Capítulo 3: La familia.

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Horas después del baile, todos agotados estaban, excepto Antony, él no bailó.

—Te mueves mucho, Fausto, y bastante bien. Deberías ser instructor de baile —le dijo Natalie.

—Muchas gracias, amiga mía. Lo he considerado, pero no.

—Disculpe mi atrevimiento, señorita Natalie, veo que muchos se retiran, ¿necesita algo más? Si no es así, procederé a retirarme —dijo Antony.

—Claro que ya se puede ir, pero si gusta esperar, yo lo puedo llevar hasta su casa.

—No. No quiero causar molestia.

—Pero que molestia, espere sólo unos minutos y nos iremos juntos. Usted no se preocupe.

Lo que dijo Natalie: "espere unos minutos" se convirtió en 2 horas, pues Natalie comenzó a tomar alcohol con Saúl y los demás chicos, excluyendo a Fausto. Éste no le gustaba las bebidas alcohólicas.

—Fausto, ¿podrías decirme la hora? -preguntó Antony.

—Mi reloj marca las 9:30 p. m. ¿Por qué?

—Es que ya es demasiado tarde y tengo que llegar a casa a tiempo, además que en donde vivo está muy lejos de aquí.

—Dímelo antes, yo te llevo ahora mismo.

—¿En verdad? No quiero quitarte tiempo.

—Tranquilo, la verdad no tengo nada que hacer, aquí ya están tomando demasiado y eso no es de mi agrado. Natalie quedó de llevarte hace mucho tiempo y mira. Por eso yo te llevaré.

—Es que....

—Es que nada —interrumpió Fausto—, yo te voy a llevar y punto final. En la noche el taxi cuesta caro y en otros transportes a esta hora se pone peligroso.

—Sólo aceptaré por esta ocasión.

—Pues toma tus cosas y vámonos ya.

—Pero las dejé allá arriba.

—Déjalas ahí, no le pasarán nada.

—Pero tengo mis llaves allá, mi dinero, papeles.

—Está bien, está bien, ve en lo que voy por el coche hasta el estacionamiento. Espero no te pierdas.

—No lo creo, tengo buena memoria. Soy enseguida.

Antony fue hacia el elevador, esperó a que bajara. Unos 5 minutos para que el elevador llegara y entró. El elevador se paró y salió. Se dirigía para la oficina de Natalie y cuando apenas abría la puerta Beck lo vio gritó:

—¿Qué es lo que buscas en esa oficina?

Antony comenzaba a ponerse nervioso.

—Sólo vine por mis cosas, señor.
—¿Y en la oficina de Natalie? ¿Por qué ahí?

—Es que aquí las dejé, y también porque compartiré lugar con ella.
Beck comenzó a ponerse rojo de la cara y le contestó:

—Que bonito, que buena noticia. El nuevo asistente trabajará muy cerca de Natalie Díaz —respondíó sarcásticamente y se le notaba celoso.

—Así es, Señor Beck, ¿hay algún problema?

—No, no, para nada, todo está perfecto. Sólo que no puedo creer como Natalie le pudo haber tenido tanta confianza a usted, me parece bastante curioso.

—Sí, y se le agradece a ella por esa confianza, ¿ya puedo entrar por mis cosas? —preguntó con incomodidad.

—Adelante, entre. También es su oficina.

Un amor sin rumbo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora