Día 5: Fantasía

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"Un deseo cumplido."

Hange era un elfo que vivía en el exilio.

La razón de eso, es que los elfos no deben tener contacto con otras razas, eso era un ley elfica, pero ella sentía mucha curiosidad y le gustaba ayudar a otras criaturas con sus pócimas y brebajes. Los elfos tenían un gran conocimiento de las hierbas: cuáles servían para curar cualquier herida, hasta cuál podría ser mortal.

Y gracias a su curiosidad y su afán por quebrantar reglas, había sido expulsada del reino de los elfos y ahora vivía en el bosque, en una pequeña cabaña. Los primeros años los pasó feliz, le encantaba su nueva libertad de ir y venir; de ayudar a quién ella quisiera y no tener que ser regañada por alguien. Pero luego de 500 años empezaba a sentirse sola.

Siempre estaba ocupada atendiendo a alguna criatura, pero cuando regresaba a su pequeña cabaña solitaria, se ponía melancólica, lo que no era bueno para un elfo, dado que podría morir de tristeza y si moría, ya no podría ayudar a nadie.

Así que decidió pedir un deseo. Sabía que había hadas que vivían en las estrellas y algunas veces, si les pedías algo de corazón, te lo concedían. Y Hange empezó a pedir con fervor a las estrellas encontrar a alguien para ya no estar sola, les pidió le enviaran a su alma gemela.

Luego de varias semanas, creyó su plegaria no había sido hecha con suficiente fuerza y se resigno a que nada pasaría. Pero al llegar a su cabaña, se encontró con un hada sentada en la entrada. O mejor dicho, un hado, dado que era un hombre. Tenía el cabello negro, los ojos grises, unas alas cristalinas tornasol y parecía enojado.

"Hasta que llegas." Dijo el hada de mal humor.

"Lo siento" se disculpó Hange. "Necesitaban mi ayuda unas driadas y fui a auxiliarlas."

"Si, da igual. Tengo cosas que hacer, ¿sabes? Pero no puedo hacerlas dado que tengo que concederte tu deseo."

Empezó a sentir su corazón acelerado al escuchar eso.

"¿De verdad me vas a conceder mi deseo?" preguntó emocionada.

"Si, apurate a decirlo, que ya lo olvide."

Hange tomo aire antes de hablar.


"Quiero a mi alma gemela, a ese ser me hará feliz y que yo haré feliz por el resto de nuestras vidas."

"¿Estas segura?" pregunto el hombrecito. "Sabes que si ese ser no es un elfo, perderás la inmortalidad y vas a morir."

"Lo sé, no me importa porque habré vivido feliz a su lado."

"Bien, si eso quieres."

El hada levanto su varita, lanzó unos polvos al aire y luego de un puff, una persona apareció en medio de los dos. El hombre era alto, de cabello rubio, con una barba poblada y anteojos.

Hange se quedó sin habla al verlo.

"Debes estar bromeando, ¿verdad?" Dijo asomándose a un lado para ver al hada.

"¿Te parece que soy un ser bromista?"

"¿En dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?" pregunto el hombre, pero tanto Hange como el hada ignoraron sus preguntas.

"No, pero, ¿sabes quién es? Es el príncipe del reino que esta al Norte, él no puede ser mi alma gemela."

"Pues lo es, eso pediste, eso obtuviste y te aguantas. Ahora, si me disculpas, tengo cosas más importantes que hacer que buscar almas gemelas."

Sin decir más, el hada desapareció. Hange se quedó sola con el príncipe y no sabía qué hacer.

"Hola." Lo saludó ella. "Lamento todo esto, si me das 5 minutos iré a buscar unas cosas y te guiaré a tu reino. Calculo tardaremos unas dos semanas en llegar."

Hange avanzó a su cabaña, pero él hombre la detuvo.

"Espere un segundo, ¿quién es usted?"

"Mi nombre es Hange y pedí un deseo y ese era encontrar a mi alma gemela. Y no es por insultar, pero usted no puede serlo."

"Eres un elfo, ¿cierto?" pregunto él y Hange lo vio inspeccionar sus orejas.

"Lo soy, ¿por qué?"

La respuesta del príncipe fue abrazarla y besarla.

"¡Al fin te encontré!" Exclamó él. "Soy el príncipe Zeke, del reino del Norte y al nacer me dieron una profecía: que me casaría con un elfo, que me ayudaría a llevar al reino a una gran prosperidad y paz."

Hange estaba tan sorprendida, que no sabía qué decir.

"Te casarás conmigo, ¿cierto?" preguntó él contento.

"Lo haré, únicamente si admites que técnicamente yo fui la que te encontró a ti." Dijo Hange sonriendo.

"Me encargaré de que todo el mundo lo sepa una vez regresemos al reino."

Y así, Hange pasó a ser la princesa Hange del reino del Norte, la persona más querida por todos, no solo de ese reino, si no de los demás también.




Hange AU week 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora