PARTE IV

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Necesitaba despejarse un poco.

Jodida mierda.

Estando en los pasillos más oscuros del lado Este de la sacristía, tomó un cigarrillo maltrecho y lo llevó a su boca, seguidamente prosiguió a encerderlo con un fósforo, cubriendo la punta por el viento. Dio una profunda calada y se sintió dopado en menos de cinco segundos. Ahí estaba de nuevo. Dejándose caer en vicios, cosas paganas, pecados.

No podía evitar sentirse invencible rompiendo tantas reglas. Ese era él después de todo.

Un grandísimo hijo de puta.

La oscuridad cubría bien su silueta, pasaría desapercibido si alguna alma perdida se cruzaba por ahí. Solo se podía distinguir el rojo anaranjado de su cigarrillo encendido, avivandose cada vez que él lo aspiraba.

Se recostó por la pared detrás suyo. Relajado, bajo lentamente su mano por su abdomen hasta llegar a ese punto de encuentro. Cerró los ojos sintiendo sus propias caricias. Volvió a aspirar exhalando una gran nube de humo gris, que paciente se disolvió en el aire segundos después. Entreabrió los ojos y creó una imagen dulce ante sus más perversas fantasías.

"Padre... Yo he pecado...
Dígame que tengo que hacer para redimirme...
Haré cualquier cosa. Cualquier cosa."

No podía quitar de su mente la imagen de ese dulce ángel sonrojado. Tan lindo y tierno, como un recién nacido. Sensual y atractivo a la vez que inocente y corrompible. Si es que ya no lo estaba...

Recorrió la imagen en su mente, proyectada con tanto realismo en la dura oscuridad de la noche. Sus piernas, sus hombros, su espalda y cintura. Sus ojos, su boca...

Un bramido escapó de su garganta. Su polla comenzaba a endurecerse terriblemente. Estaba desesperado ya. ¿Sería esta la octava vez que iba intentar correrse?

-- Mierda...

Recorrió el panorama en busca de una solución eficaz.

Fue entonces que divisó los dormitorios del convento. Un cosquilleo conocido hizo picar su vientre.

"JiYong..."

Cauteloso, apagó su cigarrillo contra el pasto y caminó hacia allí. Cada paso que daba le hacía salivar como un lobo sediento. Estaba acercándose a su presa. Su mente y sus sentidos se agudizaron al máximo y juraba que podía oír el latido de su corazón y sentir la sangre fluyendo por sus venas. El edificio se alzaba imponente ante él, como un castillo custodiado por Dios, pero él era un infame, él no le temía al infierno. Sonrió al cielo con burla y entró forzando el débil cerrojo de la ventana. De nuevo la oscuridad lo acogió y se sintió como en casa. Descalzo sus pasos no se oían. Subió las escaleras hasta el tercer piso. El pasillo era largo y se dividía en varias secciones, pero él recordaba perfectamente en qué zona lo vió por primera vez.

No le costó nada encontrar la habitación. La más alejada y abandonada. Recordó la charla con el padre Neville poco después de su llegada.

"Las edificaciones son algo antiguas. Sé que está acostumbrado a espacios modernos, pero le aseguro que encontrará magnífica la belleza de este lugar."

Vaya que lo hizo. Si todo era tan antiguo como el padre decía, entonces las perillas serían extremadamente fáciles de forzar, al igual que la ventana.

No espero más. Un ligero "track" fue lo único que se escuchó. Ni un chillido, ni un retumbo. El destino parecía amarlo porque dejaba su más grande anhelo increíblemente vulnerable ante él.

Era su oportunidad. Lo tenía en sus manos.
Él solo debía cerrar el puño.

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08, 11, 2020

Padre, He PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora