5: No hicimos nada en mi sueño, ¡¿entonces por qué me miras de esa forma?!

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La noche estaba en su cenit y el calor del verano llegaba a ser reconfortante. Acompañado por una suave brisa fresca, Shang QingHua se removía cómodo en las sábanas.

Soñaba que estaba en un hermoso y gran palacio, más grande que todos los que había visto en los libros de historia. Él era un eunuco que vivía pacíficamente revoloteando por los pasillos, asistiendo el harem imperial. Siempre cabizbajo, moviéndose como una sombra, consiguió sobrevivir a las conspiraciones de concubinas y políticos. Sin embargo, un fatídico día cometió el error de chocar, por accidente, con el mismísimo emperador Mo BeiJun. Desde entonces, el emperador lo acosaba día y noche, pero en vez de mandarlo a trabajar ¡lo trataba como a una concubina! 

Shang QingHua, se despertó en medio de las efusivas atenciones que le daba el Emperador Mo BeiJun, que iniciaba la enésima ronda. Sus mejillas ardían, su cuerpo sudaba y su respiración era pesada. Abrigado por la oscuridad de la noche, e iluminado levemente por la luna, levantó las sábanas para comprobar que su entrepierna estaba muy despierta. Se levantó con cuidado y lentamente avanzó al baño, donde liberó a su pequeño amigo. Al regresar a la cama, escondió su rostro en la almohada. Si Mo BeiJun se llegase a enterar de su sueño ¡lo despellejaría vivo! Con pesar, después de soltar unas cuantas lágrimas y maldecir a su entrepierna, se durmió.

Lo que el desvergonzado escritor ignoraba, es que en ese mismo momento, en una lujosa casa a las afueras de la ciudad, cierto alfa tenía la misma clase de sueño húmedo, haciendo muchas cosas indecentes y candentes con cierto omega suplicante. Y lo disfrutó.

El sol estaba en su apogeo cuando Shang QingHua, por fin, abrió los ojos. Reacio a despertar, se dio muchas vueltas en la cama antes de sentarse. Lo primero que vio, después de percibir que era mediodía, fue el rostro un tanto ennegrecido de su jefe. Mo BeiJun había llegado temprano para recoger al omega, pero nunca se imaginó que el muy perezoso seguiría durmiendo hasta tan tarde.

—Parece que tenías sueño —dijo con tono acusador. Shang QingHua tragó en seco.

—M-mi señor yo... Sí, la verdad tenía mucho sueño, nunca había dormido tanto.

Shang QingHua se tocó la frente con una expresión apenada. Sus mejillas estaban sonrosadas y su cabello era una maraña, su piel lucía saludable y las bolsas bajo sus ojos habían desaparecido. Mo BeiJun suspiró satisfecho, aquel omega volvía a ser tan hermoso y agraciado como de costumbre. El escritor no se dio cuenta de aquella mirada brillante del empresario, pues seguía sumido en sus pensamientos, recordando, sin querer, el sueño húmedo que tuvo con su jefe. Sus mejillas se enrojecieron con rapidez y sintió la parte inferior de su cuerpo estremecerse. Él todavía era virgen, pero el sueño se sintió tan real, que en su corazón agradecía y resentía al alfa a partes iguales, porque había sido muy rudo con él.

—Vístete, tenemos que irnos. Por tu culpa perdí la reunión de las 11 —Mo BeiJun parecía darle una orden más que una sugerencia, asustando al omega a propósito para verlo estremecer. Había suspendido todos los compromisos del día.

Shang QingHua se sobresaltó y, cuando su mirada se encontró con la de aquel guapo alfa, se aceleraron los latidos de su corazón y sus mejillas se hicieron aún más rojas. Desvió la mirada, con torpeza salió de la cama y se dirigió al baño con su ropa, chocando con la puerta. Mo BeiJun se rió, sintiendo un calor reconfortante invadir su vientre, conteniendo los deseos de levantarse y tomar a su asistente personal para hacer las mismas cosas que en su sueño.

Mo BeiJun se sorprendió a sí mismo teniendo esa clase de pensamientos. En la soledad de la habitación, volvió a reflexionar sobre lo mucho que había cambiado la impresión que tenía de ese hombre. Al principio, lo veía como un simple subordinado problemático, después, como un trabajador competente, más tarde, se había transformado en el mejor asistente personal que ha tenido en toda su vida, luego... No lo tenía muy claro. Cada vez que veía a Shang QingHua, sentía que algo pasaba en su interior, como si todo su ser fuese abrazado por una extraña y reconfortante calidez, el mundo a su alrededor parecía brillar y, siempre que ese pequeño hombre estuviera cerca, tenía la confianza de que todo saldría bien. ¿Existía un nombre para eso? Si lo había, lo desconocía. Lo único que podía admitirse a sí mismo, era que le gustaba sentirse así. Por ende, y siguiendo esa lógica, también debería gustarle su pequeño asistente...

Crónicas De Un Escritor DesvergonzadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora