La leyenda del rey pobre

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El más pobre de un pueblito alejado, que poco le importaba la guerra, solo podía pensar en una cosa, y eso era comer. No tenía nada, ni comida, ni techo, ni ropa decente. Solo tenía una belleza como ninguna, que eso lo ayudaba a veces a recibir favores de los demás, como un buen vino o unos panes gratis. Incluso ahora mismo una mujer, que encandilada por su belleza, le acercaba ropa fina, que a pesar que ella juró que era de su difunto padre, la verdad era que ella lo había mandado a hacer especialmente para él, la mujer estaba obsesionada con la belleza de aquel hombre, pensaba en él a cada momento que encontraba libre, pero que por pertenecer a la clase alta, se negaba a reconocer su atracción por el hombre, ¿Qué diría el pueblo si se enteraba que ella había estado viendo con esos ojos a un indigente?, así que se conformaba con encontrar una excusa que le permitiera intercambiar unas dos o tres palabras, no le era suficiente, pero se obligaba a conformarse con ello.

El pobre recibió la ropa nueva con agradecimiento, era muy cara para su gusto, ya que no le agradaría ensuciar los pantalones de seda cuando durmiera en la calle, pero la mujer había sido tan insistente que no pudo rechazarlo.

La mujer le preguntó un par de cosas, ¿Cómo se llama?, Seios me llaman, respondió ¿No pasa frío a la noche?, siempre, ¿Tiene enamorada?, no me atrevería a enamorarme, cuando ya no pudo soportar más y vio que la gente del pueblo comenzaba a observarla con curiosidad, decidió dar la charla por terminada y volver a su casa con su madre. Ya encontraría otra excusa para acercarse a aquel pobre hombre. A veces deseaba que ella hubiera nacido pobre también, o que Seios fuera un influyente noble de su misma calaña. Pero tuvo la mala suerte de que pertenecieran a mudos diferentes. El dinero los había separado, era de oro y de plata la barrera que había entre ellos y deseaba derrumbarla, o por lo menos encontrar una forma de saltarla para estar los dos del mismo lado.

El pobre se sentía extraño al vestir aquellas ropas, fuera de lugar, pero en su posición no tenía el lujo de despreciar nada, no sabía cuándo podría volver a estrenar un cambio de ropa. Se sentía agradecido eternamente con la mujer, la cual se llamaba Cicurina, era solidaria y hermosa, se negaba a pensar algo más en ella que como una dama desprendida que siente lástima hacía la gente como él. Sentiría vergüenza en sentir la menor atracción posible hacía ella, porque ella no merecía que un hombre sucio y pobre la mire de manera impúdica. No podía, sabía que ella se sentiría asqueada y posiblemente lo miraría con repulsión, que después de todo era la mirada que merecía.

Al día siguiente, Seios moría de hambre, y no conseguía nada para comer. Ningún alma caritativa se acercaba a regalarle un pan, se conformaba con un pan viejo y duro. Entonces encontró la solución. El vocero del rey había estado viajando pueblo por pueblo para reclutar los hombres más fuertes y valientes. Él no era fuerte, ni un poco, pero tenía algo que muchos hombres no poseían, y eso era experiencia, el vivir en la calle era una guerra constante, y muchas veces había tenido que pelear por un pedazo de comida o un lugar para dormir tranquilo. Era hábil y veloz, y había aprendido a ganar una pelea. Así que lo pensó, el ejército tiene comida todos los días y una cama para dormir. Sonaba tentador, y como la muerte no le asustaba se enlistó al ejercito terminado el discurso del vocero, discurso que no escuchó por estarse imaginando una vida donde pudiera comer todos los días.

El ejército lo recibió de manera indiferente. Sus compañeros no lo miraron siquiera, ya que él era un hombre sin casa ni familia, y su apellido no constaba de ningún renombre u honor que recordar. El ejército estaba conformado por todas las clases, pobres, nobles, esclavos, comerciantes e inclusos se habían unido algunas mujeres que tenían miradas que daban miedo. Todos tenían razones distintas para anotarse al ejército. El rey no obligaba a nadie a pelear, como pasaba con reinos vecinos, el creía que soldado que luchaba con decisión, luchaba mejor que el soldado obligado a matar.

Antología "Cuentos Realistas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora