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-Alex ¿cuándo mierda pensabas decirme que saldrías del país?..¿cuándo estuvieras arriba del avión?- fue el grito de la rubia al entrar de golpe en su apartamento.

El reloj marcaba apenas las seis de la mañana, la pelinegra no hacía mucho que se había levantado y estaba placidamente bebiendo un café sentada en la mesa de la cocina. Decir que había dormido mal era poco y ciertamente, Sasha, era la última persona con lo que tenía ganas de lidiar.

- Sasha..- dijo con una sonrisa fingida y la mandíbula apretada, obligandose a no rodar los ojos, ese no era un buen momento para pelear.

Hacía un tiempo que Alex le había comentando a su prometida que existía la posibilidad de viajar a europa por trabajo, pero en su momento no fue algo que hubieran discutido mucho ya que no era seguro, dado que a la pelinegra le parecía una locura irse por tiempo indeterminado y dejar a la mujer sola, estaba muy enamorada de ella como para estar alejada tanto tiempo, por lo que la discusión había sido dejada de lado ni bien la pelinegra había posado sus labios sobre el cuello de la rubia succionando la piel sensible y antes de que Sasha pudiera realmente dar su opinión al respecto, Alex la despojaba de su ropa y se perdían entre besos y caricias.

Eso había sido dos largos meses atrás, aunque la pelinegra sentía que en el medio habían pasado años. La mujer que era ahora no se había detenido a pensar en las consesuencias de irse sin su futura esposa ni un segundo, y si Alex realmente conocía a la rubia un poco, sabía que en ese momento iba a finalmente escuchar su opinión.

-Soy tu esposa, Alex, ¿qué te pasa?¿por qué no me dijiste nada?- el tono de la rubia retumbó en su cerebro como si estuvieran tocando una batería en la misma habitación, e inmediatamente tuvo que cerrar los ojos y masajearse las sienes por la punzada de dolor.

- Sash, por favor, no he dormido bien, estuve trabajando hasta tarde..- mintio, la otra mujer no tenía porque saber nada..-
¿puedes..no levantar la voz?-.. Sasha le dio una mirada dura, cruzandose de brazos..-voy por trabajo, tu sabías que estaba la posibilidad- explicó Alex en un tono pacífico, todo lo contrario a la otra mujer que ahora estaba parada frente a ella hecha una tormenta.

- ¡Pero dijiste que no era seguro!- en lugar de bajar la voz, pareció aumentarla y con eso Alex estaba a un segundo de colapsar..-¡además creí que me llevarías contigo, Alex!.. no lo sé, quizás..¿
¡por qué soy tu maldita esposa!?- la pelinegra abrió los ojos resignada a que eso estaba pasando justo en aquel momento en el que tenía que irse y que no tenía la fuerza necesaria para afrontar dicha situación.

- Sash, es un viaje de trabajo, son reuniones con empresarios, no es un viaje de placer-..explicó manteniendo la calma..-además-.. hizo una pausa para acercarse a su lado con una leve sonrisa en el rostro..-te necesito aquí, a cargo de la empresa mientras yo esté fuera-.. acarició su mejilla y se volvió a su lugar. Continuó hablando pero la rubia había dejado de escucharla en cuanto le pidió que se quedara a cargo, eso último pareció encender una lamparita en ella. Si iba a estar a cargo de la empresa significaba que podría tomar decisiones, entre las cuales estaba echar al personal. De pronto, no podía esperar a que la pelinegra se fuera y la dejara hacer su trabajo.

-De acuerdo, me quedaré- la rubia fingió desinterés lo cual llamó la atención de Alex, ya que se esperaba una solida media hora, sino era más, de sermon por parte de la otra mujer, pero como no tenía ganas de averiguar a que se debía exactamente ese cambio de actitud, le depósito un beso en la frente y la dejó sola, entrando en su habitación para terminar de arreglarse y acomodar los últimos detalles.

- Llámame cuando llegues- escuchó Alex ni bien entró al cuarto y luego el sonido de la puerta cerrándose.

Definitivamente había sido demasiado fácil, esperaba no llevarse una sorpresa cuando volviera.

La dama de hierro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora