Antony esperaba cerca de la puerta de la oficina de Natalie, a que ella llegara para que abriera. Era muy temprano, aún el sol no salía y casi nadie llegaba.
En su mente pensó en Kelly, ya hace dos días que no sabía nada de ella. Sacó su teléfono del bolsillo y le escribió un mensaje: Hola, Kelly, espero te encuentres bien y tengas éxito allá en donde estás. Quisiera llamarte pero cuesta mucho, pero te escribo esto y quiero que sepas que te quiero mucho.Antony, decidió ir por un café. Caminaba hacia el elevador y justo una chica venía por el pasillo derecho. Al cruzar, ambos tropezaron.
—Disculpe, señorita. ¿Está usted bien?
—Sí, lo estoy, ¿y usted?
—Claro, no me pasó nada.
Antony vio a la mujer y la reconoció. Era aquella con la que había tropezado cerca de la heladería.
Pauso la historia un poco. Espero recuerden que les dije que ella es importante y de gran influencia en la vida de Antony. Es por ello que la presentaré como lo amerita:
Es Leslye Castro, una mujer muy atractiva, tímida, amable, trabajadora y muy intelectual. Tenía unos ojos de color café y pequeños. Cabellos largos, lacios y castaños. La nariz chata, y de una estatura baja. Mayormente vestía con vestidos largos.—Espere... Es usted la mujer de la aquella vez, ¿no?
—No sabría decirle, yo a usted no lo identifico.
Antony también poseía el talento de memorizar absolutamente todo, desde pequeño recordaba cualquier cosa que hacía y decía.
—Claro, no se si recuerde que nos cruzamos y tiró mi helado. Incluso quería hasta pagarlo.
—Ya lo recuerdo, pero no me fijé en usted, por eso no lo ubiqué.
—Dígame, ¿cuál es su nombre? —preguntó Antony, sutilmente.
—Leslye Castro, ¿y usted, cómo se llama?
—Soy Antony Valenzo y es un gusto para mí conocerla, vaya que de una forma agradable y sin que en mi ropa tenga algo embarrado.
Leslye se mostraba seria, ni siquiera una sonrisa por el pequeño chiste que dijo Antony.
—¿Trabaja aquí? ¿Busca a alguien? Porque a estas horas sólo llegan los de limpieza.
—Así es, yo tengo el placer de trabajar aquí. Yo soy el asistente de Natalie Díaz.
—Me sorprende, usted. Casualmente yo soy asistente del señor Beck.
—¿En serio? ¿Y cómo puede soportar a ese hombre?
—Creo que usted no es muy bueno conversando con alguien que justo acaba de conocer —se mostró molesta y bajó la mirada.
—Lo siento, mi intención no era ofender ni su trabajo ni al señor Beck, además, que, el es nuestro jefe.
—Independientemente de que sea el jefe no es bueno hablar de las personas si no las ha tratado como se debe.
—Nuevamente, pido una disculpa a usted, no quise ofender.
—No tiene por qué pedir una disculpa. Sin nada más que agregar a esta conversación, paso a retirarme.
El elevador se abría y salía de él la bella Natalie.
—Buenos días, Antony. Al parecer vi mal, según yo, el sol todavía no sale.
—Buen día, Natalie —dijo nervioso— ¿Por qué lo dice?
—Por nada, olvídalo. Llegaste muy temprano, no me parece que llegues más temprano que yo.
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Un amor sin rumbo.
Ficção AdolescenteRicardo cuenta una linda pero terrible historia a sus hijos, donde él intenta expresar el dolor y el amor a la vez. Antony Valenzo, el protagonista de esta historia, entra a trabajar a una empresa, donde conocerá al supuesto amor de su vida. Tambié...