CAPÍTULO VI. Negociación.

830 70 1
                                    

AMAIA

Salí del baño tras lavarme las manos con la única intención de ir en busca de la sala de descanso en la azotea y tomarme un café con algo de picar, tratando de relajarme un poquito.

Por fin nos habían dado un pequeño descanso después de casi tres horas negociando todos y cada uno de los puntos del contrato de ambos y en este punto me apetecía asesinar a alguien, a ser posible Héctor Aramendi. Como me dieran un maldito folio más para firmar se lo tiraría a la cabeza, y el boli también, apuntando principalmente a su arrogante, insensible y machista calva. No le perdonaría en la vida que me estuviese ignorando por completo y sólo se dirigiese a mi hermano para negociar y que con Alfred fuera al revés. Yo tenía voz y era conmigo con quien estaba interesado en trabajar. Buah, juro que si volvía a pasar una sola vez más me levantaba y le sacudía.

Mis tripas rugieron en sintonía con mi humor.

Por no hablar de la estúpida estrategia de cara a la prensa. Los próximos meses iban a ser excesivamente complicados y, sinceramente, no sabía cómo iba a afrontarlos. Mi vida estaba por completo en Londres, y ni siquiera había hablado con Álex sobre todo lo que estaba pasando. Necesitaba volver a casa, aunque solo fuese para organizar un poco las cosas, hablar con mi madre y buscar un piso cerca del estudio en Barcelona.

Esa era otra, él quería jugar en casa, maldito fuera. Alfred se había negado en rotundo a cualquier otra opción que no fuese grabar en el estudio que había montado hacía unos años en el Prat. Por supuesto, yo me había negado, pero obviamente yo no parecía tener ni voz ni voto en aquella sala cargada hasta atrás de testosterona. ¿Había dicho que quería solo asesinar al Señor Aramendi? Me retractaba, quería matarlos a todos, incluido mi hermano. Él más que nadie sabía las difíciles circunstancias en las que me encontraba al volver a España, muchas más si debía quedarme aquí un año entero, y no había movido ni un solo dedo para reducir el tiempo en el que todo esto debía llevarse a cabo.

Llegué a la amplia sala de descanso y me arrojé sobre la máquina de café y aperitivos. Después de tener en mis manos un cappuccino y un Kit-Kat, corrí la pesada puerta de cristal de la terraza y me senté en uno de los sillones bajos más alejados. La vista nocturna de la ciudad de Madrid y el aire helado de finales de noviembre me saludaron. Suspiré de satisfacción acurrucándome contra el respaldo de mi asiento. Necesitaba un momento como este.

Casi un año. Seis meses para la composición y cuatro más tras el lanzamiento del singlecon el fin de que nadie sospechase nada. Ese era el tiempo estimado de contrato que se nos había impuesto junto a las condiciones que iban a hacer de mi vida un infierno. La primera era que Alfred y yo debíamos convertirnos progresivamente en la sombra del otro. Es decir, comenzar con dispersas apariciones públicas donde se nos viese juntos para luego pasar a ser inseparables y así mantener a la prensa entretenida tratando de averiguar si habíamos vuelto o no, sin nunca confirmar ni desmentir nada. Todo ello, junto a las horas que deberíamos pasar en el estudio para la composición del tema, implicaría pasar un sinfín de tiempo juntos para el que yo no estaba preparada. Además, tenía que hablar con Álex y explicarle las cosas que estaban por suceder porque no sé si sería lo adecuado que viniese a España conmigo, ni yo estaba segura de cuántas veces podría escaparme a Londres.

Al acordarme de él en ese instante, lo eché muchísimo de menos. Él era capaz de desviar de mi cabeza todas y cada una de mis preocupaciones, y sacarme una sonrisa incluso con solo pensar en él, como estaba sucediendo en ese preciso momento. La música y él habían sido mi refugio en estos últimos dos años.

Posé el café en la mesa frente a mí con la intención de llamarle, sin embargo, el ruido de la puerta de cristal al abrirse me interrumpió. Al oír su voz, mi primer instinto fue encogerme en mi asiento y desear tener la capa de invisibilidad de Harry Potter.

Una Nueva VersiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora