IV

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El jardín de tus flores.
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"Media luna".

La cobardía me invadió por completo. No respondí nada tras su pregunta, y aunque mis ganas de mirarlo frente a mí eran inéditas, el terror que llevaba conmigo era mayor.
Contuve la respiración e incluso cerré los ojos, en espera de pasar desapercibido.

Me arrepiento.

Sus pasos se alejaron después de unos segundos, y sentí que era momento de parar.

Me deje llevar por los suaves tonos que pintan sus labios. Le había entregado cada parte de mí, a alguien que desconoce ser el propietario.
Golpeé mi cabeza con la esperanza de liberarme de todo aquello. No obtuve ningún resultado, la noche seguía avanzando y no tuve más remedio que encerrarme en mi habitación.

Sentía que cada segundo pasaba más lento que el anterior, mientras me enredaba entre mis sabanas en busca de poder dormir.
Quería detenerme, pero me sentía tan frágil, que incluso con tan solo pensar en hacerlo, mi vista se nublaba.

¿Qué clase de castigo es éste?, Le pregunté al cielo en busca de una respuesta, obteniendo silencio a cambio.
Lo amaba, no tenía duda en ello; pero quería arrancarlo de mi pecho.

En mis sueños, su imagen me invadía de nuevo; con hermosas sonrisas y ojos de media luna, deseandome las buenas noches, antes de que me arrebatará el aliento.
Sueño tras sueño, se repetían tal disco rallado, remplazando hasta el más recóndito de mis deseos.
Lo añoraba, más que eso, diría que lo necesitaba.
Tan solo un roce, y eso es demasiado pedir, me arrepiento entonces.
Siendo yo el jardín lleno de espinas, teniendo un alma llena de plegarias; entregaría cada rosa, si a cambio obtengo un tulipán.

Sentía sobre mi naríz pequeñas hormigas, a mis ojos hacerse acuosos, y a mi cuerpo haciéndose pequeño buscando desaparecer. Tragué saliva y me pedí ser fuerte.
Aquella sensación ya olvidada por mí, volvió para acogerme esa noche. Me abrazó por la espalda, y dejó a mis lágrimas jugar sobre mis mejillas.

No entendía la necesidad de amar tanto a alguien, cuando no obtienes nada a cambio; sin embargo, yo era el primero en cometer todo lo que mi mente era incapaz de comprender.
Quizás ya era demasiado, había cumplido con mi deber de amarlo, y a duras penas me había dado cuenta de la inutilidad de todo aquello.

El jardín de tus flores.❀ Kookgi. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora