Capitulo 36. "El solo quiere que le des permiso..."

926 40 8
                                    

—Tres… o mejor cuatro. Creo que cinco —reí —. Me siento tan estúpida hablando sola —bajé la mirada —… no quiero preguntar si me escuchas, porque sé que si lo haces. Pero, quiero que me hables —su pecho se levantaba al compás de su respiración, y el resto de su cuerpo permanecía inmóvil.

Entrelacé sus dedos con los míos, y le hablé por horas.
En el hospital la gente iba y venía, pero yo continuaba allí, a su lado, viéndolo degradarse poco a poco, sin poder hacer algo al respecto.

Era domingo por la noche, un día después de su cumpleaños, cuando Eli y Lou llegaron al hospital por primera vez. Se habían quedado despidiendo a los invitados, y ordenando la casa.

—Deberías ir a casa y descansar, ________ —me dijo Eli.

—No, ustedes deben descansar. Yo estoy bien —fingí sonreír.

Louis se sentí a un lado de mí, y tomó de mi mano.

—Estas cansada —me dijo —,tienes ojeras y cargas la misma ropa de hace dos días. Ve a casa, nosotros cuidaremos de él mientras tú no estés.

— ¿Y si él… ya saben, mientras yo no estoy?

—Eso no va a pasar —me dice Eli —, nos aseguraremos de ello.

—No, estoy bien aquí —me incorporo al lado de Harry y apoyo mi cabeza en su pecho —. Me iré hasta que él me saque de aquí.

—________...

—No —interrumpí —. Voy a quedarme. Hasta que sea necesario.

Pero no funciona.

El doctor llega a nivelar la sangre de mi esposo, y me pide que vaya a casa. Dice que él estará bien, y que no es necesario que esté las veinticuatro horas allí.

No se preocupen, le saqué el dedo grosero antes de irme. Caso cumplido.

Llegué a casa con olor a medicamentos y camilla de hospital. Subí las gradas, siendo recibida por Hinnie, y luego de acariciarla un poco, me metí a dar una buena y relajante ducha.

Al salir, me envolví con la toalla que Harry tenía en uso, porque olía a él, y eso me encantaba.

Me puse unos pantalones de pijama, una t-shirt amarilla hasta el trasero y unas sandalias cubiertas.

Tomé todo mi pelo en un rollo despeinado sobre la cabeza, y lo até con una cinta amarilla para esconder los pelitos que se salían de mi cabeza.

Me roseé la loción de Harry en el cuello, para sentir su aroma, y luego de comer algo ligero, tomé unos chocolates de la alacena y volví al hospital.

(…)

— ¿Alguna mejora? —pregunté al entrar al consultorio.

El doctor me miró y sonrió.

—Tome asiento, Señorita Lambert.

—Styles —corregí.

—Señora Styles.

Obedecí a regañadientes. Me senté y puse mi bolso en mis piernas.

—Suelte la sopa —le dije. Él me miró sorprendido y luego bajó la mirada —. Al grano, no quiero nada de rodeos. Si es malo, dígalo ahora.

—No habrá mejoras —dijo, así nada más —. Lo lamento mucho.

— ¿Cuánto tiempo? —pregunté.

Uno o dos días —dijo finalmente. No respondí. 

Lleve mis manos a mi boca en señal de sorpresa, porque no esperaba que fuera tan rápido. Él sonrió para alentarme, pero en mi mente solo veía a Harry.

En busca de una esposa. (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora