Ni siquiera me había dado cuenta de que me había quedado dormida.
Estaba demasiado cansada, efecto de una noche tan alocada, como si viviera de la fama...
Fernando... Recuerdo que aquella noche había tenido una discusión con él... Hasta ese momento lo había considerado el amor de mi vida, el chico del que estaba locamente enamorada. Mi chico perfecto.
Sin embargo, mi orgullo y su frialdad solo hicieron que explotaramos y a causa de dicha pelea, fuí a beber por querer olvidar el pasado."Esperaba más de ti..."
Aún recuerdo sus palabras, aún recuerdo que estaba diciéndome cosas que ya sabía pero yo no quería que salieran de su boca.
Yo sabía que no podía atormentarme toda la vida con el hubiera... Pero el me hacía las cosas difíciles.
"No sé a qué te refieres con que "esperabas más de mi." Intenté darte lo mejor de mi, mi mejor lado, dejé mi pasado y dejé de creer en un futuro por estar bien contigo. Intenté entenderte, en serio lo quise hacer. Pensé que algún día podía hacerte cambiar de opinión respecto a las relaciones y pensé que podía llegar a ser la indicada en un futuro.
Y si, tienes razón, me aferre a estar contigo, y perdón por haber pensado que me querías..."- Samantha.
Se escuchaba una voz en lo profundo de mis recuerdos.
- Samantha.
Desperté.
- ¿Qué pasa? - Pregunté mientras alzaba la mirada y miré los ojos de mi dulce madre.
- Ya levántate. Quiero que vayas a la tienda a comprar la comida para tus perros, y de paso me compras unos dulces. - Me miró y después se salió de mi habitación.
Me levanté de mi cama y fuí a mirarme al espejo... Mi delineado no se había corrido, era extraño. Tenía mis labios aún pintados de un color rojo.
Procedí a ponerme unos tenis amarillos, que sobresalían entre mi pantalón y mi playera de color negro. Y por último una sudadera del mismo color que los tenis.Al salir de mi habitación tomé las llaves y las guarde en la bolsa de mi sudadera, del lado derecho.
Y el dinero del lado izquierdo.- ¿Qué dulces quieres? - Le pregunté a mi madre.
- Unos ositos de goma. - Dijo sin voltear a verme, solo seguía mirando televisión.
Justo antes de cerrar la puerta ví a mis perros, un mini Schnauzer y una criolla, hija de un labrador y una maltés. Y justo al fondo pude distinguir su costal de croquetas casi lleno.Salí de mi casa y me dirigí a la tienda, que estaba en la siguiente calle, justo a un lado de las vías del tren.
Afuera estaba bastante tranquilo, no había nada de gente en la calle, y el día estaba nublado, casi como si quisiera llover.
En el camino me quedé pensando "¿Por qué mamá me pidió comida para perros? El costal tenía más de la mitad de comida."
No quise pensar en eso, y tal vez me equivoqué.- Buenas tardes, Lupe. - Saludé a la señora de la tienda. - Me puedes dar un kilo de croquetas para perro.
- Claro, Samantha.
Mientras la mujer despachaba mi pedido, ví que entraron otras personas a la pequeña tienda.
Entró una mujer alta, de edad adulta, parecía una mujer de 50 o 60 años, demasiado delgada. Se le notaban todos sus huesos. La mujer se paró atrás de mi lado derecho.
Me dió una sensación de soledad, su mirada seria y su mal maquillaje, sus sombras de los ojos eran de color azul marino, sus pestañas alargadas, y su labial de un color oscuro. Su vestimenta que enseñaba más de lo apropiado. Todo me dió mala vibra.Atrás de ella, entraron una niña y un señor... Parecía su abuelo, el señor con un bastón, tenía puesta una boina café, y un saco del mismo color. Lo que me dió curiosidad era la niña, tenía una falda que mostraba inapropiadamente sus muslos, estaba peinada de dos colitas y no soltaba de la mano al señor que la acompañaba. Ellos se habían puesto detrás de mi.
Y por último, un señor alto, calvo y de una nariz bastante peculiar. Tenía una playera color gris puesta. Lo más extraño era que tenía una obesidad morbida, ni siquiera sé cómo fue que entró a la tienda, si la puerta no era tan grande. El señor se había puesto a mi lado izquierdo.
La mujer de la tienda se estaba tardando tanto en servirme esa comida de perro.
En serio empecé a sentirme muy incómoda. Así que comencé a mirar a todos lados, viendo la tienda, habían estantes con jabones y latas de comida en todas las paredes, y justo cuando voltee hacia abajo... ¡Oh! Un pequeño hámster en la despachadora de la señora.
Cuando la gente detrás de mi lo miro, la mujer empezó a gritar y el señor con la niña empezaron a decir que lo aplastara, que era una rata y debía morir.- Esperen... Es un pequeño animal... No les va a hacer nada. - Dije intentando defender al pequeño hámster de color blanco.
Le pedí en mi mente que no me mordiera, que no le haría daño.
Cuando lo acerque a mi para verlo mejor... Mierda. No era un hámster ni mucho menos una rata... Era un oso. Un oso muy pequeño. Me miró de una manera tan seria, como si le hubiese hecho algo muy malo.Lupe se dió cuenta de que tenía al ratón, y le gritó a un muchacho...
- ¡MATEO! - Gritó.
Un muchacho de tes morena, apareció desde la puerta que estaba al lado derecho de la tienda. parecía de 17 años de edad...
El chico se me quedó viendo por un momento.
- Disculpa, el hámster es mío. - Me dijo mientras tomaba al pequeño roedor entre sus manos.
Cuando se fue, subió unas escaleras que se alcanzaban a ver tras aquella puerta por donde había entrado. Aún subiendo las escaleras, me miraba de una manera tan... Curiosa, como si me conociera.
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Bear white. La gran guerra de Kinndre. |Actualizada|
AdventureSamantha llevaba una vida tranquila, una jóven de 17 años, que tras combinar la decepción de un mal romance y mucho alcohol empieza a imaginar cosas muy extrañas... O... ¿Vivir? Empieza a rodearse de seres tan obesos que no caben en ningún cuarto...