Sucesión Real

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Aquel rey, de cuyo reino ya nadie recuerda su nombre, yacía sobre su lecho, incapaz de moverse, porque año tras año su dolor corporal iba en aumento hasta un punto sin retorno. Entonces cuando comprendió que ya no saldría de su enfermedad, mandó a llamar a sus dos hijos varones, sabiendo que era hora de sucederles su reino.

Los jóvenes se congregaron alrededor de la cama de su padre, este se veía demacrado, sin fuerza, por culpa de su tan larga enfermedad, que lo consumía día y noche como un parásito.

El anciano extendió su mano, con dedos envueltos en piel arrugada, y abrió su boca lentamente, incluso hablar le exigía de un gran esfuerzo físico y mental.

— Amados hijos, saben bien que su padre está en el umbral de su vida, y no intenten convencerme de lo contrario, lo sé bien. La muerte me acecha cada día nuevo, lo siento en el cuerpo, como pierdo las fuerzas lentamente, como cada vez es más difícil respirar y mantenerme despierto. Por eso he decidido ver mí legado todavía en vida, el reino que he sembrado y madurado todos estos años de vida, hoy les toca heredarlo. Para mi hijo mayor, Egidio, serás señor de las tierras del norte y del este, tu poderío se extenderá desde la ciudad de Agar, hasta los campos de Bieito, para mi segundo hijo, Galvan, dejo en tus manos el sur del reino, tanto la ciudad de Cenon, los pueblos del monte Eduvigis y las mesetas de Florian, te pertenecen. Ambos, a partir de hoy los nombro reyes, reyes hermanos. Obren con inteligencia y esparzan la justicia sobre sus tierras, esa es la fórmula de la prosperidad.

Los hijos se despidieron de su padre cuando este terminó de hablar, y se encaminaron a la salida, el anciano necesitaba dormir para que la medicina surgiera efecto.

Galvan esperó a que su hermano mayor cerrara la puerta de la habitación del padre, y mientras retomaban la marcha hacia el pasillo, se dispuso a hablar, con la voz cargada de sincera alegría.

— Querido hermano, le felicito por heredar las mejores tierras del reino, y le deseo un mandato prospero y tiempos de paz. Será un rey que todos honraran y adoraran, estoy seguro de ello.

— Calla Galvan, soy consciente de mi valía, y también lo soy del hecho que me han despojado de lo que por naturaleza me pertenece.

— ¿De qué estás hablando?

— No me engañaras con tu teatro de confusión. Ya es suficiente vergonzoso crecer viendo como un niño bastardo es tratado como uno legítimo, incluso nombrado infante — Egidio pronunció una carcajada burlesca — Mi padre siempre fue de corazón blando, al otorgarle tantos beneficios a un niño nadie, eres consciente que todos estos atributos no te pertenecen, y sin embargo no has hecho nada para ponerte en tu lugar, has aceptado las condiciones de mi padre con una sonrisa altanera, en vez de quedarte en donde correspondes.

— Mi conciencia está limpia, porque no he tomado nada más valioso de lo que una vez mi hermano mayor tuvo, siempre eligiendo las telas menos hermosas, el corcel menos veloz, nunca una pertenencia de más valor que la tuya, soy tu hermano menor, cierto es que de madre desconocida, un hijo ilegitimo, bastardo, y no me avergüenza decirlo, porque conozco mi lugar.

— Un hijo ilegitimo que sabe su lugar, no se haría con la mitad del reino, que por ley natural me pertenece, a mí, el único hijo de la reina.

— Nunca he rechazado algo obsequiado por mi padre, y no lo haré ahora, porque lo amo bastante, por haberme querido como a un hijo legítimo, aunque no lo sea, por lo que no puedo despreciar sus intenciones, porque sus deseos son prioridad para mí.

— Has mostrado tu verdadera cara, tantos años engañando a mi padre, pero al contrario de vuestro padre yo en ningún momento he caído en tus trampas.

Antología "Cuentos Realistas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora