II

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El señor de al lado empezó a verme...
Cuando Lupe terminó, pregunté que si quería algo más.

Estaba claro que podía haber pedido las gomitas e irme, pero las cosas estaban poniendo algo interesantes, así que le pedí dos cigarros, y ella se agachó a buscarlos dentro del mueble donde estaba despachando.

El señor de al lado empezó a darme pequeños empujones. No le tome tanta importancia. Pero llegó a un punto en donde me tiró.

Nadie se había percatado. ¿Cómo? Mi caída estuvo bastante fuerte.

El señor sonrió.
Parece que todos a mi alrededor tenían algo en contra mía.

Intenté devolverle el empujón, pero eso solo había hecho que me tirara.

Nunca me había enojado tanto por algo tan insignificante.

Mi sangre hervía, estaba llena de coraje.

Le di una bofetada. E imaginé en acuchillarlo... Nunca me había molestado tanto por algo a un grado de querer matar a alguien.

Pero... Parece que nadie se había dado cuenta, nadie volteó, es como si no hubiera pasado nada.

- Toma hija, ¿Algo más? - Me preguntó Lupe mientras me daba los cigarros en la mano.

- Unas gomitas de oso, por favor.

Mientras ella se estiraba para tomar las gomitas que se encontraban en la esquina de aquel mueble que nos separaban, yo agarre el encendedor que se encontraba en el mismo mueble, y así proceder a encender mi cigarro.

Guardé las gomitas y el otro cigarro en mi bolsa de mi sudadera.

Pagué, y justo cuando voltee para retirarme, el señor gordo ya no estaba. Solo se encontraba la señora y el anciano con la niña.

"Debo estar cruda." Pensé.

Al salir de la tienda, habían dos hombres tomando del otro lado de la calle. No les tome importancia, y seguí caminando con dirección a mi casa, mientras el humo salía de mis labios.

Justo había cruzado la avenida, para pasar a la calle donde se encontraba mi casa, pero... Me venían siguiendo aquellos dos hombres.
Empecé a tener miedo, y seguí caminando.
Intenté ignorarlos, mi casa estaba a unos pasos...

Todo estaba muy extraño, no había nadie en la calle más que esos dos señores y un perro callejero.

Supongo que los dos hombres se asutaron al ver al can, porque se detuvieron y dejaron de seguirme.

Al entrar a mi casa, dejé las croquetas en la mesa, mis perros tenían todavía en sus trastes, y le di sus dulces a mi mamá.

- ¿Fumaste? - preguntó sin mirarme.

- Estaba estresada. - Solo dije eso, y procedí a entrar a mi habitación.

Abrí la ventana de mi habitación y decidí poner un poco de música.

Saque el otro cigarro, y avente el encendedor al piso.

Me avente a la cama, y me recosté.

Desde que había empezado a tener diferencias con el, sólo escuchaba a Eden. Su voz hacía que me calmara.

Había puesto en mi celular la canción de "XO" de Eden.

La letra me calaba, tenía bastante razón.

Fernando nunca me quisó, ni siquiera sabe realmente lo que es sentirse enamorado... Al menos fue lo que me dijo aquella noche. El sólo quería recibir un poco de amor...

Justo en la mitad de la canción, llegó un mensaje.

"¿Qué onda mamada? ¿Vienes? Iremos a patinar mi primo y yo, si quieres ven para estar un rato." - Axel. 3:21 pm.

Era Axel, un viejo amigo del colegio, y también de la infancia.

"Si, ya voy saliendo de mi casa." - Samantha. 3:22 pm.

Me levanté de la cama y camine hacia la ventana. Saque el humo de mi boca, solo veía como se esparcía afuera.

Libre como el viento.

Espere a que mi cigarro se acabara y procedí a cerrar la ventana.
Tome mi skate, mi celular, mis llaves y mi mochila, del mismo color que mis tenis y mi sudadera. Dentro de la mochila se encontraban latas y chorreadores.

- Iré a la casa de Axel. - Le dije a mi mamá

- No tardes mucho, tú padre debe estar por llegar. - Dijo sin mirarme.

Esa televisión la estaba consumiendo bastante.

Al salir de mi casa... Todo estaba totalmente extraño, dejé caer mi patineta.

La vista era totalmente diferente. Ni siquiera traía la ropa que tenía puesta hace un segundo.

¿Qué mierda?

Bear white. La gran guerra de Kinndre. |Actualizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora