te encuentras bien, mi niño?

Desde el otro lado las cosas eran igual de confusas.

Él menor de los dos miró con un leve matiz de sorpresa al contrario. ¿Qué había sido ese fugaz beso?

Ambos, totalmente hipnotizados por el otro. Decir que fue algo inesperado era poco, de hecho, jamás imaginó que algo así llegara a pasarle. Sin embargo, le había gustado tanto que el calor abrazó su rostro, y prontamente también el del mayor.

Se acercaron de nuevo. Lentamente.

Sus miradas conectadas buscaban algo en los ojos del otro, algo que explicara el revoltijo de emociones y sentimientos.

Las mariposas cosquillearon en sus cuerpos. Estaban tan cerca.

¿Qué era todo esto?

ㅡ Estoy bien... Estoy bien... ㅡ Respondió con calma.

Se escuchaba muy lejos a alguien hablando. Pero todo era tan bueno, tan emocionante, tan suave. No le prestó ni la más mínima atención.

Sólo le interesaba el sabor de la boca que estaba besando.

La mujer parecía insistente, pero no tardó mucho en marcharse, dejándolos sin otro sonido más que la de sus respiraciones cortadas.

Las manos de JiYong acogieron temblorosas la cintura de Matsuda, manteniéndose cerca. Y la sensación del cuerpo ajeno pegándose al suyo los hizo sonrojar con fuerza. Sus labios inexpertos se movían con torpeza, pero ¿qué importaba? Era el primer beso de ambos, y estaba siendo uno verdaderamente hermoso.

Tan dulcemente perdidos. No sé percataron del tercer par de pulmones que exhalaban despacio, con excitación por la escena.

La inocencia de un toque primerizo.

La primera corrupción de una mente pura.

¿A qué hombre podrido no le gustaría profanar el dulce cuerpo de un ángel?

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Again, From The Heart...

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Padre, He PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora