Prólogo

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Se hizo un hueco en la camilla para acostarse junto al cuerpo inerte de su padre, rodeándole con ambos brazos, hundió el rostro en su pecho. Recordó las innumerables veces que le había abrazado de ese modo cuando él dormía. El recuerdo de su pesada respiración, relajándola y haciendo que se durmiera junto a él, la invadió. Pero esta vez, no había ni el más mínimo atisbo de vida en el cuerpo de su padre, y ni siquiera podía llorar por ello.

Tras la noticia de muerte no derramó ni una sola lágrima y el dolor no cruzó su pecho en ningún momento. Se encontraba en una especie de trance en el que no terminaba de asumir la pérdida, era como si el mundo se hubiese detenido en el momento en el que aquel coche arrolló a su padre con una brutalidad mortal.

Erika siempre pensó que lo peor que le podía suceder en la vida era la muerte de su padre. Pero estaba muy equivocada.

La pérdida de Markus fue solo el principio.

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