IV

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Me recuesto sobre mi silla y cruzo mis piernas. Junto mis manos y me pongo a pensar.

Son las 22:46 según el reloj de mi
pared. No hay nadie en la oficina. Mi auto es el único que se puede visualizar en el garaje. No es seguro ir por ahí sola.
Y estoy aquí desde las tres de la tarde.

Me siento muy cansada, pero por fin terminé mi trabajo de mañana.

Claro. Porque mañana tengo que volver aquí a las siete de la mañana.

Suspiro. Me levanto de la silla. Las piernas me duelen. Camino por mi oficina. Solo se podrían oír mis pasos bajo mis tacones.

Camino hacia el ventanal. De aquí se ven muy pequeño todo. Estoy en un décimo piso, y estoy sola.

Totalmente, sola.

-¿Qué estoy haciendo con mi vida? -pienso. Cada día me lo pregunto. Y mi vida no es tan mala para empezar. Desde que llegué aquí a Bangkok lo único que hago es trabajar. Llegar a casa. Volver a trabajar. Y claro, comer. Mi vida no tiene otros pasatiempos.

Pero... ¿Es tan malo todo esto?

Mi trabajo es bueno. Me ayuda a sobrevivir y puedo mantenerme por mi misma. Y claro, a mi auto.

 
Nadie te dice lo caro que es mantener uno hasta que por fin tienes uno. Y no me quejo. Solo me gustaría saber si mi vida se puede basar solo en eso. O que en realidad debo hacer otras cosas... No sé. Hacer un deporte... Hacer teatro...

 ¿Por que haría teatro...?

Escucho un ruido y mis pensamientos se dispersan. Miro hacia la puerta de mi oficina que estaba cerrada. Se supone que no queda nadie. ¿Me debería de asustar?

 
Camino hacia la puerta y la abro. Un frío recorrió mi espina dorsal cuando dos enormes ojos celestes me miraban. Unos ojos profundos. Unos ojos que no había visto nunca en mi vida.

 
Son muy celestes... pensé. Parecían el mismo cielo. Y eso que el edificio estaba con menos iluminación debido a la falta de gente. Podía ver esos ojos con inmensa claridad. Podía sumergirme en ellos si quisiese.

 
Pero esos ojos no venían solos. Estaban acompañados de un pálido rostro y cabello color castaño. Era un castaño claro, casi rubio.

 Esos ojos me miraban estupefactos. Ambas nos habíamos asustado.

-Hola... -le digo. Y quito mis ojos de los suyos. La observo por encima. Estaba vestida con un uniforme color azul medio gastado. Traia el cabello atado. Y sonreía.

Y como sonreía...

-Buenas noches, señora...-me dice.

Claro. Ella se ve unos años más joven que yo. Deberá tener unos 18, 19 años si no es que más. Parece hablar muy bien el tailandés. Sin embargo no me explico el por qué no tiene ni un solo rasgo asiático.

 
Carajo. Pienso.

Me acaba de decir señora, como si fuera poco.

-¿Que haces aquí tan tarde? -le pregunto. Supuse que ella trabajaba ahí. De no ser así, nos veríamos en grandes problemas.

-Soy de mantenimiento señora...

-Oh, no te preocupes. Me llamo Gel, ésta es mi oficina.

¿Mantenimiento? ¿Por qué no te habia visto nunca? ¡Hace 5 años que trabajo aquí!

-Ah... Ya...-vacila ella.

Mira detrás de mi. Y me mira a mi de nuevo. Nuestros rostros estan lejos uno del otro, sin embargo, me siento muy cerca de ella, por lo que retrocedo unos pasos. Mis tacones resuenan bajo mis pasos.

Décimo intento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora