¿Qué es de la gran diosa madre de la naturaleza cuando le arrebatan a su hija? No había podido dejar de pensar en ello durante el tiempo que transcurrió hasta que sus temores se confirmaron.
Había confiado en él, en que no sería como el resto de los hermanos y no tomaría aquello que quería por la fuerza. Tendría que haber prestado más atención cuando empezó a notar los cambios en su hija. Ahora nunca sabría si el dios del Inframundo llevaba tiempo acosando a su inocente hija o la había engañado vilmente, pero no podía dejar de pensar en lo peor.
¿No estaba su hija retenida en un lugar sin vida? Bien, ella convertiría todo en un sitio muerto hasta que la liberarán. Los demás dioses habían desatendido sus suplicas, que ignorasen eso si eran capaces.
Se había dicho que dejaría de buscar. Sabía donde estaba, claro que sí. Pero aun así... La esperanza de encontrar a su hija en cualquier recoveco, entretenida en sus creaciones y absorta hasta el punto de que se había olvidado de avisar a su pobre madre era un veneno peor que la certeza. Apolo había sido claro cuándo le preguntó, había visto el carro de Hades emerger, coger a su hija y habían desaparecido. Artemisa llevaba días rastreando sin descanso, pero siempre llegaba a la misma conclusión, su hermano tenía razón y no había malinterpretado lo visto.La misma Artemisa le había comunicado que los demás dioses habían decidido ayudarla, pero que las puertas del Inframundo parecían selladas para los demás inmortales, salvo para Hermes. Así pues, el conductor de las almas se había puesto en camino para intentar interceder ante el dios traidor por ella. No guardaba muchas esperanzas en esa intervención, los demás nunca habían sido muy dados a devolver a las demás víctimas de sus secuestros tan alegremente como le pedían a Hades. Si Zeus no lo había hecho, no tendría porque hacerlo él, era un momento perfecto para mostrarle al mundo que era poderoso y nadie le podía imponer su voluntad como siempre parecía querer.
¿De que serviría entonces condenar toda la vida natural? En el fondo lo sabía, cuando los sacrificios de los humanos empezaran a fallar quizás la sacrificarían a ella también. Había vivido mucho, pero al menos podría volver a ver a su hija si se atrevían a acabar con su miserable vida.
Toda su corte estaba preocupada, tanto por si sobrevivirían como algunos que genuinamente se preocupaban por su estado. No podía evitar pensar en su hija preguntándole lo mismo cuando acudían a ella para ver si se encontraba bien, con sus ojos verdes que siempre le eran sinceros.
Reconoció el estruendo sin necesidad de mirar que era, la atmósfera cambiaba con su presencia. A pesar del cansancio y su estado decaído, se dio la vuelta con el animo para enfrentarse sola a un ejercito. Y es que un ejercito sería más fácil de vencer que lo que tenía en frente. El mismo señor de los muertos, rey del Inframundo, dios de la riqueza y el amo de las sombras se había aparecido en todo su esplendor frente a ella.
-Devuélvemela.
La palabra fue pronunciada sin un atisbo de duda ni temor. Él era un gran rey, pero sus poderes no se quedaban atrás. La diosa se irgió en toda su magnificencia, a pesar de que su atuendo no era el mejor, nada podía hacer dudar de su majestad.
-Perséfone no es tuya.
La profunda voz del dios se le clavó en el pecho. El enfado de la diosa solamente creció, sus siervos salieron del lugar a toda prisa, nadie sabía lo que podía pasar pero tampoco quisieron quedarse a comprobarlo.
-Pero tampoco es mia, Deméter.
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Llorar al borde del lago Estigia no era la idea más sensata del mundo, pero en el momento en el que había salido huyendo sin pensar con claridad le había parecido la idea más adecuada. Sabía que podía perder la memoria fácilmente si caía, pero cuando volvió un poco en si misma se retiró a una distancia prudente.
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La Flor Del Inframundo
FantasyEl dios que representa la justicia en el Inframundo no parece un dios que abriría la tierra sin más para secuestrar a una doncella. Puede que hubiese encuentros perdidos entre la muerte y la primavera...