Una semana había pasado desde que Taehyung había sido incorporado a los cuerpos de seguridad del hospital. Y, a pesar de que su trabajo no era tan entretenido como el imaginaba, disfrutaba de pasear de día por los pasillos y recordarle a los pacientes los puntos a tratar de sus horarios, como si de alguna forma se los pudieran saltar. Aquello no sería bueno, y sentía la necesidad de recordárles eso. Algunos pacientes lo miraban como si fuera un bicho raro, otros aceptaban su ayuda gustosos, y algunos incluso se ponían a charlar con él.
El "guardia del 95" era toda una novedad en el centro. O al menos así lo habían apodado las doñas de los alrededores tras sacar a luz la incógnita de la edad del muchacho. Ellas en cuestión, estaban dispuestas a charlar con la carne fresca del mercado. Estaban encantadas.
Hoy había amanecido con una sonrisa radiante tras superar su primera noche en la habitación de las cámaras en el hospital. Había sido una misión importante que Eunsoo le costó encomendarle. Temía que si sucedía cualquier problema, el joven aprendiz no supiera avisar o que hacer. Pero no había pasado nada, como acostumbraban aquellas frías noches. Nada más allá de los alaridos que algunos pacientes gritaban a la luna de la noche. Taehyung había estremecido al escuchar golpes secos a través de los micrófonos, las imágenes eran duras de ver.
La sonrisa desapareció cuando recordó aquellas duras experiencias hace unas horas. Solo aquello pudo hacerle desear salir del edificio. La noche no era lo mismo que la mañana. Pudo percibir llantos y voces pidiendo clemencia. Algunas no aseguraban que estas recibieran golpes. Taehyung se sentía triste. Taehyung también quería ir y abrazarlas. Abrazar a todas las personas que sufrían encarceladas.
Suspiró en cuanto tuvo colocado su traje. Levantó el mentón mostrando autoridad, y algunas señoras que pasaban por ahí rieron cuchicheando entre ellas lo tierno que se veía.
Taehyung no era tierno. El era un hombre adulto, debían tenerle respeto. Pensaba.
Una palmada furtiva en su hombro le hizo sobresaltar. A punto de defenderse se giró para encarar a su abusador; pero en cuanto una nariz prominente se atravesó en su camino, corrigió su postura y se puso recto ante la presencia del jefe.
Saludó como hacía cada mañana. Neutro y a pecho inflado.Eunsoo, con algo de gracia rascó su pecho con los nudillos, obligándolo a soltar todo el aire. Y con una sonrisa, le correspondió al saludo.
—Bueno, ¿cómo ha ido tu primera noche? —preguntó. —Bien, ¿no? No me ha llegado ningún aviso ni nada. ¿Has sabido controlarlo todo bien?
Taehyung asintió. Pero esta vez, su mirada se oscureció un poco. Todo en aquella mañana parecía igual que todas, pero tras soportar la noche en sus carnes, nada se veía igual que antes para él. Los gritos y llantos eran suplantados por sonrisas y risas. Todo era extraño. ¿Estarían fingiendo?
—Si... —espetó. Por lo pronto, levantó la cabeza de nuevo, dispuesto a aclarar sus dudas. —Hyung..., ¿porque lloran?
Eunsoo se mostró confundido por su repentina pregunta. Frunció el ceño tratando de adivinar sus dudas y poder responderle así. Pero no logró hacerlo hasta que Taehyung dirigió la mirada a todos los pacientes que iban de aquí para allá.
—Oh, vale. Ya entiendo que quieres decir. —asintió con algo de pesar. —¿Las has escuchado no? Bueno, claro que lo has hecho. De otra forma no me preguntarías eso.
Taehyung se mantuvo silencioso y ansioso, esperando resolver su incógnita. Lo observó con sus ojos abiertos y casi obligados a no parpadear. El cristal inocente que cubría el orbe lo hacía brillar mucho más que nunca, y eso de cierta forma incomodaba un poco a Eunsoo.
—Los gritos y llantos que escuchaste son producto de los pacientes rebeldes. Los que se niegan a tomarse sus medicamentos y aun haciéndolo, los expulsan después. Se oponen a su tratamiento y hay que tratarlos con rudeza. —explicó. Ahora todo tenía más sentido. —No te preocupes demasiado Taehyung.
Subió la mano a su nuca y propinó una palmada en ella. Sonrió para apaciguar el mal sabor de boca que se le había quedado al muchacho, pero tan solo lo logró un poquito.
—Pero hyung, creo que yo podría...
—No Taehyung. —le interrumpió de inmediato con un tono tosco y cansado. Casi brusco. Muy brusco. —Una cosa es tratar con esas señoras que intentan flirtearte cada dos por tres. Otra cosa es luchar con ellas para que acaten las reglas de este lugar.
El silencio se adueñó rápidamente del lugar. Taehyung miraba sus zapatos nuevamente. Hoy no le parecían bonitos. No, no lo eran.
—Bueno... supongo que está bien. —asintió cabizbajo. Desacorde. Eunsoo sonrió al no recibir más replicas. Había cogido un pequeño cariño por el chico. Cualquiera diría que a principios sería capaz de patearlo hasta la salida de la clínica.
—¡Eso es, eso es!
El balanceo duró poco. Volvió a levantar el mentón, dejando pensamientos malos de lado. No quería que ellos interfirieran en su trabajo. El debía ser responsable. El debía ayudar.
—Bueno, Taehyung. ¿Qué hora tienes?
Entonces el joven parpadeó confundido. Miró con torpeza por el rabillo del ojo que hora marcaba en él lujoso reloj aferrado a su muñeca y respondió:
—Em... van a ser las dos y media... ¿Por qué?
—Te necesito, tengo una misión para ti.