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El jardín de tus flores.
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"Frío y ausencia."

El sol se abrió pasó por un pequeño espacio entre mis cortinas, decorando mi habitación con un sencillo rayo de luz.
Era más de medio día y seguía tumbado sobre mi cama, buscando refugio debajo de mis cobijas. Miraba de esquina a esquina, recorriendo cada milímetro, con la esperanza de que algo cambiará y llenará mi mente de algo más.
Algo se sentía distinto, quizás era la melancolía, o el hecho de que me había rendido, pero algo era seguro, y es que estaba cansado.

Miré el reloj de la pared y apreté con fuerza los ojos, las 2:45. En cinco minutos él estaría de vuelta en mi jardín.
Conté en mi mente hasta más no poder, y miré la hora de nuevo, las 2:52.

Me ahorraría el discurso que solía decirme a mí mismo en voz baja, tratando de convencerme en no mirar por la ventana.
Estiré mis piernas, y una vez ya de pie, sentí el frío darme escalofríos desde la punta de los pies, hasta las orejas.
Abrí mis cortinas lo suficiente para poder observar, pero... No había nadie.
Está bien, pensé. Son sólo dos minutos.

Dos minutos que se hicieron horas.
Horas en las que me mantuve al pie de mi ventana, esperando por lo menos el verlo a lo lejos.
Y cuando menos lo pensé, cuando menos me dí cuenta, los dos minutos se convirtieron en dos días seguidos.

Pasaban las horas, pero no me daba cuenta, me sentía fuera de mí, como si algo se hubiese marchado.
Miraba cientos y cientos de personas, andar de aquí para allá, una y otra, y otra vez.

Llegó el cuarto día, y con el, la última lluvia de la estación.
Mi mirada permanecía en blanco al escuchar las gotas contra la ventana, incluso cuando ésta se convirtió en granizo.
El aire se sentía pesado, y tal como las flores de mi jardín, sentía que iba a romperme, si la lluvia persistía.

Tenía la mirada en el piso, y unas ganas enormes de tener respuestas.
Merecía una respuesta, o al menos un adiós, uno que me diga que es hora de dejarse marchitar.
Cuánto más pensaba en eso, mi respiración se volvía eufórica. Tomé un par de botas y salí al jardín.

Me quedé parado frente a los tulipanes, la rabia pintó de rojo mis mejillas, y las lágrimas salieron dejándose llevar por las gotas que chocaban contra mi rostro.
Y si aún no era suficiente para mí, si aún no merecía un descanso, una parte de mí creía que él volvería.
Tomé un tulipán y lo llevé a dentro conmigo.

Era un mar de emociones, y sin ninguna clara, debía admitir que aquel amor que quedaba, aún predominaba sobre las demás.

Me dejé caer sobre mi cama, ni siquiera me moleste en quitarme la ropa mojada. Me recosté con el tulipán sobre mi pecho, cerré los ojos, y le dí permiso al tiempo de hacer conmigo lo que el quisiera.

❀ ✿

No recuerdo cuánto tiempo dormí, pero ahora no recuerdo muchas cosas. Tampoco sé en qué momento mi ropa se secó por completo.
No recuerdo cuándo fue que su ausencia, se convirtió en todo lo que dejó para mí.
Llevaba la cuenta de cuántos pétalos se había caído y marchitando, pero no de cuantas flores quedaban aún en mi jardín.

Dormía con facilidad, lo hacía todo el tiempo, aunque ya no quisiera hacerlo. Y con el paso de los días, aquella promesa sobre dejar marchitar mi jardín, si su ausencia llegará a pasar, me había consumido a mí también.
Levanté lo poco que quedaba del hermoso tulipán, lo suficiente para poder observarlo, y recordé que daría mi vida, por ser la flor que enreda entre sus dedos.

La daría, por sentir aquel suave tacto sobre mi piel, por sentir las yemas de sus dedos temiendo tomarme demasiado fuerte, para no dañarme. La daría por ser un hermoso tulipán, y así quizás él me miraría con encanto en los ojos.
Por desgracia, ya le había dado mi vida sin avisarle antes.
Todo de mí, incluso aquellos pensamientos que desconozco.

No sabía si me encontraba despierto, pero me sentía tranquilo, por fin mi descanso había llegado.
Me latía el corazón a un ritmo tranquilo, podía escuchar cada palpitar, y con ese sonido callar todo el amor que aún me quedaba por decir.

Sujete el tallo entre mis manos, buscando entre todo lo que llenaba mi mente, algo con lo cual definir todo, pero se me habían acabado las palabras.
Solo escuchaba, y sentía aquel frío que silbaba por detrás de mis oídos.

Por fin lo sentí, aquel suave roce sobre mi piel, por fin me había tomado entre sus manos.
Sentí sus largos dedos pasear por los mechones de mi cabello, peinar mis pestañas, y besar mis mejillas.
Ahora que me he enredado entre sus dedos, quiero ser yo, a quién le admiren su belleza; no sin antes, darle la flor que sujeto entre mis manos.

Me hice creyente de todos los dioses, con tal de pedir que en otra vida, pudiera tener el honor de regalarle yo una flor.

Gracias por Leer.
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Con está pequeña historia, solo quería escribir algo lleno de cursilerías... Creo que lo logré (?).
Si desconoces la historia tras la letra de The Truth Untold, te recomiendo que la busques.
Espero escribir algo así en el futuro, me refiero a algo no tan elaborado como otras de mis historias, algo pequeño. Esto al principio pensaba ser un one shot, pero luego no sé que pasó y terminó teniendo 5 pequeños capítulos.
En fin, creo que ya no tengo nada más que decir, espero y hayas disfrutado la historia.

El jardín de tus flores.❀ Kookgi. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora