7. ¿Muerte o resurrección?

916 50 39
                                    

Que bien que decidiste decirme la verdad, hijo. —se enorgulleció el hombre. Fue la primera y mejor noticia que pudo recibir en su lecho de muerte. —Lamento no haber estado contigo por mucho tiempo, pero ahora es tu turno de tomar mi lugar como el hombre más poderoso del mundo. —dijo mas que nada dándole una ordenanza.

—Pero solamente tengo el Miraculous de mariposa. Nunca podré llegar a ser como tú. —replicó decepcionado de sí mismo por su debilidad y poca reputación.
El viejo quien estaba a punto de partir al otro mundo, tomó fuertemente la mano de su único descendiente y lo observó directamente a los ojos para revelarle su más grande secreto, el secreto que nunca antes le dijo a nadie.

—Existen más joyas en una caja que oculta un inútil anciano, pero dos de ellas pueden darte el poder de un  verdadero Dios y cumplir el deseo que tú quieras. Búscalo, el último lugar que pisó fue París, oblígalo a darte ambos Miraculous y apodérate del mundo. —indicó detalladamente a su progenitor. Luego dispuso a retirarse un par de pulseras que portaba en su mano derecha, un tipo de brazaletes que nunca antes pudo notar en su papá. —Toma, con ésto podrás hacer cualquier cosa. Al ponértelas automáticamente sabrás qué hacer. —depositó ambas joyas en la palma de la mano del muchacho. Éste las observó con detenimiento y extrañeza. —Destruye a todo aquél que te impida cumplir tu venganza, destruye a todo aquél héroe que porte esas estúpidas joyas. No te dejes vencer por nada, Jean, recuerda el apellido que llevas en la sangre.

—Je te le promets, Hitler.

                        💠

ACTUALIDAD.

—Estará aquí en un minuto.

—Gracias Nathalie. —dijo con gentileza la chica de coletas cuando la asistente se dirigía a su oficina.
Marinette encontró un nuevo entretenimiento con los retratos familiares que estaban colgados en la pared de la gran sala; nunca había puesto tanta atención en ninguno de ellos: fotos de Adrien, de Gabriel, Emilie, hasta de Nathalie, pero la que más llamó su atención fue una donde se encontraban los tres, cuando Adrien era un niño como de 10 años. Se veía feliz, esa sonrisa fue la más sincera que pudo haber visto salir del rostro del modelo a pesar de ser una fotografía.

—Vaya, pero si es Marinette Dupain-Cheng. —fingió alegría al verla parada en esa sala.

—Hola Kagami. —contestó con pocas ganas y un gesto de extrañeza al ver a la japonesa vestida con sólo una bata blanca y pantuflas del mismo color.

—Supongo que vienes a buscar a Adrien. —se acercó a la ojiazul a pasos lentos.

—Es sobre un trabajo escolar y ya. —no utilizó rodeos. Sabía perfectamente que los celos de Kagami eran enfermizos y le pareció mejor ir directo al grano.

La indiferencia de Tsurugi superaba los límites de cualquier otra persona que pudiera conocer, era obstinada, soberbia, aguerrida, no se dejaría humillar tan fácil por alguien tan “corriente” como Marinette.

—Ese último castigo que recibieron de Damocles debió estár fuerte ¿no? Digo, para que se hayan tardado tres horas después de clases,  rara y casualmente sólo ustedes dos... Nadie soportaría algo así. —la franco-china giró los ojos al escucharla decir tal desfachatez. Nunca, ¡pero de verdad que nunca! Se podía hablar tranquilamente con esa mujer, o acercarse a ella sin que le hiciera mala cara.

—Si piensas que Adrien y yo tenemos algo que esconder, entonces deberías tomar terapia. —se defendió la chica dándose su lugar.

Kagami rió cabizbaja —¿Tu crees que soy idiota?

Bajo Mi Mando (Miraculous ladybug)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora