seis; agonía

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Mientras Robyn caminaba adentro de la tienda, Ashton sentía que su corazón latía con más fuerza.

Nunca supo qué encontró tan interesante acerca de ella, pero hacía que le aceleraba el ritmo cardíaco. Era demasiado preciosa para incluso describirla.

Cuando entraron ella estaba tan cerca de él que podía distinguir cada característica hermosa que tenía. No vio defectos, se veía tan bonita. Su personalidad era increíble. Era como un bono.

Pero cuando ella entró la atmósfera se sentía un poco diferente y extraña. Parecía que había estado llorando por lo rojas que estaban sus mejillas y cómo seguía sollozando aquí y allá.

La mujer tenía unas seis banditas en su rostro. En realidad se veía como si hubiera sido atacada. Estaban en la frente, nariz, mentón, mejilla, en todas partes. También se veía molesta.

Ella le susurró algo a Robyn al oído con la mandíbula apretada y haciendo rechinar sus dientes y Robyn asintió. Robyn se acercó a las estanterías mientras miraba los libros. Parecía que tenía el corazón roto.

Ashton se acercó a ella con las manos en los bolsillos y una sonrisa nerviosa en su rostro.

―¿Estás bien? ―preguntó.

Él sabía que no lo estaba.

―Sí ―dijo ella, su voz apenas se oía. Se veía tan triste que hirió el corazón de Ashton físicamente.

―No podemos ser vistos hablando juntos, Ashton. Lo siento ―susurró, mirando a los libros para hacer parecer que no estaban hablando.

Parecía como si estuviera aterrorizada de la mujer. Básicamente, estaba temblando. Las manos de Robyn temblaban y parecía que estaba conteniendo muchas lágrimas.

Ashton se alejó de ella lentamente. Ella lo miró y frunció el ceño. Le gustaba su compañía y cómo se preocupaba cuando ni siquiera se conocían entre sí.

Sin embargo, era como esas personas. Aquellas personas que se preocupan por todo el mundo y por nadie, incluso si no se conocían.

A ella le gustaba Ashton. Siempre sonreía cuando entraba y ella lo notó.

Lo que realmente la desgarraba era el hecho de que no podía hablar con él. No podía hablar con nadie. No se le estaba permitido. Era, básicamente, un dolor viviente.

Aunque ya no podía resistir. La sensación de dolor que sentía cuando se hacía daño a sí misma, física y mentalmente. No podía evitarlo. Pero odiaba la sensación de lastimar a otros y hacer a otro tener el sentimiento de agonía. Pero no podía evitarlo tampoco.

Su enfermedad nunca fue catalogada como una inseguridad para ella, pero la gente la hizo sentir como si lo fuera. Siempre se decía a sí misma cómo un montón de gente también se sentía de la misma manera y sufrían de lo mismo, pero nunca iba a funcionar.

Fue separada de sus hermanos y su padre a causa de su enfermedad y tuvo que mudarse con su madre muy lejos de donde vivía realmente. Pensó que era estúpido.

Nunca se le permitió tener amigos después de todos los incidentes que causó, lo que en realidad la hacían sentir aún más diferente a los demás. Un diferente malo.

A veces llegaba al punto donde sus "amigos" a veces terminaban desaparecidos o muy mal heridos.

Pero estaba en ella. El sentimiento, el deseo. La medicación y el tratamiento no la ayudaban y no la ayudarían, lo sabía. No hay cura para las enfermedades mentales. Eso es algo bien conocido.

Las estúpidas pastillas no la ayudarían a sentirse mejor. Solo hacían olvidar el dolor.

Bueno, no quería olvidar el dolor. Solo quería deshacerse de él.

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impulse control disorder ☹ a.i. (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora