Reunidos todos los Selaris en el Glè àrd, la ruptura del mundo les llegó a los oídos como un viento huracanado, como el más grande de los truenos que habían podido conocer los Dioses. En Daegard, llegó como un terremoto precedido por la más fuerte de las ondas expansivas que habían podido imaginar los mortales, que se llevó no solo vidas sino ciudades enteras a su paso. Cuando los Dioses miraron por debajo de sus pies para observar el mundo, vieron como una colosal grieta se extendía por todas las tierras del oeste hasta partirlas por la mitad. El tajo en el suelo profundizaba hasta las capas más angostas del corazón de Äyll. Un Abismo que de haberse producido en el océano habría vaciado el mismo, dejándolo completamente seco.
Pero lo peor estaba por llegar. De ese corte en el mundo, empezaron a salir millares de abominables criaturas de diferentes tallas y formas. Los llamaron Repudiados. Las más gigantescas, armadas con alas afiladas como hachas y escamas duras como el hierro, eran los llamados Seth; los dragones que habitaban en el confín del inframundo junto a las Nornas. Se contaban por centenares; Inmensos y podersos, letales como nadie. Cogadh los había convocado a todos la Guerra.
Los Selaris se armaron con sus armas Divinas. Los mortales, reunieron lo que les quedaba de su fuerza y valor, y plantaron cara al Dios de la Guerra. Habia empezado el Ragnarök, la Guerra del fin del mundo.
Lozag invocó a las Valkirias, habitantes del Valhalla (el paraíso de los muertos) y las hizo descender a Daegard para luchar contra los Seth y contra el Dios corrompido. Las Valkirias eran semidiosas immortales; medio humanas, medio elfas, quienes habían sido bendecidas por el propio Gáriel en su nacimiento. De la misma manera, Lozag recogió una gota de la sangre blanca de Kalinor, y la mezcló con una de hombre y otra de enano, y creó a los Celagors; semidioses, medio humanos, medio enanos, cuyo único propósito en la vida sería la de purgar las tierras de Daegard de los enemigos de los Selaris.
Cogadh por su parte, habiendo vaciado los confines del mundo de criaturas, sometió de nuevo al pueblo de los Duvegars, y convoco de las entrañas de las montañas a los Skakars (especie de mutación entre ratas y trolls, más inteligentes y agiles, pero igual de desagradables), y ambos pusieron sus ejércitos a su disposición. Y así empezó la Guerra. Los Selaris, adoptando sus formas físicas más temibles, combatieron sin descanso a los Seth y a las artes arcanas del que una vez fue el Dios de la Guerra, tan corrompido y ciego de codicia que iba destrozando el mundo que tanto ansiaba gobernar a cada paso que daba. En tierra firme, los Rhoors se unieron a las fuerzas de los hombres, elfos y semidioses para acabar con los ejércitos de Cogadh.
La Guerra duró meses. Al terminar, Cogadh había exterminado a los Dathans. Uno a uno, de la mano del fuego de Dragón, o de Víbora, los Dioses menores fueron asesinados por el Dios de la Guerra. Todos y cada uno de ellos se habían enfrentado, y habían sucumbido. Los mortales por su parte, habían salido victoriosos. Los Selaris, manteniendo ocupados a los Seth, habían permitido a los mortales librar una lucha desentendida de los dioses, y habían logrado desterrar a los enanos corrompidos, a los Repudiados y destrozar las demás fuerzas de Cogadh, aunque el precio hubiera sido muy elevado.
Al final de la lucha, Gáriel, horrorizado por los resultados, decidió que la única manera de salvar su mudo de la ira de Cogadh era desterrándolo, así que reunió todo lo que la luz le había concedido, y lo arrastró dentro del Abismo, donde él mismo se ocuparía de que el dios de la Guerra no pudiera salir de ahí jamás, en un duelo eterno librado en el corazón de Äyll.
En sus últimos momentos en Heladorn, Gáriel encomendó a Lozag restaurar el mundo tal y como lo conocían. Pero sin los demás Selaris, Lozag veía esa tarea imposible. Por ello, tomo una decisión. Arrebató el conjuro que Cogadh había mantendio en las mentes de los Repudiados, los Seth, los enanos y las demás bestias, quienes recuperaron su poder sobre si mismos y abandonaron la lucha. Entonces, concedió su imortalidad a las Valkirias y a los Celagors, nombrándolos Salvaguardas de Daegard, para que velaran por la seguridad de todos los allí vivientes, y encomendándoles la tarea de los Dathans, pues de su semilla ya marchitada nunca volvería a nacer un Dios. Y finalmente, con su forma física frágil y mortal, Lozag abandonó Daegard para ocupar el lugar que las hijas de Gariel habían abandonado en el Valhalla, donde recibiría y acomodaría a los Heroes caídos en el mundo para que viviesen su segunda vida en el seno de la eternidad. Y con este gesto, los Selaris desaparecieron como si nunca hubieran existido, y así empezó la nueva era del mundo.
Comentario: La mayoría de lo que esta escrito esta mal redactado, con faltas y fallas, en cohesión y coherencia. Esto es un borrador, la historia final tendrá cambios muy sustanciales, en nombres, razas y demás (ej: las valquirias no se llamaran así y el sistema mágico modificara parte de la historia contada) Aparte de eso, estoy abierto a sugerencias. Saludos!
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El Falamh - Los orígenes del universo
FantasyTodo mundo de fantasía nace de algún lugar, y este, es el origen del Falamh, mi universo de fantasía. En concreto el inicio de los tiempos, la creación del mundo, sus dioses, hasta la apertura del Abismo. Comentario: La mayoría de lo que esta escrit...