02.

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Bucky se sobresaltó al sentir una mano cubriéndole la boca. Había estado soñando con la guerra, con Rogers, un tren y creyó haber gritado en sueños hasta que vio la expresión en el rostro de su acompañante.

—No muevas ni un músculo —murmuró la chica, poniéndose de rodillas.

Un minuto después las balas comenzaban a llover por todas partes, haciendo añicos las ventanas. La reacción del soldado fue instantánea, la tomó del brazo, arrastrándola a una esquina y cubriendo a ambos con el viejo colchón. Cuando cesó la andanada se deslizaron hasta quedar bajo el ventanal.

Se dispuso a salir, la rabia le tensaba los músculos, obligándole a apretar la mandíbula.

Raven le sujetó del hombro para detenerlo.

—Ni se te ocurra que saldrás desarmado —estaba furiosa.

—¡Esto es una maldita arma, Rave! —gritó mostrando el brazo de vibranium.

Ella negó con gesto enérgico, sin soltarlo. Más proyectiles llegaron desde la otra azotea, silbando sobre sus cabezas cual abejorros de la muerte.

—Hazme un favor: quédate lejos de las balas —le lanzó un juego de llaves de auto— Y cuando diga corre, no mires atrás.

—¡No voy a dejarte aquí, maldición! ¡No necesito que pelees por mí!

Raven lo besó. Apenas un roce de labios que le obligó a callar y respirar profundo para reponerse de la sorpresa.

«Que mal momento escoges», pensó.

—¿Eres un soldado, cierto? —Asintió— Pues sigue órdenes y lárgate de aquí. Yo te alcanzo.

Verla cambiar seguía siendo algo a lo que no se acostumbraba. Dejaba salir a la Bestia y la transformación era notable. Las marcas similares a un tatuaje tribal que tenía hasta medio brazo izquierdo lo cubrían por completo, convirtiéndolo en una garra monstruosa. El aire a su alrededor se volvía denso, como azufre; sin embargo, lo peor era esa perenne sonrisa torcida, no aquella sonrisilla sexy y sugerente que le provocaba cosquilleos, esta era toda dientes afilados y locura.

Abrió los ojos de golpe, un infierno desatado en ellos. Se puso en pie a pesar de las balas, saltando al otro edificio entre carcajadas.

Bucky recordó cómo había sido verla por primera vez en ese estado y la pregunta que le hiciera: ¿De verdad sigues pensando que eres el monstruo aquí, forastero?

A Raven no le preocupaban las armas de sus enemigos. Cayó como un tornado entre ellos, despedazando a cualquiera que se pusiera a su alcance, usando a otros de escudo. Eran soldados de élite, pero el miedo a lo desconocido los volvía descuidados, presas fáciles y ni siquiera estaba poniendo toda su atención en la matanza. Su mirada se desviaba constantemente al otro edificio, a los sonidos de disparos que le llegaban, a Bucky. —¡Maldito cachorro humano!— rugió la criatura que permanecía encerrada en su interior, tras incontables rejas. Apenas le prestó atención, estaba acostumbrada a ignorarla.

El último de los hombres se arrastró por la azotea intentando alejarse, suplicante, con lágrimas en los ojos empañados por el miedo. Se acercó despacio, atravesándole el pecho de un golpe, desprendiendo el corazón. Ahora el monstruo sí estaba sediento de sangre.

Buck bajó medio tramo de escaleras antes de cruzarse con los soldados que subían. Esquivó las primeras balas con el brazo de metal y estampó la cabeza del hombre contra la pared más cercana con toda su fuerza, que no era poca. Mientras peleaba por su vida, rompiendo huesos y lanzando a algún otro por el pozo de la escalera, pensó en Steve Rogers, en su insistencia de que no era necesario asesinar a sus enemigos para vencerlos, pero no sabía cómo hacer eso. No sabía cómo desprogramar a su cerebro de aquella orden tan simple e instintiva de matar o morir y mientras más se dejaba llevar por la furia, más libre se sentía... Al final, iba a resultar que alguien como él no tenía salvación ni modo de cambiar lo que era: una máquina de matar.

—¡BARNES, MUÉVETE!

El grito le llegó desde el otro edificio, seguido de los alaridos de alguien más.

Arrancó la barandilla con el brazo izquierdo, usándola para descolgarse varios pisos más abajo. Desde allí cruzó por una de las habitaciones abandonadas, saltando hasta el callejón donde estaba aparcado el Dodge.

Un comando salió de detrás del auto, antes que lograra acomodar el arma para dispararle, una sombra inmensa con forma de perro le arrancó medio torso. Alzó la vista y allí estaba ella, al borde del tejado. Le hizo pensar en un ángel de la muerte, aunque apartó la idea poniéndose en marcha otra vez.

Apenas había conducido media manzana cuando alguien aterrizó sobre el techo del Dodge, colándose luego por la ventanilla. Rave llevaba incluso el cabello embarrado de sangre y los ojos desorbitados.

«¡Cálmala!», pensó desesperado. «Si luego no puede controlarlo estará en problemas y es tu culpa.»

Toda una situación irónica.

Un Humvee los embistió desde atrás, haciendo que perdiera el control durante unos segundos. Pisó el acelerador e intentó concentrarse cuando llegó la siguiente embestida.

—¡Al diablo! —hizo ademán de salir otra vez del auto por la ventana. Él la detuvo.

—¡Rave, NO! Deja de ponerte en riesgo.

La chica le devolvió una mirada fría, llena de ira, se zafó de un tirón y saltó del Dodge. En el cruce otro Humvee embistió al auto en el costado, estampándolo contra una farola. Bucky bajó aturdido, a tiempo para esquivar las balas y desarmar a ambos soldados.

Raven había obligado al conductor del otro vehículo a estrellarse contra un muro. Los gritos desesperados de los que viajaban dentro se escucharon por un segundo más, hasta que finalmente se hizo el silencio. En la distancia podían oírse algunas sirenas de la policía, pero en un barrio como aquel, donde solo los vagabundos habitaban los viejos edificios, nadie había salido a preocuparse por el alboroto.

El soldado corrió hasta el primer Humvee para verla bajar antes de que volara en pedazos. La explosión lo obligó a cubrirse el rostro con ambos brazos, sin embargo, ella no pareció inmutarse a pesar de que fuese justo a su espalda. Estaba en trance, ida y la sonrisa demente permanecía como una máscara de cera.

—¿Raven?

—Maldición, forastero, ahora me debes un auto —los ojos se le aclararon, volvía a ser la misma.

La vio tambalearse y la tomó en brazos como a una princesa, a pesar de sus protestas. La llevó hasta el segundo Humvee dejándola en el asiento del acompañante.

—¿Estás bien? —preguntó cuando Buck estuvo tras el volante. Él asintió.

Raven hizo un par de muecas mientras se acomodaba, luego se echó a reír, sorprendiéndolo.

—Mejor no preguntes donde me han dado —comentó entre risillas— Conduce, forastero, yo te guío.

Intentó en vano devolverle la sonrisa, estaba demasiado preocupado para eso.

♤ WAR IS THE WAY: 'El Cuervo y El Forastero' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora