Capítulo 5: Situación indecorosa.

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Un frío y nublado clima abundaba por Livertia, la época de invierno se acercaba cada día más. El segundo día en el que Fausto pasaba a casa de Antony para irse juntos al trabajo.

—Este chico no se apura, si toco el claxon podría despertar a sus vecinos, mejor le marcaré a su teléfono.

El teléfono de Antony comenzó a sonar.

—¿Quién llama a esta hora? —miró el teléfono— Pero sí es Fausto. Hola, ya casi salgo.

—¡Rápido, rápido! Llegaremos tarde y no quiero sanciones por parte del gruñón.

—Ya voy, ya salí de la casa. Te colgaré.

—Sube al auto ya.

—Ya estoy aquí, tranquilo. ¿Por qué mencionaste lo de las sanciones?

—Cada vez que llegas tarde, Beck pone una sanción, si llegas a 5 estás completamente despedido. Por eso te apresuro.

—Ese señor sí que es estricto con su trabajo, no quiero imaginarme sí fallas en otros aspectos.

—Es duro, cruel y no tiene compasión por ninguno de los empleados. No le importa si tienes a una familia que sustentar.

—Seré muy cuidadoso con Beck, no quiero que me despida. En verdad yo necesito el trabajo.

—No creo que pueda correrte, mientras Natalie proteste por ti, tendrás tu puesto conservado. Hablando de ella, ¿cómo les fue ayer?

—En el cementerio, Beck me corrió y Natalie trató de defenderme, pero para no causar problemas me salí. Después de ello, fuimos a comer a un restaurante...

—¿¡Qué!? —interrumpió intenso— Así que Natalie y tú fueron a comer. ¿Y qué pasó después? ¡Cuenta, cuenta!

—Pues comimos, charlamos sobre uno del otro. Luego caminamos por la playa y me invitó a un cumpleaños de uno de sus amigos.

—¡Wow! Eso sí que es sorprendente. Mucho ojo con eso, Antony, si Natalie se comporta así contigo es porque va más allá lo laboral, incluso, me atrevo a decir que ni por amistad.

—Insinuaba cosas muy extrañas, que mi semblante era no se qué. Para empezar no sé que significa eso.

—Que atrevida la mujer. El semblante es tu rostro, si te lo dijo es por algo. Mi deducción es que intenta coquetear contigo.

—¿Hablas en serio? —retrocedió un poco y se puso sonrojado.

—Claro que lo digo en serio, no tengo porque mentirte. Fíjate muy bien como se comportará contigo los siguientes días y verás que lo que salió de mi boca es verdad.

—Ahora todo tiene sentido, en su agenda tenía anotado una cita conmigo para el domingo, justo el día del cumpleaños al que me invitó.

—Natalie parece estar tramando algo, como te digo, ten cuidado con esa mujer. Cuando va tras alguien, hace lo que sea por tener a esa persona.

—No me asustes, yo no quiero que eso pase, y no creo que suceda, ella jamás se fijaría en mí. Entre ella y yo hay grandes diferencias, somos de distintas clases sociales.

—Te diré su punto de vista de ella. El amor es lo más bello de la vida y no importa con quien lo compartas, sólo disfruta. Ella me lo dijo una noche en la que había tomado demasiado, vaya que se puso muy sincera ese día.

—Lindo pensamiento, aunque yo no estoy interesado en ella. Recuerda que estoy en una relación y quiero mucho a esa persona.

—Si Natalie llega a fijarse en ti y te lo dice, dile sobre tu relación, incluso antes. Yo no quiero que se ilusione, se pierde mucho al querer.

—Le hice un comentario sobre eso ayer, pero fue lo más mínimo, supongo que se dio a entender que tengo pareja.

—Que haya sido así, sin confusiones.

Fausto protegía mucho a Natalie en el amor, sabía que si ella se enamora de alguien podría perder completamente la cabeza. El amor no era lo suyo.

Por otro lado, Antony temía de que fuera cierto, no sabría controlar la situación, tampoco era un experto en las cosas del amor, una cosa en común entre ellos dos.

Llegaron a la compañía y cada quien se fue a su área de trabajo. Antony subió al elevador y se encontró a Leslye, que iba con un vestido negro y largo, cargando unos papeles.

—Buen día, señorita.

—Buen día, Antony, ¿cómo está?

—Recordó mi nombre, me parece un buen detalle suyo. Estoy bien, todo ha estado tranquilo, ¿y usted?

—No es como si se me olvidaran las cosas de un día para otro, claro que recuerdo su nombre. Yo estoy genial, calmada y sin ninguna preocupación.

—Tiene razón, disculpe mi comentario absurdo. Eso me da alegría por usted. Mi padre dice que la vida sin preocupaciones se vive mejor.

—No se preocupe. Su padre dice la verdad, preocuparse causa más problemas y aún más preocupaciones, es mejor relajarse y creer que todo estará bien.

—Ojalá pudiera poner en práctica todo eso que dice, no preocuparme por nada —suspiró.

—¿Le ocurre algo?

—No por ahora, pero solo lo digo cuando pase algo.

—Todo es cuestión de actitud, si usted dice eso no podrá estar en paz, pero sí dice todo lo contrario vivirá plenamente.

—Sabe, es usted una mujer muy linda —la miró a los ojos—, dice unas palabras que levantan el ánimo.

—Gracias, usted también me agrada, se ve que es una persona noble.

—¿Lo cree? Porque cuando ayer hablamos me comporté grosero.

—Eso ya pasó, olvide eso. Lo que pasó ayer, se queda en el ayer, ya no vuelve más y por lo tanto no se debe mencionar.

—¿Supone que lo que pasó ayer ya no importa? —preguntó con duda.

—Es exactamente lo que dije, mis palabras fueron claras.

—Es algo bueno de su parte, de cualquier manera me disculpo por el inconveniente.

El elevador se detuvo y se abrió. Leslye salió.

—Fue un placer hablar con usted, espero podamos tener una charla más amplia. Hasta luego.

—Lo mismo opino, que tenga éxito en el día de hoy.

A Antony le pareció una mujer sumamente interesante y curiosa. En Leslye había captado una vibra buena, una persona en quien confiar.

Había llegado a su piso y fue hacia la oficina. Tocó la puerta preguntando si estaba Natalie.

—Pasa, pasa, que te estoy esperando —respondió Natalie.

—Hola, lo siento por llegar tarde, se complicaron las cosas en las calles, el tráfico, más las marchas de las campañas presidenciales.

—Calmado, por mí no hay problema, pero recuerda que te cuides de los ojos de Beck, que si te mira podría sancionarte.

—Ya me habló Fausto sobre eso. Beck se me hace una persona un poco amargada por la vida.

—Él así es, nadie puede cambiarlo y lo tenemos que soportar por lo menos en el trabajo.

—Dios nos brinde la suficiente paciencia para eso —alzó la mirada junto con las manos.

—Que buena expresión hiciste, te viste bien.

—Gracias por el cumplido. Le pregunto, ¿en qué puedo servirle?

—¿Tienes experiencia en negociar? ¿Saber en qué conviene invertir?

—Me encanta todo eso, sé un poco, lamentablemente no tengo experiencia ni es mi ámbito laboral.

—Me ayudarás en lo que te indique, veremos que tanto sabes y así no solo serás mi asistente.

—Bueno, póngame a prueba. ¿En qué necesita ayuda?

—unos hombres nos buscaron para que hagamos publicidad sobre su marca y todos sus productos. Ellos piden que lo hagamos a otro nivel, quieren que grabemos un comercial, publicidad por todas partes de la ciudad y hasta marketing incluido.

—¿Marketing? Es algo impresionante, pero tengo entendido que la compañía no se especializa en ese aspecto.

—Tenemos la capacidad y el presupuesto para hacerlo, el problema es que no sé si Beck esté de acuerdo.

—Le aconsejo que lo consulte con él, ya después podrán ver como impulsar  la marca y los productos, lo de grabar un comercial es una excelente idea. Si me permite, también sugiero en periódicos, la radio, entre otros medios.

—Que brillante idea, me gusta como suena, los productos de belleza y sobre el cuidado de la piel es novedoso cada vez más.

—Claro, puede ayudar muchísimo, pero también vean sí ganarán o perderán ganancias.

—Antony, gracias por tu ayuda, me quité esa inseguridad por no saber si hablarlo con Beck y que el negocio no fuera una buena decisión.

—No agradezca, usted únicamente pidió un consejo y apoyo.

—Dejando de lado esto, te vuelvo a repetir que no me hables de "usted" haces que me sienta vieja.

—Disculpa, se me olvida hablarte de esta manera —dijo un poco apenado.

—Te acostumbrarás, lo harás hábito después. En unos momentos regreso, hablaré con Beck sobre lo que charlamos.

—Ten cuidado y ve con toda seguridad en que el apoyará este proyecto.

—Gracias por los ánimos, tú siempre tan lindo.

—No es nada, vaya a decirle a Beck, tengo la certeza de que lo convencerá.

—Eso espero, Antony. Vuelvo enseguida.

No pasaron ni 6 minutos y Natalie ya había regresado a su oficina.

—Has llegado muy rápido, ¿salió todo bien?

—No aceptó, dice que por ahora no hay tiempo suficiente para realizar semejante publicidad.

—¿Por qué? Si ustedes son quienes generan mucho en tan solo semanas.

—Es que ahora está concentrado en apoyar a la campaña de uno de los que quieren llegar a la presidencia de Livertia.

—¿Qué? —dijo sorprendido— No sabía que hacían eso.

—Ni yo, hasta ahora, pero no importa, veré que opciones hay.

—Tienes mi apoyo en cualquier cosa que me pidas o necesites.

Una llamada entró en el teléfono.

—Buenos días, compañía portal al abismo, donde lo que usted necesite se verá plasmado alrededor del mundo —contestó Natalie.

—Necesito a tu pequeño bebé en mi oficina, que venga rápido.

—Para que lo necesitas...

—Lo esperaré aquí —interrumpió Beck—, que sea veloz como rayo de luz.

—Está bien, como tú lo desees —cuelga—. Antony, Beck te quiere ver, ve a su oficina.

—¿A mí? —su voz comenzó a temblar y nervioso preguntó— ¿Por qué?

—Eso me gustaría saber, desafortunadamente no logré que me dijera. Por favor, no te pongas nervioso ni entres en pánico.

—Si, no te preocupes, seguro que estará todo bien.

Antony salió de la oficina y se dirigió hacia la de Beck. Tenía un poco de miedo, estaba preocupado sin saber los motivos a los que le orilló a Beck para requerir su presencia.

Tocó la puerta y preguntó:
—¿Puedo pasar, señor Beck?

—Pase, pase.

Cuando entró, sintió una sombra pesada,  un ambiente sumamente tenebroso. Las piernas le temblaban y comenzaba a ponerse pálido.

—¿Qué es lo que se le ofrece? —preguntó amablemente.

—De ti, nada, ¿qué se me puede ofrecer?

—Entonces, ¿para qué me mandó a llamar?

Beck estaba de espaldas, pero se volteó poco a poco hacia Antony y lo miró con un cierto odio.

—Eres un entrometido, metes tus palabras donde nadie las requiere.

—Perdone, pero no comprendo lo que trata de decir —puso una cara confundida.

—Natalie me dijo que apoyaste el proyecto del que me habló, yo te preguntó, ¿cuál es tu puesto en esta empresa?

—Soy asistente de la señorita Natalie Díaz.

—¡Exacto! Sólo eres el asistente de Natalie. Tu única función es contestar sus llamadas, ayudarle a manejar su tiempo, su agenda, no en trabajos de alto nivel.

—Señor, yo sé los labores que me corresponden, pero Natalie me pidió una pequeña opinión sobre el proyecto y le dije que era una buena idea, que lo consultara con usted.

—Pues no me pareció en lo absoluto, tú no tienes porque meterte en esos asuntos. Comprende que eres alguien diminuto en esta empresa.

—Disculpe, señor, no hice nada malo.

—Guarda silencio, es lo mejor que puedes hacer por el momento.

—Señor Beck, ¿está bien? Lo noto algo alterado.

—Si lo estoy, pero eso a ti no te importa.

—Si es por la muerte de su padre que está así, lo entiendo, es difícil resignarse, pero todo irá mejor.

—¡Tú no entiendes nada! —alzó la voz y soltó un fuerte golpe sobre el escritorio— No me conoces. Será mejor que te vayas de aquí, no quiero cometer una locura.

—Lo siento si hice que se alterara más, creí que podría ayudarle en algo, si no es así me retiraré. Nuevamente, pido perdón por lo que pasó con Natalie.

—Está bien, largo de aquí ya, no quiero verte.

Antony se fue atemorizado, pensaba lo peor, que sería despedido de la compañía, pero no fue el caso. Ver a Beck se esa manera le dio bastante miedo.
Llegó a la oficina y entró.

—Antony, has llegado, ¿qué sucedió con Beck? —Natalie preguntó muy afligida.

—No pasó nada malo, no te preocupes.

Antony no quería meterse en problemas, si le contaba a Natalie ella podría hablar del tema con Beck. Era evidente que él no quería eso, con el miedo de no conservar su empleo.

—¿Estás seguro? No me mientas, que tarde o temprano lo sabré.

—De verdad, no ocurrió nada, sólo fue para hablar sobre usted.

—¿De qué hablaron?

—Bueno, usted sabe que Beck es un señor de mucho misterio, me dijo que conservara la conversación.

—Me dio mucha intriga, lo sabré de todas formas, yo encontraré él modo.

—Claro, sé que eres astuta —sonrió muy pícaro.

—Gracias. Ya que hablas de conservar conversaciones, quiero que lo hagas con esta.

—Sí, puedes contarme lo que tú quieras, yo no diré ni una palabra.

—El proyecto del que te conté, lo haremos, pero seamos discretos, contaremos con equipo. Me ayudarás en él y no dirás nada sobre esto.

—Más que entendido, como te dije, no hablaré nada.

—Me parece estupendo —le guiñó el ojo de una forma coqueta.

Varias horas de trabajo habían pasado, era el tiempo del pequeño receso para comer. Natalie aprovechó e invitó a Antony a un restaurante cerca de la compañía, era la oportunidad de asecharlo.

—Tengo una propuesta y no te negarás —caminó hacia Antony muy seductora, moviendo sus curvas de un lado a otro—, Iremos a comer a un restaurante.

—Pues si no hay modo de rechazar, acepto su generosa propuesta.

—No esperemos más y vayamos.

Los dos salieron de la compañía, aproximándose a una pequeñita aventura, bueno, al menos para Natalie.

Un amor sin rumbo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora