Los Selaris convivían en el paraíso de Heladorn, ya mencionado, donde campos de hierba esculpidos en las nubes y grandes palacios hechos de luz y cristal se alzaban para satisfacer a los Yaars, Gleers y Rhoors por igual. En el centro de ese paraíso, se había erigido un majestuoso templo, conocido en la lengua común como Glè-àrd, hogar de los altísimos Dioses; los Eedar. El Templo también era el lugar donde se debatían los augurios que estaban por suceder, las batallas que se debían librar, o los problemas en el mismo reino Divino.
Al igual que los hijos de Lozag (los habitantes de Daegard), los Dathans también tenían sus inquietudes, sus deseos, sus pensamientos. Y uno de ellos; el Dios de la guerra, Cogadh, no estaba satisfecho con nada, pues guerra tras guerra las miradas de los demás Selaris se posaban sobre el, como culpándolo de todas las desgracias sucedidas en el mundo. Contradicho con sus padres y hermanos, fue acumulando cólera durante los largos años de su existencia, hasta que un día decidió descargar su furia contra todo ser conocido. Pero necesitaba más poder, y así pues, se dispuso a obtener-lo.
Su primer paso fue descender a los dominios de los elfos. Atravesó las grandes puertas de la ciudad de Elionor, en cuya altísima torre arcana, de más de medio millar de metros de altitud, albergaba el deseo más ardiente en el corazón de Cogadh; Amatisa.
Subió silenciosamente las escaleras que llevaban a la cima, armado con una fina daga hecha de viento, y al llegar arriba, de un tajo despojó el alma y poder de Amatisa de su cuerpo físico ya inerte, dejando al alma atravesar libremente el camino al Valhalla sin que siquera lo que antes fué la diosa Amatisa se hubiera percatado de lo sucedido. Cogadh arrancó el poderío arcano de Amatisa y se apropió de él, aunque no fue suficiente... Había violado el más sagrado de los términos que Gáriel había concebido para los Dioses; arrebatar la existencia de otro Dios. Sin embargo, necesitaba más poder.
Su siguiente paso lo llevó a la Tierra de los Duvegar. Con el poder obtenido de su hermana, sometió a servidumbre a los Enanos y les dio treinta días para que forjaran, en secreto, una poderosísima arma capaz de matar al más grande de los gigantes. Capaz de cortar el océano por la mitad. Capaz de matar a los inmortales Eedars.
Pasados los treinta días, los Enanos entregaron al dios de la Guerra una espada de filo plateado e impoluto, con una empuñadura digna de un rey, armada con gemas y joyas que recubrían todo el pomo. Cogadh la llamó Víbora.
Subiendo los peldaños que conducían al cielo, llegó a las fauces del colosal templo que se alzaba en el centro de Heladorn. Atraveso las puertas hechas de lluvia y pisó por última vez el suelo de cristal hasta encontrar a Kalinor, creador de mundos, sentado en una hamaca invisible. Como un rayo, descargó la furia de Víbora en el vientre del altísimo Dios, quien brincó para esquivar el tajo. Y asi, sigueron estocando y esquivando sin que el gran Eedar entendiera lo sucedido, hasta que al final, Cogadh asestó un último golpe implacable que atravesó el cuerpo inmortal del Eedar. Nada hubiera sucedido con un simple filo de acero, pero Víbora había sido forjada con la más oscura de las magias conocidas en Äyll. El Eedar, ni enfadado ni asustado, cerró los ojos como si dormido estuviera, y su cuerpo inerte se relajó mientras Cogadh absorbía hasta la última gota del poder de su padre. Del padre del mundo. Al terminar, se volvió, y el resto de los Dathans allí presentes lo miraban horrorizado ante la atrocidad que había cometido. Empezaron a acercar-se para apresar al Dios de la Guerra, quien ignorando a sus hermanos y hermanas, sonrió para sí mismo y derribó una de las paredes del santísimo Glè àrd. Atravesó los escombros corriendo a una velocidad inhumana, se desplazó hasta el borde de Heladorn, y entonces, saltó. Y cayó, y siguió cayendo, y empuño a Víbora, y al llegar al suelo, la clavó con toda la fuerza y poder que había obtenido de su padre y hermana. Y entonces, el mundo se quebró.
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El Falamh - Los orígenes del universo
FantasiTodo mundo de fantasía nace de algún lugar, y este, es el origen del Falamh, mi universo de fantasía. En concreto el inicio de los tiempos, la creación del mundo, sus dioses, hasta la apertura del Abismo. Comentario: La mayoría de lo que esta escrit...