Entre las cosas que más admiraba de vos había una que me llegaba a tocar muy hondo aunque no era yo la afortunada de recibir semejante regalo. Tu amor sincero. Tu capacidad de llenar a alguien de atención, tu forma de demostrar interés desde las acciones más normales hasta las más grandes, palabras y algunas lágrimas de miedo escondidas entre tus pestañas claras. El brillo de tus ojos al hablar de arte, cuando me hablabas sobre el futuro que tenés planeado y sobre todo cuando hablabas de ella, te salían rosas en las mejillas. Yo sólo pude devolverte la sonrisa y desear que nunca desaparezca lo que te hace esencial, aunque no en mi vida.