prologue

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Sostiene con firmeza las correas de su bolso, aferrándose a ellas para que el temblor de sus dedos largos y blanquecinos no se llegue a notar, que no se llegue a notar su nerviosismo y miedo a lo que pueda venir. Pero, está decidida. Hará esto. Lo hará por su bien, porque lo merece y no quiere seguir siendo la humillada que siempre ha sido.


Suspira y golpetea la puerta con sus nudillos en un puño, decidida y armada de valor. Aclara su garganta, sintiendo pasar la saliva lentamente por su tráquea.


Después de dos golpes consecutivos, decide abandonar ésta apresurada y arriesgada misión, da la vuelta, dispuesta a ir hacia el ascensor y no volver allí.

Sin embargo; su consciencia no está de acuerdo con ello, y con una voz siseante, irrumpe en el silencio de su mente:

"Recuerda, Vallolet. Se merece esto y más, tú necesitas ayuda y te la puede dar. No la desperdicies. ¿Qué, acaso, no quieres ver arrastrarse a ese mal nacido? "

Tiene razón, piensa. En un día para otro, él puede desaparecer por razones obvias, o personales. Ahí, ya no podrá hacer nada, y se arrepentirá, queriendo después, al ver como triunfa ese desgraciado, verlo arrastrarse por el piso.

Lo haré. Lo haré. Se dice a sí misma. Vuelve, y golpea con más firmeza la puerta. Verifica con éxito, que sea el departamento correcto. Inspira con fuerza y absorbe todo el oxígeno que se le es posible y lo bota lentamente, como si con eso estuviera expulsando su nerviosismo e inseguridad, que de seguro, le están dando la peor de la suertes.

No es que sea muy creyente en eso de la suerte, horóscopos y todo lo demás. Pero suele hablar o pensar a lo bruto, y decir cosas, aunque ella no crea en ellas.


De un rápido y estruendoso movimiento, la puerta se abre, ocasionando un eco por todo el pasillo y que Vallolet se estremezca.

Una chica con el cabello castaño, ojos azules gigantescos, labios rosados, tez entre bronceada y aperlada, la observa con una ceja alzada y con una mirada acusatoria.


«De seguro estaba dormida. » « Quéi diota eres, ahora por despertarla, no querrá ni invitarte a pasar.» Esos y más pensamientos rondaban en la mente de Vallolet, lamentándose.


—¿Tú eres ...? — le pregunta en un tono, con un ligero reproche.




— V-vallol-let —, traga saliva y se aclara su garganta— Vallolet Stinks.


Siendo analizada por la mujer que está frente a sus ojos, no puede evitar darse cuenta de que es hermosa. Para ella, es muy atractiva, hay algo que resalta en su mirada. Tal vez sea su firmeza, la seguridad que transmite aun mirando a la nada. Parece que nadie puede con ella.


—Bueno, Vallolet... ¿Qué se te ofrece? — dice la castaña recargada en el marco de la puerta, reuniendo toda la paciencia que le queda.





—¿T-tú... eres KrisL? — su voz no deja de temblar, incluso se le hizo demasiado complicado poder hacer que su voz salga. Está demasiado nerviosa, las manos le sudan y su labio inferior cada varios segundos tiembla al compás de sus latidos.


—Sí, soy yo. ¿Quién te habló de mí? — la forma brusca y hostil en la que escupe las palabras, hace que Vallolet se estremezca aún más y quiera salir corriendo de allí.


—George. — murmura.


Kristen la observa de arriba a abajo, de abajo hacia arriba con el ceño fruncido y los ojos achinados. Duda unos instantes, pero al fin de cuentas, se hace un lado, dejando pasar a Vallolet a su departamento.


Karma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora