Capítulo 2

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Dáire era aún inexperto y demasiado cohibido como para pedir con sus propias palabras algo como eso, Corben lo entendía perfectamente y le bastó su lenguaje corporal para saber que deseaba continuar, pues el pequeño se sostuvo de sus hombros mientras le recibía, arqueaba la espalda y contenía un intenso gemido al tiempo que sus piernas se cerraban atrapándole entre ellas, como si deseara retenerle dentro.

En cierto punto, Dáire cerró los ojos y sus brazos rodearon el cuello de Corben mientras éste embestía con más fuerza, haciéndole gemir sin ningún reparo, a esas alturas era imposible contener cualquier sonido que debiera salir de sus labios, un cúmulo de sensaciones recorrían su cuerpo tan bruscamente como las manos del Dios que acariciaba cualquier sitio al cual llegaban.

Corben le besó profundamente y el contacto fue lento a pesar de las circunstancias, hasta que su lengua invadió la boca de Dáire sin haber lidiado con alguna batalla previa, el chico cedía completamente ante él y era una sensación casi nueva para Corben, en especial porque se trataba de Dáire, ese chico de quien pensó que solo recibiría rechazos después de la manera tan violenta en que lo había tratado hasta entonces.

Ahí tenía la respuesta a todo, deseaba ganarse su confianza, y Dáire estaba demostrando ser capaz de confiar en él incluso cuando aún estaba bastante asustado, parecía tan dispuesto a ceder, Corben solo debía hacer las cosas bien desde ese momento.

Lo primero que hizo esa noche, mientras poseía el frágil cuerpo de Dáire, fue darle prioridad al placer de éste antes que el suyo, lo tomó como un reto y Dáire no fue capaz de acallar u ocultar ni la mínima reacción, cada expresión, cada gemido, los sutiles intentos de permitirle ir más allá, eran en respuesta a la voraz forma en que Corben le tomó las siguientes horas.

En un movimiento inesperado y algo brusco, Corben jaló a Dáire sosteniendo su delgada cintura mientras se incorporaba, volvía a ponerlo arriba donde él perdía cierto control, pero a esas alturas no era necesario someter al menor, así que detuvo la faena un momento y mirándole a los ojos le atrajo más para besarle.

Dáire se había soltado cuando cambiaron de posición, dejando de aferrarse a él le miraba confundido y también inseguro porque no sabía si debía hacer algo, pero que de pronto le besara tan profundamente le sorprendió, sintió un estremecimiento en su pecho y se hizo pequeño entre los brazos que le envolvían. Se sentía tan bien la forma en que Corben le estaba tratando, que incluso dejó de recordar todas las veces en las que le lastimó, por alguna razón, el miedo había disminuido tanto que deseó continuar.

—Si te puse así es para que encuentres la manera en que puedas disfrutarlo. —murmuró Corben cuando el beso terminó, sus labios aún estaban tan cerca que Dáire aún los podía sentir rozando los suyos. —Vamos, intenta moverte, si no te agrada solo debes decirlo.

— ¿Cómo? ¿Por qué? —preguntó confundido y miró abajo encontrándose con su barriga contra el abdomen del mayor, se sintió extraño porque su cuerpo había cambiado demasiado, pero suponía que, si Corben no decía nada sobre eso, debía ser algo muy normal en su condición.

—Porque pretendo que esto sea agradable para ti. Puedes comenzar hincándote.

Dáire asintió de prisa y se separó pretendiendo obedecer, porque aún si Corben no se dirigía a él como si fuera una orden, él la tomaba aún como tal. Al incorporarse hizo que el miembro del Dios abandonara su interior y eso se sintió muy extraño, porque ese mismo miembro le acababa de hacer sentir tantas cosas nuevas y de pronto ya no estaba. Moverse resultaba difícil, mientras se separaba más de Corben, levantaba la mirada esperando otra indicación, pero él solo le observaba fijamente y sin ninguna expresión que denotara si lo estaba haciendo bien o mal.

El destino de VarnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora