La partida de ajedrez

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Con una sonrisa imborrable en su cara, Jesús fue abrazando uno a uno a sus amigos del instituto.

Después de casi diez años por fin habían logrado reunirse todos. El lugar de reunión había sido la casa del propio Jesús y la razón, una cena que ninguno de ellos quería perderse.

El hombre miró a sus amigos sin poder creerse aún cómo habían cambiado: Ana y Manuel llevaban viviendo juntos desde que finalizaron la carrera de periodismo, Ignacio había dedicado su vida y sus conocimientos al campo de la informática, Teresa era maestra en un colegio bilingüe y Santiago se había convertido en uno de los mejores jugadores de ajedrez del mundo.

Cenaron y charlaron animadamente sobre el pasado, riendo al recordar las anécdotas vividas en el instituto. El único que no parecía especialmente atento a la conversación era Santiago, que miraba a los demás sin decir una palabra.

Una vez finalizada la cena fueron todos al salón para tomar el café. Ignacio se acercó entonces a Santiago y le palmeó el brazo con afecto.

-¿Listo para que te machaque al ajedrez?- le preguntó.

Santiago sonrió a modo de respuesta y ocupó una silla situada al lado de una pequeña mesa.

-¿Pero ahora os vais a poner con eso?- se quejó Teresa.

-Vamos, Tere- dijo Manuel-. No todos los días podemos ver en vivo y en directo a Santi vapuleando a Nacho.

-Bobadas- aseguró Ignacio-. Va a perder.

Santiago amplió su sonrisa.

-Ya veremos.

Jesús les proporcionó un pequeño ajedrez, que guardaba en un armario y que jamás había estrenado, y mientras jugaban su partida se sentó con los demás a beber el café tranquilamente.

-Bueno, ¿quién gana?- preguntó al cabo de un rato mirando a los dos jugadores.

Ignacio mostraba un gesto de máxima concentración y esfuerzo, mientras que Santiago era lo opuesto: con los ojos entrecerrados permanecía apoyado sobre el respaldo de la silla.

-Os diré quién gana- dijo el ajedrecista-. Gana quien logre adivinar la respuesta a un acertijo. Es bastante complejo, pero creo que os gustará.

-Creí que lo tuyo era el ajedrez, Santi- bromeó Manuel-. Además, estábamos manteniendo una conversación bastante interesante.

-¿Seguro?- los ojos azules de Santiago se clavaron en los castaños de Manuel-. Yo diría más bien que os estabais aburriendo.

-A mi me gustan los acertijos- exclamó Ana-. Plantéalo, venga.

-Muy bien. Dice así: un policía llega a la casa de un hombre y le comunica que su esposa ha sido asesinada esa misma noche. Al exigirle una coartada el hombre le informa de que ha pasado la noche jugando al ajedrez y le muestra el tablero como prueba. Nada más mirarlo, el policía sabe que ha mentido.

-¿Ya está?- preguntó Teresa.

-Sí. Ahora os toca hacer preguntas, pero recordad que solo podré responder "sí", "no" o "irrelevante".

Santiago hizo avanzar su caballo y de esta forma comenzó la resolución del misterio.

-Está bien- comenzó Ana, en cuyos ojos brillaba la ilusión por enfrentarse a aquello-. ¿El hombre realmente estuvo jugando al ajedrez?

-Sí.

-¿Y sabía jugar bien?- inquirió Manuel.

-Sí.

-¿Conocía al policía?- preguntó Jesús.

-No.

Ignacio descargó entonces el puño sobre su pierna al ver cómo la torre de Santiago se comía a su alfil.

Una nana para un locoWhere stories live. Discover now