En 1918 Ernest Hemingway respondió a un llamado de la cruz roja, donde firmó para convertirse en conductor de ambulancia en Italia, en la primera guerra mundial.
Había resistido muchas veces, al juego cruzado en el campo de batalla, pero por azar o mala suerte la primera herida que sufre es a causa del fuego de un mortero cuando acababa de regresar de la cantina para traer chocolate y cigarrillos para los hombres en el frente, por el acto de valentía de rescatar a un soldado italiano se le concede la Medalla de Plata al Valor Militar del gobierno italiano.
Un joven Hemingway, con tan solo 18 años escribe:
«Cuando uno se va a la guerra como joven, tiene una gran ilusión de inmortalidad. Son las otras personas que mueren, no te ocurre a ti. … Entonces, al estar gravemente herido por primera vez, uno pierde ésta ilusión y sabe que puede pasar a uno mismo.»
La segunda herida grave fue causada por una metralla que casi le destroza las dos piernas. Luego de ser intervenido fue trasladado a un hospital de la Cruz Roja en Milán. Mientras se recuperaba se enamoró por primera vez de Agnes von Kurowsky, una enfermera siete años mayor que él con la que decidió casarse cuando fuera a Estados Unidos dentro de dos meses, pero todo se derrumbó para Hemingway cuando un día de Marzo, Agnes le escribió des de Italia que acababa de comprometerse con un oficial Italiano.
Tenía 19 años, un corazón roto y una herida profunda que difícilmente puede curarse. Una marca imborrable de decepción.
El biógrafo Jeffrey Meyers sostiene que a partir de ese rechazo de su primer amor, Hemingway siguió un patrón de abandonar a sus esposas antes de que ellas lo hicieran.
Esto nos demuestra que el tiempo no cura las heridas del amor.
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Libro Ciudad Perdida (#Blog)
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