III

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El cielo no estaba de color azul ni mucho menos estaba nublado.
Tenía un color entre naranja y rojo... Las nubes eran totalmente negras.
Se escuchaban gritos.
Mire hacía atrás, mi casa ya no estaba. Intenté ver a los lados y era puro campo. El pasto estaba seco. No sé encontraba nadie cerca de mi. Quise llamar a mi mamá, pero no tenía mi celular, mi sudadera amarilla ya no estaba. Mis tenis no los tenía puestos.

Estaba asustada. Entre en pánico. No sabía si era un sueño, o si estaba drogada. Tal vez me había quedado dormida cuando Axel Me envió aquel mensaje.
Encajé mi uña en mi brazo para poder despertar, pero si, sentía el dolor.

Intenté caminar.

"Si camino bastante, a mi mente se le acabara la imaginación y así ya no estaré en esta pesadilla..." - Pensé.

Empecé a visualizar un convento a lo lejos...

Empecé a correr, tal vez ellos me ayudarían...

Pero no, una roca se atravesó en mi camino. Caí.

¿Qué? Mierda, ¿Dónde estoy?

Gemí de dolor, mi rodilla se había raspado y justo cuando levanté la mirada, estaba todo oscuro.

"En serio debo estar cruda." - Pensé.

Todo estaba muy oscuro, se veía un camino, pero tenía miedo.

Empecé a mirar a mi alrededor, quería saber dónde estaba...

Tenía puesto un vestido corto, era de color negro y tenía un mandil blanco. Mi cabello estaba amarrado en una trenza de lado... Esto era extraño, no suelo peinarme, siempre me había gustado tener mi cabello suelto. Mi cabello quebrado y largo que abarcaba toda mi espalda. Pero ahora... Tenía pinta de servirle a alguien. Pero... ¿A quién?

Parecía que estaba en un puente de piedras, era bastante resistente.
En las esquinas habían algunos arbustos y antorchas para iluminar el camino.
El cielo estaba oscuro, era de noche, solo estaba la luz de la luna y de las mechas de aquellas antorchas.

Se empezaron a escuchar pasos y galopes. Venía gente, y mucha. La mayoría probablemente cabalgando.

No se me ocurrió otra cosa más que esconderme detrás de alguno de los arbustos, y ver como toda esa gente iba hacia un lado... ¿Será que caminan a el convento de hace unos momentos? No, la vista era muy diferente a la del campo.

Intenté mirar a mi alrededor otra vez, quería saber dónde estaba, y a donde podía ir.

- ¿Quién eres tú? - Se acercó una niña.

Me sorprendí.

- ... - No sabía que contestar.

- Tranquila, ¿Eres la nueva verdad? Tal vez te perdiste. No te preocupes, ven. - Tomó mi mano.

La niña parecía tener al menos 5 años, sus ojos eran verdes y muy grandes. Su cabello era de un color rubio, pero muy maltratado, que al parecer era corto por qué estaba amarrado de dos colitas pero apenas alcanzaba a amarrarlo.

La niña caminaba muy vigorosa, estaba llena de felicidad.

Habíamos llegado a un palacio, parecía la edad media o algo por el estilo... Cuando entramos no me dió tiempo de ver las cosas a mi al rededor, la niña me llevo a unas escaleras que iban hacia abajo. Bajamos con mucha velocidad.

Al llegar completamente abajo, todo estaba estrecho, era un cuarto largo, como si de un pasillo se tratara. Habían muchas sirvientas, mujeres vestidas de la misma manera que yo.
Entre tantas mujeres, hubo una que captó mi atención desde lejos.
Al acercarnos a ella, la pequeña niña que desde un principio había tomado mi mano, le dirigió la palabra.

- Señora Verónica, ella es la chica nueva, la encontré en el baño, estaba cambiándose de vestimenta.- La niña se dirigió a una señora de edad adulta.

¿Baño? La niña sabía que podía pasarme algo si le decía la verdad... O eso es lo que creía.

- ¿Tan rápido te cambiaste? - Me miró. - Vaya, me servirás muy bien. - Me miró con una ceño fruncido.

La mujer tenía su cabello negro azabache. Con un peinado de moño perfecto, sin ningún cabello fuera de su lugar. Parecía muy estricta.

- Luz será tu guía, te llevará a tu habitación y harás la limpieza junto con ella. Y no quiero ninguna queja sobre ti. - Su mirada era bastante amenazante.

Cuando luz me llevó a mi habitación, mire a un señor, tenía una corona y estaba bebiendo en una copa de oro. Me miró, pero fue solo por un par de segundos.
Al llegar a mi habitación, no podía creer lo, era bastante estrecho. La cama era individual, estaba pegada a la pared, al lado de la cama había una silla y las esquinas donde iban los pies y la cabeza pegaban con las otras dos paredes, luego se encontraba la puerta y justo al lado de la puerta, un mueble donde guardaría mi ropa y un espejo.

- Ya sé que es muy pequeño, pero la cama está muy cómoda. - Luz sonrió.

Pareciera que aquella niña veía todo lo positivo, y tristemente yo siempre me enfocaba en lo negativo.

Ella me dió la llave de mi habitación, y la guarde en la bolsa del mandil que traía puesto.

Al salir de la habitación, ella me dió un plumero para limpiar.

- Iremos a la biblioteca, a las hijas del señor les gusta que siempre les estén leyendo cuentos. - Mencionó Luz. - A veces me invitan a escuchar, y son muy interesantes esos cuentos.

Sonrió.

- Claro. - Sólo pude decir eso.

Las cosas iban bien, quitabamos el polvo de los libros y los poníamos en su lugar donde pertenecían.

- Mira, este libro está abierto. - Mencioné.

- ¿Tiene dibujos? - Preguntó luz.

- No. Parece que está interesante. - Respondí.

- ¿De qué tratará? - Preguntó Luz, muy curiosa.

- ¿Quieres saberlo? - La mire con una mirada pícara.

- ¿Sabes leer? - preguntó muy emocionada.

- Claro, en las noches puedes ir a mi habitación y te puedo enseñar a leer. - Le sonreí.

Aquella niña me empezaba a sacar mi lado bueno. Mi mejor lado. Como si de mi hermana menor se tratara, o mejor aún, una hija mía.

Empecé a leer desde el principio...

"La llegada de Borja al infierno..."

Bear white. La gran guerra de Kinndre. |Actualizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora