1: ¡Por favor no me mates, seré tu esclavo!

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Shang QingHua corría una maratón sobre su escritorio, sus dedos presionaban con fuerza las teclas siguiendo un ritmo acelerado y constante. Había alcanzado un estado zen donde el mundo a su alrededor se desvanecía y, lo único que permanecía ante sus ojos, eran las palabras reflejadas en la pantalla de su ordenador. Su fecha límite estaba por expirar en unas horas, y todavía tenía que enviarle el borrador a su editor. No le preocupaba, porque Min Jiu era un lector voraz que en menos de una hora leía los más de 20 mil caracteres de sus capítulos, y Shan QingHua era aún más veloz en aplicar las correcciones. Lo que lo tenía nervioso, era el hecho de que su obra, "El Orgulloso Camino del Inmortal", estaba llegando a la recta final.

"El Orgulloso Camino del Inmortal" era una novela online de harem, siguiendo las aventuras de un hombre mitad demonio mitad humano, que se cultivó en el sendero justo hasta descubrir la verdadera herencia de su sangre, siendo expulsado del mundo de la cultivación y forzado a seguir las prácticas demoníacas. Para saciar su sed de venganza, creó un meticuloso plan en el que cambió su apariencia física para volver a introducirse en el mundo de la cultivación, e ir asesinando a todos sus adversarios. Mientras cumplía las misiones como cultivador recto encubierto, fue conociendo hermosas mujeres y hombres, alfas, betas y omegas, que se convirtieron en sus fervientes amantes y lo ayudaron a cumplir su objetivo de eliminar las leyes que impedían a humanos y demonios convivir juntos.

La novela llevaba más de un año publicándose, dos veces al mes. Pero debido a lo largo de la trama, la falta de ayuda en las revisiones y la escasez de tiempo, estaba llena de huecos argumentales y subtramas que no llevaban a ninguna parte. Muchos personajes no tenían profundidad ni carácter, e incluso aparecían y desaparecían de la nada. Sin embargo, su éxito radicaba en las escenas candentes que tenía el protagonista con los miembros del harem, y lo descomunal y violentas que eran las batallas.

Shang QingHua no estaba conforme con su obra, pero era consciente de los beneficios que obtendría gracias al éxito de "El Orgulloso Camino del Inmortal". La novela generaba tantos ingresos a la compañía, que le habían prometido carta blanca para su próximo proyecto. Shang QingHua no podía aguantar más las ansias de comenzar a escribir su nueva historia, una en la que se tomaría su tiempo para fijarse en los detalles y crear personajes profundos y complejos, con una trama mucho más oscura y seria. En primer lugar, había escrito esta novela de cultivación porque le apostaron que no podría escribir una novela barata exitosa. Y ganó la apuesta.

Hermano pepino, todo es tu culpa. Se  quejaba el autor en su interior.

Después de recibir las correcciones y enviar el nuevo manuscrito para su publicación, Shang QingHua fue a dar una vuelta al Mall del Centro. Este edificio se había inaugurado el mes pasado y era el más lujoso y grande de la ciudad. Sabía que no podía comprar nada de las tiendas, pero su cadena de café favoritos, Tiempos de Espera, tenía una sucursal con un barista que preparaba café como los dioses, bebida que necesitaba con urgencia después de pasar más de 24 horas en vela escribiendo.

El día prometía ser como cualquier otro, acabando después de beber su segundo vaso de café en el confort de su departamento. Nunca podría imaginarse que esa misma tarde, su vida cambiaría para siempre.

Mo BeiJun estaba molesto. Odiaba recorrer ese tipo se lugares tan comunes y concurridos, en verdad, cualquier sitio lleno de gente. Si tan solo sus subordinados no fueran unos buenos para nada que cometían errores estúpidos todos los días, no tendría que pasar por ese calvario. Tal vez debería haber esperado a terminar su trabajo en el Mall antes de despedir a su asistente personal, así no estaría recorriendo esos vulgares pasillos en busca de un café decente. Recordaba vagamente que su asistente siempre salía de una tienda en el primer piso, una de nombre muy cursi.

Iba caminando cuando se distrajo con un mensaje de su celular, era el vicepresidente avisándole que la reunión de la mañana se cambiaba para la seis de la tarde. Mo BeiJun resopló irritado, odiaba que cambiaran las reuniones.

Shang QingHua parecía volar de lo rápido que corría, intentando equilibrar la bandeja con dos vasos de café que llevaba en las manos. Se había olvidado que la publicación de esta vez era un especial y no envió el capítulo extra. Su editor le gritó tan fuerte que su oreja izquierda palpitaba de dolor. Iba tan distraído que no se fijó que esa sombra negra al lado del pilar era una persona y chocó con ella. El oscuro líquido caliente se derramó sobre el estómago de Mo BeiJun y arruinó su abrigo de marca y su celular de última generación. Shang QingHua cayó al suelo y su trasero absorbió el golpe.

El accidente ocurrió tan rápido, que Shang QingHua seguía en el suelo sin comprender que había ocurrido, cuando sintió que se elevaba por los aires y un rostro oscuro se enfrentó al suyo. Era un alfa poderoso que dejó escapar un aroma amenazante, Shang QingHua se contrajo de miedo e intentó zafarse del agarre, pero no pudo.

Los ojos del alfa eran de un azul intenso que calaron profundo en el corazón de Shang QingHua, haciendo que sus latidos se aceleraran. A pesar de la clara frialdad y amenaza que transmitían esas brillantes orbes azules, no pudo evitar perderse en ellas.

¿Finalmente he perdido la cabeza?

—¿Sabes quién soy? —preguntó el alfa con tono imperioso. El omega negó con la cabeza y eso lo hizo sonreír con crueldad—. ¿Sabes lo que acabas de hacer? ¿Crees que tu vida alcanza para pagar lo que arruinaste?

El alfa señaló con su dedo el abrigo arruinado y el celular estropeado, ambos se veían muy lujosos. Shang QingHua quería morirse, ni aunque trabajara mil vidas conseguiría el dinero suficiente para pagar por esos artículos sofisticados. ¡Era solo un escritor mediocre!

—Y-yo... ¡Lo siento mucho! ¡Te lo compensaré, lo juro! —exclamó desesperado Shang QingHua, llorando internamente.

—¿Cómo? —exigió saber el alfa, examinando al omega que sujetaba por los aires. Tenía un aroma suave y frutal exquisito, pero se notaba que era débil y cobarde. No le gustó nada.

—Y-yo haré todo lo que me pidas, ¡seré tu esclavo! —declaró con firmeza y angustia el omega. 

Debido al estado de aturdimiento y pánico en el que se encontraba, no se dio cuenta de lo que realmente había dicho hasta unos segundos después. ¡Todo ese tiempo invertido en escribir, leer e investigar sobre el mundo antiguo de la cultivación, finalmente, le habían dañado el cerebro!

Se apresuró en corregir sus palabras, pero era tarde, porque un brillo que le estremeció toda la espina dorsal se había despertado en esos penetrantes ojos azules.

—¡Q-quiero de-decir que seré como tu subordinado y haré todos los mandados!

Mo BeiJun estaba disfrutando la idea de tener un esclavo. Mentiría si dijera que no había pensado en esa posibilidad, al ver como su decimoquinto asistente personal en los últimos seis meses, renunciaba.

Analizó al omega con detención. Lo bajó y giró su cuerpo un par de veces, tomó su rostro y lo alzó hacia él, estudiando sus facciones. Su cara no era bella pero tampoco fea, desde la punta de los pies hasta la cima de su cabeza, todo su cuerpo gritaba mediocre. Tal vez ese era el cambio que necesitaba. Tuvo asistentes alfas, betas y omegas, de todas las edades y profesiones, la única característica que compartían, era la belleza. No importaba si fueran bajos o altos, jóvenes o viejos, si tenían buena apariencia y querían trabajar, él los recibía. No era que tuviera algo contra la gente fea, pero si tenía que ver una cara molesta a cada segundo del día, prefería que fuera una bonita.

—Está decidido entonces. Eres mi nuevo asistente personal. Lleva esto a la tintorería y tráeme una buena taza de café, esperaré en el auto.

Mo BeiJun se sacó el abrigó y lo tiró sobre su nuevo asistente personal sin reparos, dio media vuelta y dejó el edificio. Shang QingHua se quedó viendo el pasillo por el que se fue su nuevo jefe, no sabía si le pagarían, aunque dada las circunstancias suponía que no, además, desconocía su nombre y la marca de su auto. ¡¿Cómo mierda esperaba que lo encontrara?! ¡No era un puto adivino! 

Shang QingHua chasqueó la lengua con molestia y a regañadientes se puso en marcha.


Crónicas De Un Escritor DesvergonzadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora