Capítulo 2

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El sol salió e irrumpió en la sala llegando al rostro de Julián. Él comenzó a despertar e intentó taparse con las sábanas, estiró la tela y sintió que no lo cubría del todo, tomó asiento y abrió los ojos. Entonces se vio acostado en el sofá de su casa y tapado con el abrigo que llevaba puesto la noche anterior.

—¿Qué pasó? —preguntó en voz alta sujetándose la cabeza— Minerva —dijo su nombre y cobró consciencia de lo que había sucedido, o por lo menos eso creía.

Una parte suya le decía que todo había sido un sueño. En su mente tenía imágenes de Minerva parada frente a él en la calle, pero ella no parecía ser ella, estaba muy distinta. Luego la veía sentada a su lado en el sofá, acariciando su rostro mientras él dormía. Podía haber sido un sueño, los primeros meses después de su partida soñaba con ella frecuentemente, y a medida que el tiempo fue transcurriendo los sueños comenzaron a desgastarse pero cada tanto volvía a tener alguno.

Considerando su borrachera pensaba que podía haber sido más que un sueño, una alucinación quizá, lo que no terminaba de convencerlo era el hecho de que había sido demasiado real. Todavía podía sentirla entre sus brazos y sentir sus pequeños dedos caminando por su mejilla.

Nuevamente se dejó caer en el sofá, cerró los ojos y buscó desesperadamente aclarar sus ideas.

Se había prometido no pensar más en ella, y aunque por un tiempo lo logró, siempre volvía a sus pensamientos, de una forma u otra. Si miraba a la casa de enfrente, pensaba en Minerva. Si salía a caminar y miraba a la vereda contraria, imaginaba a Minerva. Si escuchaba una risa molesta pero dulce, creía que se trataba de Minerva. Si sus ojos encontraban un tierno ceño fruncido, veía a Minerva. Si el humo de un cigarrillo llegaba a su nariz, olía a Minerva. Cada vez que algo así pasaba su corazón latía rápido, sentir que estaba cerca cuando en realidad estaba lejos era muy doloroso pero lo mantenía vivo.

Ahora volvía a sentir lo mismo, y en su interior una voz le decía que esta vez era real, que esta vez ella realmente estaba ahí. Entonces, sin pensarlo más, se dejó llevar por esa voz y abandonó la casa corriendo. No prestó atención en cerrar la puerta, ni en mirar a ambos lados de la calle, sólo quería llegar a la puerta de sus vecinos.

Golpeó una vez y nadie abrió. Golpeó otra vez y el resultado fue el mismo. El tercer golpe estaba en camino y de pronto la puerta se abrió dejando al descubierto a Paul Dugés con la expresión menos amistosa posible que siempre tenía para con él.

—¿Está Minerva? —Julián preguntó agitado y sin miedo a parecer un demente.

—No. —el padre de la chica se limitó a responder y dió dos pasos al frente para salir de la casa y cerrar la puerta.

—¿Pero ella en verdad volvió? —se apresuró a preguntar al ver que Paul subía a su auto para marcharse.

—Sí. —él respondió manteniéndose tajante. En verdad quería mentirle y decirle que no, quería a Julián lejos de su hija, pero sabía que sus mentiras no servirían.

—¡Lo sabía! —Julián exclamó en voz baja e inevitablemente una sonrisa apareció en su rostro— ¿Sabes a dónde fue? —alzó la voz acercándose al auto que comenzaba a bajar al asfalto.

No obtuvo más respuesta que un movimiento de cabeza en negación y luego se quedó parado en medio de la calle viendo como el auto del padre de Minerva se alejaba.

Ella realmente estaba de vuelta. No había sido un sueño. Lamentaba haber tenido su reencuentro estando él en tan mal estado, de todas maneras, sentía que nada podía robarle la felicidad que comenzaba a invadirlo.

Quería ir a buscarla, a donde sea que haya ido, pero no tenía idea, así que decidió esperar sentado en la vereda de su casa.

Desde su partida imaginaba su regreso. Si bien no se imaginaba que se iría por tanto tiempo, en ese momento ni siquiera apostaba a que duraría un año viviendo en New York. Estaba casi seguro de que a los seis meses volvería y podrían continuar su relación. Tenían planes, debían decidir a qué Universidad apostar para poder estar juntos y que nada los alejará. También planeaban formar un dúo, Minerva como cantante y él acompañando con la guitarra. Al poco tiempo de empezar a darle clases descubrió que ella tenía un talento oculto y costó converla pero finalmente lo había logrado. Incluso compró una guitarra para regalarle, y lamentablemente nunca pudo dársela.

Baby Came HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora