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Abandonaron el auto en una callejuela del otro lado de la ciudad.

Según las indicaciones que Raven le había dado, existían unas cien formas de entrar al lugar conocido como Helvete. El santuario donde los asesinos y mercenarios más dementes del país se reunían o se ocultaban.

Un sitio donde la principal regla era muy básica: Nada de peleas ni muertos dentro de la casa. Los infractores serían desterrados en el mejor de los casos, en el peor, se decía que Blackie, el dueño, les tenía finales peores que la muerte deparados.

Buck insistió en cargarla gran parte del camino, hasta llegar al portón marcado con una media luna roja, en una zona llena de almacenes.

—Eres un príncipe azul adorable, forastero. Ahora haz el favor de bajarme, no voy a entrar ahí como si estuviera inválida —refunfuñó.

Golpeó la puerta tres veces, hizo una pausa de medio minuto y volvió a golpear tres veces más. Un rectángulo de luz se abrió en el centro, mostrando un par de ojos negros como la noche.

—¿Quién...?

—Si me pides el santo y seña, Dave, te juro que vuelo esta porquería de sitio.

Al instante se descorrieron los cerrojos. La contrapuerta dio a un pasillo semi iluminado por luces de neón, de pie en la entrada había un hombre de más de dos metros de estatura con la cara cubierta de cicatrices. Se quedó contemplando detenidamente a Bucky y luego regresó la mirada hasta la chica que lo empujaba a un lado para entrar.

—Un Cuervo y el Soldado de Invierno, nada bueno se espera —comentó el gigante.

El soldado se tensó por completo, cerró los puños, preparándose para la pelea que creía inminente. Siempre acababa en pelea, sin importar a dónde fuera.

Raven estaba a medio pasillo de distancia cuando se dio la vuelta para anunciar.

—Viene conmigo, grandulón, así que apártate. Déjale en paz.

Dave se hizo a un lado y él la siguió, receloso, sin dejar de mirar por encima del hombro todo el tiempo. Al llegar al final del pasadizo los esperaba otra puerta, esta de acero sólido, sin ningún distintivo o mirilla a la vista.

—Hazme el honor —pidió señalando con un gesto.

Tiró con fuerza del portón esperando encontrar resistencia, una humareda fría les dio la bienvenida al interior.

El sitio tenía el aspecto de un club de jazz inmenso, con mesas desperdigadas por todos lados y una barra de caoba al fondo. Parecía surreal que existiese un lugar como ese bajo la ciudad al que solo los mercs tenían acceso.

Había ojos observándolos en todos los rincones, podía notarlos clavándose como cuchillas, haciéndole sentir más incómodo y alerta a cada paso. Ella ni siquiera se inmutaba con la situación.

—¡La reina del Inframundo y su nuevo Cancerbero! —rugió una voz tras el mostrador.

Raven emitió una risita cortada. Verla presionarse el costado con una mueca solo le confirmó a Bucky lo que ya imaginaba: su factor curativo estaba en baja. Probablemente las balas le habían hecho más daño del que aparentaba.

Una nueva mole salió a recibirlos. Tenía los ojos rojos, el cabello negro, largo y una expresión bonachona que desentonaba totalmente con el resto. Estuvo a punto de abracar a la chica entre sus inmensos brazos, aunque se contuvo.

—Te ves como una mierda, Crow —parecía alarmado y eso preocupó aún más a Barnes.

—Pues me siento como una rosa —contestó entre risas, golpeándolo ligeramente en el brazo.

♤ WAR IS THE WAY: 'El Cuervo y El Forastero' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora