-. Stacey.-
Se podría decir que el tiempo que prosiguió me la pasé muy mal, ya que era la amiga solterona sin ningún lugar a donde ir cuando los tortolos decidían salir a pasear o a algún lado, la verdad es que ellos intentaban estar más como amigos para no hacerme sentir tan incómoda, pero sinceramente eso no funcionaba. Había una lejana voz que me lo recordaba.
-¡Stay!- la inconfundible voz de Miranda me hizo detener el paso, colgué mi bolso en mi hombro y espere a que llegar junto con los demás.
-¿Qué sucede?- pregunto saludándola con un beso en la mejilla.
-Iremos a Taco Bell.- intervino Cam.- ¿quieres ir con nosotros?
-La verdad es que yo…- dudé un momento intentando aceptar, observé a ambas parejas y me retracté.- tengo que ir a la biblioteca a estudiar.- mentí, aunque posiblemente tal vez lo haría después de todo.
-La biblioteca cierra en media hora.- dijo Miranda levantando una ceja, me habían descubierto.
-Yo… iré a la biblioteca del centro.- dije de repente, sonaba más como algo espontaneo que como algo seguro.
-¿En serio?- preguntó Cam.- tu odias esa biblioteca.
-Si.- digo.- tengo que estudiar para los exámenes finales, voy muy mal con literatura y filosofía.
-Está bien.- dijo
-¡Hasta luego!- se despidieron todos con un movimiento de mano y caminaron hacia sus autos.
Suspiré aliviada y me encaminé hacia la calle en espera de un taxi, tardé algunos minutos en que uno se detuviera, y cuando lo hizo le indiqué la dirección.
La biblioteca parecía muy sola. Nunca me había gustado por lo solitaria y tétrica que se mira, y aparte de todo eso, ya era algo tarde.
Entré de todos modos y me dirigí con mis libros hacia una mesa vacía, no tardé mucho en encontrarla, y así que me dediqué a estudiar durante un par de horas.
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Cuando decidí irme, ya estaba demasiado oscuro.
Caminé lo más rápido posible para acercarme a la calle algo transitada. La biblioteca estaba en un tipo de callejón, no muy escondido, pero con el tamaño de ésta, cualquier cosa se miraba pequeña y no se distinguía.
Sentí pasos detrás de mí y apuré mi paso conforme el ruido se volvía más fuerte y más constante. Mi pecho subía y bajaba conforme a mis respiraciones, y tenía un sollozo atrapado en la garganta.
La lámpara de la calle estaba a unos cuantos metros de mí, y estaba dispuesta a gritar si era necesario.
El ruido de los pasos se detuvo, y seguí yendo rápido, una mano se enredó en mi cintura y alguien tapó mi boca con su mano impidiéndome gritar.
Intenté calmarme aunque sea un momento, pero no lo logré. Algo metálico estaba raspando mi cuello y comencé a sollozar.
Todo se hacía oscuro… los ruidos se hacían aún más lejanos, y lo único que podía sentir era el metal cortando la delicada piel de mi garganta y la sangre salir de ese lugar.
“Es el fin” pensé. Y me desmallé al instante.
