La ciudad se encontraba repleta del bullicio ensordecedor de los autos un lunes por la mañana. EL clima era frío, las calles estaba húmedas y repletas de charcos debido a las fuertes lluvias que habían tomado por sorpresa a los ciudadanos de Winchester.
Los pasos presurosos de la figura con capucha retumbaban por el pavimento. La figura corpulenta caminaba con prisa, empujando de vez en cuando a las personas que estorbaban en su camino y lo insultaban con desgano para después continuar con sus actividades como si nada hubiera pasado.
Sus pasos se detuvieron al finalmente dar con el departamento, que se encontraba rodeado de personas curiosas que cuchicheaban respecto al gran accidente en sus interiores. El chico se detuvo por un momento, y después se situó a la par de las personas, empujando para llegar a la entrada del condominio, y sin ningún tipo de desfachatez, pasar las cintas policiacas que cubrían las entradas al evitar el paso.
Dentro todo era caos. Las paredes y muros principales estaban dañados, había objetos rotos por doquier, y una gran cortina de humo impedía la vista a cualquiera que se hallase ahí. El departamento estaba totalmente desalojado, y el silencio reinaba casi en su totalidad de no ser por los pasos sobre los pisos antes relucientes.
La persona parada frente al departamento 202, que era propiedad de Sunhee suspiró, y tomando la puerta con cuidado la abrió de par en par, mirando los restos cubiertos por carboncillo y las ruinas de lo que alguna vez fue su hogar.
Después de lo que parecieron ser horas, finalmente la figura encapuchada salió del lugar, lidiando de nuevo con las personas paradas en el frente, y se dirigió a uno de las calles continuas a esa avenida, entrando por fin al departamento.
Una vez en el vestíbulo, se quitó sus tenis y los dejó en el recibidor. Se dirigió a una de las habitaciones de invitados, y al abrir la puerta, su vista se encontró con Sunhee, que tenía la mirada perdida en el gran ventanal mientras que sus manos sostenían una tasa con café humeante contenido.
— ¿Lograste averiguar algo?
Taehyung dirigió sus manos hacia su capucha y la bajó poco a poco, mirando a Sunhee con curiosidad.
—No lo sé, sólo encontré esto— Dirigió sus manos hacia los bolsillos de su hoodie y sacó un puñado de cartas más, las cuáles dejó frente a la cama donde se encontraba la muchacha.
— ¿Qué es eso? ¿Qué dicen?— Pregunto Sunhee con desesperación
—Nada nuevo, es la misma carta que antes.
—Ya veo— Respondió decepcionada, mientras le daba un sorbo a la taza entre sus manos— ¿Qué viste allá?
—Todo el edificio está destruido, no quedó nada. ¿Dónde está Wonho?
—Tuvo que encargarse de unos asuntos en la escuela de su hermana. No tarda en regresar.
—Siendo así mi ayuda no es requerida aquí, así que me voy.
Taehyung se dirigió con prisa hacia la salida, y una vez fuera del departamento, se apoyó sobre la puerta, suspirando y deslizándose lentamente sobre ella sin saber qué era lo que sucedía, y sin ver las respuestas que probablemente tenía sobre sus narices.
Una vez dentro del departamento, se quitó la capucha y recorrió sigilosamente la sala de estar, de la cuál apenas podía distinguirse el gran sofá colocado en una de las esquinas. Continuó su recorrido hacia la cocina, y se dirigió hacia el cuarto de la tía de Sunhee. La ropa todavía se encontraba tirada sobre el piso, pero ahora deshecha y arruinada.
Dudó en su siguiente movimiento, pero finalmente arrastró sus pies hacia el cuarto de Sunhee.
Colocó su mano derecha sobre el picaporte, y soltó un jadeo al ver una figura inerte sentada en el piso de la habitación.
Taehyung miró alrededor, y se sorprendió al ver que todo se encontraba intacto. Entonces, la persona en el piso se levantó, y al voltearse, pudo identificar al chico que antes había visto con Sunhee.
— ¿Qué haces aquí? ¿Tú hiciste esto? ¡Contesta!
— ¿Eres idiota, acaso?— Respondió con frialdad y volvió a sentarse sobre el piso— Si hubiera sido yo no estaría parado como estúpido aquí sabiendo que podrían descubrirme— Ambos guardaron silencio, y cuando Taehyung iba a hablar, fue interrumpido por el sujeto con vestimenta negra y su característico cubre bocas negro— El culpable acaba de irse. Cuando llegué iba saliendo por la ventana.
—Ya veo— Contestó y se sentó al lado de él— Sabes más de lo que me gustaría admitir ¿Qué es lo que sucede?— Taehyung fijó su vista en él, pero frunció el ceño al ver que no tenía ninguna intención de contestar.
—Amenaza— Después de varios minutos, por fin habló, sorprendiendo a Taehyung al lado, quien lo miró con curiosidad.— Esta fue una amenaza, pero dime... ¿No te parece demasiado extraño que todo el edificio quedara destrozado por un supuesto incendio accidental, pero que el cuarto de Sunhee esté intacto? Claramente esto no fue un accidente, más bien fue una amenaza.
— ¿Qué quieres decir? ¿Amenaza de qué?
—Esto significa que quieren a Sunhee, a toda costa. Y por lo tanto, cualquier persona que intente protegerla está en peligro. Si no es la vida de Sunhee, es la de todos, para que ella sufra.
Taehyung se quedó en silencio, meditando esas palabras que le causaban dolores de cabeza, pues todo era un gran rompecabezas en su mente, uno que él no podía resolver.
— ¿Nosotros también? Quiero decir... ¿Nosotros también estamos en peligro?
—Por supuesto, todos. Incluso yo, pero eso lo tengo entendido desde que tenía 8 años.
Finalmente, el chico se levantó, y cuando estaba a punto de abrir la puerta se detuvo de nuevo. Caminó hacia Taehyung, y se puso de cuclillas frente a él, mirándolo detenidamente. Poco después dirigió su mirada hacia los bolsillos internos de su chamarra marrón, y dejó a la vista los sobres que había encontrado. Se levantó de allí, y cuando estuvo a punto de salir del departamento, la voz de Taehyun lo interrumpió.
— ¿Quién eres tú?
Sus ojos se achicaron, producto de una sonrisa, y llevó la mano hacia su cubre bocas, bajándolo pausadamente y sin prisas. Finalmente le sonrió, y antes de salir del lugar, dijo:
—Mi nombre el Kihyun, Yoo Kihyun, y tú no me has visto aquí.
-BangtanftMX
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вєнιη∂ тнє υηкησωη вσу | укн, ктн
FanfictionLa oscuridad reinaba en la ciudad. Las fuertes ráfagas de viento azotaban las hojas caídas de los árboles, y en aquella calle desierta sólo podría escucharse un par de pisadas haciendo eco presuroso. Eran la media noche, y sólo la sombra de una figu...