Capítulo I

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Ella se encontraba comiendo unas dulces uvas como tanto acostumbraba, sentada en el verde césped de aquel lugar, como todas las tardes de su vida. Esperando a que su amiga llegara a sentarse a su lado para degustar aquellas riquísimas uvas que tanto amaba. Pero esa vez algo cambió, su amiga no se sentó a su lado, si no que pasó tras suyo, corriendo como si fuese aquel famoso correcaminos de la tele, vaya a saber uno hasta donde quería llegar.

—¡Wannie! ¡Espérame! —la llamó la niña de rojos cabellos, levantándose y persiguiendo a la de cabellos azabache por todo el predio— ¿Por qué corres tan rápido? ¿A dónde vas?

—¡Porque quiero ver las nubes, Yerm! —le respondió desde la parte más elevada del enorme lugar, en donde de vez en cuando ambas niñas se recostaban a ver las nubes— ¡Ya sabes que desde aquí se ven mejor!

La niña de siete años tomó la mano de su compañera y la acercó a ella, besando tímidamente sus labios. La pelirroja sonrió y comenzó a reír nerviosa, realmente se alteraba cuando Wannie la besaba de la nada. O más bien, la sola presencia de aquella niña la traía loca, con o sin besos de por medio.
Y era increíble como con a penas siete años alguien podía estar tan enamorado de otra persona. A algunos les parecerá un mal chiste, a otros cosas de niños que con el tiempo dejan de tener un significado y a estas dos chicas algo que incluso después de nueve años les fue imposible de olvidar.

«¡Atención a todos los pasajeros, estamos por llegar a destino, brochen sus cinturones para el aterrizaje!»

El anuncio alertó a la joven que despertó de su profundo sueño, el cual lo único que hizo fue recordarle lo malditamente enamorada que se encontraba de aquella niña azabache incluso después de nueve años. Y ahora, con dieciséis y con su cabello corto y castaño, las cosas no podían ser más complicadas en su vida porque de ser así, se hubiera vuelto loca.

Para quienes no saben, estamos hablando de Kim Yerim. Una joven común y corriente que se vió obligada a vivir por motivos totalmente desconocidos en un orfanato los primeros siete años de su vida. Allí fue donde conoció a “Wannie” cuyo nombre real no recuerda muy bien, aunque está casi segura de que era “Seungwan”. Allí fue donde se enamoró por primera y única vez, y donde también su padre biológico la arrancó sin siquiera advertirle antes, alejándose de esa forma de su querida Wannie.
Y hablando de su padre, ¿sería importante destacar que es un empleado del gobierno surcoreano, que trabaja como hacker de sistemas operativos para interferir en cualquier movimiento político peligroso? Tal vez sea información relevante, ya que ese es el motivo por el cual Kim Yerim no había tenido una vida normal los últimos nueve años de su vida hasta ese momento en donde volvería a su ciudad natal para por fin lograr tener aquella vida normal tan deseada por ella.

O eso quería creer.

El avión aterrizó y la joven suspiró, era como la quinta vez en el año que su padre la enviaba a algún país del mundo, creía que ya había conocido todos. Pero esta vez la había mandado a Seúl con la promesa de que la iba a dejar en paz. Se bajó del avión, retiró su equipaje, realizó todo el papeleo que debía hacer y, nerviosa, comenzó a buscar entre la gente a su novio, o más bien a su supuesto novio.
Y ese era uno de los motivos por los cuales por más que quisiera una vida común y corriente, en estos pequeños detalles nunca iba a poder lograrlo. Ya que era su padre quién, bajo la excusa de que sería peligroso que supiesen su verdadera sexualidad, le dijo que fingiera tener una relación con su mejor amigo, Na Jaemin.

—¡Nana! —lo llamó emocionada una vez que lo divisó entre el amontonamiento de personas, ese era el apodo que Yerim había puesto para él y por ende, era la única que tenía permitido usarlo— ¡Aquí estoy!

「 Grapes. ፧ WenRi 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora