PARTE III

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Los besos se volvieron constantes luego de tan solo el primero. Era un amor joven y puro. Ellos no sabían que era el deseo carnal ni los pensamientos impuros. Eran simples almas inocentes, dulcemente bañadas en ternura, que al mirarse aceleran el corazón del otro y el propio.

Pasaban mucho tiempo juntos, y eran pocas las veces en las que se separaban por más de unas horas.

Una tarde cualquiera JiYong fue a pasear al patio trasero del convento, no muchos visitaban el lugar aunque éste fuera hermoso, pero las razones eran entendibles; en ocasiones el lugar daba miedo por lo extenso que llegaba a ser. Él siempre pensó que su simpleza lo hacía agraciado, pero sabía que no todos concordaban con su forma de pensar. En fin, cruzando el patio había un pequeño laberinto de no más de noventa y seis metros cuadrados, con altos arbustos y murallas de rocas. Hasta ahora no se había cuestionado la razón de su existencia. Entró ahí una vez solamente, por que le daba miedo perderse, pero esa tarde el valor le nació del pecho y fue hacia él sin saber exactamente por qué. Tal vez quería impresionar a Matsuda. Pero fue una gran casualidad haber escuchado a alguien llamándolo. Volteó con curiosidad y ahí estaba, el chico de pelo negro que tanto le gustaba, caminando alrededor de la iglesia, buscándolo. Su corazón palpitó con fuerza y sonrió por instinto. De alguna forma acabaron entrando juntos.

Grave error.

No sabían con lo que se encontrarían ahí dentro, pero no se les importó en ese instante. La adrenalina nubló su escepticismo y los motivó a sólo pensar en sus dedos entrelazados. Así lo hicieron.

Por unos minutos caminaron sin rumbo fijo, sólo observando y sonriendo un poco. JiYong se distrajo por unos segundos y Matsuda, aprovechando el momento, le robó un beso en los labios.

Y así fue como acabaron besándose por largos minutos.

Pero no estaban solos.

El tercer par de pulmones estaba ahí otra vez, inhalando nicotina por la boca. Miraba extasiado la escena tan dulce de dos pequeños uniendo sus labios sin experiencia. Su morbo creció al escuchar un sonido encantador.

Mph...

Dios bendito.

Esa voz... era la gloria.

Sus ojos se fijaron en las facciones de JiYong. Quedó encantado con sus ojos y su boca, su pequeña nariz se volvía roja a la par que sus mejillas y contrastaba perfectamente con sus pestañas oscuras, frunció las cejas a la par que ese dulce sonido escapaba de su garganta. Oh, que obra de arte tan sublime. Caminó silencioso entre los arbustos, mirando hacia la pareja de tortolitos en medio del pasillo verde.

Un sentimiento desconocido pero molesto le invadió cuando divisó la mano del mayor bajar a la cintura del otro. No le gustó para nada.

No tardó en darse cuenta de sus emociones. No quiso admitir que lo que sentía eran celos. Pero ¿celos de qué? Ambos eran hermosos, ambos lo volvían loco. Sin embargo, JiYong... oh, JiYong. Incluso su nombre era una exquisitez.

Un veloz recuerdo interrumpió sus pensamientos.

La noche anterior.

Maldijo en su mente al recrear el sueño tan delicioso que tuvo hace apenas unas horas, su piel se calentó por unos segundos y luego volvió a la realidad. Si tan sólo pudiese ser tan sencillo...

Llevó el cigarrillo de vuelta a sus labios, inhalando con fuerza. La nicotina no tardó en hacer efecto en su cuerpo, que en menos de cinco segundos exhaló el humo relajadamente, sintiendo su mente doparse. Sonrió con amargura. Moriría joven por culpa de un vicio tan vacío y sin sentido como su interior.

Retrocedió varios metros entre los arbustos y la maleza, sería mejor retirarse del lugar antes de que los pequeños se diesen cuenta de su presencia.

***

El padre no supo de ellos en todo lo que restaba del día. Pero se mantuvo calmado, inescrutable como siempre. Cuando el sol cayó en el horizonte se dirigió rumbo a su habitación, cruzándose con algunos que otros feligreses y monaguillos que lo saludaban con los ánimos hasta el cielo, desbordando alegría, y eso lo hizo sentirse enfermo.

Él no era cristiano. Ni siquiera era un hombre de creencias. Y el ambiente de fe ciega, fanatismo e ignorancia lo asqueaba tanto como el hedor de carne podrida. Pero todo esto tenía una ventaja más que complaciente: los niños, dulces e ilusos. Así que valía la pena, el intercambio era justo.

Finalmente llegó a su habitación y más que cansado ingresó en ella. Luego de cerrar la vieja puerta de madera y ponerle el seguro, se dirigió sin más al pequeño baño personal que tenía para tomar una ducha verdaderamente larga. Durante casi dos horas bajo el agua no hizo nada más que pensar en JiYong, recordando su rostro sonrojado y el pequeño gemido ahogado en sus labios. No consiguió otra cosa más que una erección punzante y la ayuda de su mano esa noche. Estaba volviéndose loco, el calor de su entrepierna y su mente nublada con morbosidades le explotaban el cerebro sin parar, orgasmo tras orgasmo y aún así no podía sentirse satisfecho, ni siquiera saciado. Ese pequeño cuerpo tenía algo, y él ya estaba desesperado por probarlo todo.

La noche fue realmente dura y larga, frustrado se rindió al sueño aún con esa sensación intranquila calándole el pecho. No comprendía a qué venía todo lo que estaba sintiendo, no le había pasado antes y aunque no lo quisiese admitir le asustaba un poco, cosa que de igual forma tampoco comprendía.

La extensa cama en la que yacía fue testigo de su larga noche en vela. No pudo pegar los ojos durante horas, ni siquiera podía pensar tranquilamente. Su cabeza, más que intranquila, estaba jodida.

¿Pero qué mierda se supone que me está pasando...? ㅡ gruñó desganado para luego llevar la almohada sobre su rostro y ahogar un grito en ella.

El tiempo corría sin piedad y el cansancio lo irritaba. Estaba realmente harto. No dejaría que un simple chiquillo tonto le jodiera tanto la existencia, así que decidido, luego de casi cinco horas intentando dormir y fallando, se levantó de la cama, tomó sus cigarrillos y una cajetilla de fósforos y salió de su cuarto mientras se acomodaba la pijama.

Necesitaba despejarse un poco.

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¡Con mucho amor! Lamento haber tardado tanto... :(

Again, From The heart.

16 - 08 - 2019
07 - 09 - 2019
29 - 09 - 2019

Padre, He PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora