El señor Ricardo Flores, se encontraba de excursión con sus hijos; Raúl y Gustavo, por los maravillosos bosques de Tailandia. Estaba a punto de anochecer y una tormenta se aproximaba, por lo que seguir caminando era peligroso, así que Ricardo decidió que se quedarían en un lugar seguro entre el bosque.
—Hijos míos, la tormenta se avecina, lo mejor será acampar aquí.
—Padre, yo tengo mucho miedo, siento que un rayo podría caernos —dijo Gustavo.
—Tranquilo hijo, no hay porque tener miedo, confiemos en que nada malo va a pasar.
—Mejor ayúdenme a poner la casa de campaña —interrumpió Raúl—, no quiero mojarme.
—En un momento estará, ven Gustavo, hay que ayudarle a Raúl.
La casa de campaña lista estaba ya, el cielo se nublaba, la lluvia comenzaba a caer y un viento fuerte se hacía presente.
—¡Métanse ya! Que la lluvia ya está cayendo —dijo Ricardo, mirando al cielo.
—Esto se pone de película, me siento como en una de misterio —dijo Gustavo.
—Más bien, es como de terror —dijo Raúl, mientras se reía—, por tu presencia.
—Raúl, no hagas esos chistes —dijo Ricardo molesto—, sabes que Gustavo es muy sensible.
—Está bien, padre, pero mejor cuéntanos una anécdota o historia, de esas que sabes contar cuando nos reunimos en familia.
—Por primera vez estoy de acuerdo en algo con Raúl —dijo Gustavo—. Cuenta algo para animar esto.
—Por supuesto. Les contaré una historia, pero no cualquiera, sino real.
—¿Enserio fue real? —dijo sorprendido Gustavo—, es la primera historia real que nos cuentas.
—Concuerdo con Gustavo, pero ¿cómo sabes que es real? ¿Es sobre ti?
—Hijos, escuchen, no puedo explicarles del porqué sé que es real, si es de mi vida o cualquier otra cosa. Es una historia de un viejo amigo.
—Okey, padre, pero cuenta ya; cuéntanos ya la historia.
—Comenzaré con mi relato, pero antes, recalco que esta historia no es de amor, pero sí sobre amor. Una historia que los llevará a conocer el dolor y que no todo es color de rosa.
—Vaya, nos dejaste intrigados con eso que acabas de decir
—Es para disfrutar esta historia, pero se disfrutará mejor con estos panquecitos de chocolate que hice yo mismo.
El olor de esos panquecitos era muy exquisito que a Gustavo lo dejaba atontado.—Gustavo, quita esa cara, mejor saca los vasos y el bote de leche —dijo Ricardo.
—Muy bien, padre, deja busco en la mochila.
—Eres muy distraído —dijo Raúl, dándole un golpe en la cabeza—, ya lo hice yo. Toma, padre.
—Muchas gracias. Ahora sí, continuemos.
Ricardo les sirvió un vaso con leche a cada uno con sus respectivos panquecitos de chocolate, de ahí, comenzó su narración.
Me voy trece años atrás, año 1996, en la ciudad de Livertia, una isla grande cerca de Baja California Sur.—¿cómo era la ciudad? —preguntó Raúl.
Livertia en aquel entonces, era una ciudad demasiado hermosa. Conocida como la reina del clasicismo; debido a que las casas, los edificios, zonas culturales y gran parte de la ciudad estaba construido por este movimiento y estilo artístico. En aquel entonces, poseía muchos problemas.
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Un amor sin rumbo.
Teen FictionRicardo cuenta una linda pero terrible historia a sus hijos, donde él intenta expresar el dolor y el amor a la vez. Antony Valenzo, el protagonista de esta historia, entra a trabajar a una empresa, donde conocerá al supuesto amor de su vida. Tambié...