4

802 104 5
                                    


Durante unos segundos Katniss y yo nos quedamos mirando a nuestro mentor que trata inútilmente de levantarse del charco de porquería. Es tan patético que sólo hace falta una mirada entre nosotros para llegar a un acuerdo y ayudarlo. Lo tomamos por los hombros y lo levantamos.

—¿He tropezado? —pregunta Haymitch—. Algo huele mal.

Y no se equivoca.

—Hay que llevarlo a su habitación —le digo a Katniss mientras evito que se Haymitch se toque la cara y se ensucie más.

Lo llevamos a su compartimiento casi a rastras porque Haymitch es más grande y pesado que Katniss y yo juntos. No podemos dejarlo en la cama así que lo llevamos hasta la bañera y lo dejamos en una tina viendo qué haremos con él.

—Si quieres yo me encargo —me ofrezco, aunque realmente no quiero ni tocarlo.

—Entre ambos será más rápido —dice Katniss pero tampoco parece tener mucho entusiasmo.

Sé que hay agentes de la paz por todo el tren con el único propósito de ayudarnos, pero no los quiero y es seguro que Katniss tampoco porque no los menciona. Ponemos manos a la obra y le sacamos la ropa a Haymitch con el mayor cuidado del mundo porque realmente es asqueroso bañar a un cuarentón lleno de vomito y que apesta a licor. Cuando finalmente lo tenemos desnudo, la idea de lavarlo me revuelve las tripas, pero debemos hacerlo, porque Haymitch está medio inconsciente y si lo dejamos no saldría de allí hasta el día siguiente. Sin embargo, al final no tenemos que tallarlo, tomamos la ducha y usando diferentes secuencias para que el chorro de agua y jabón salga, le sacamos la porquería sin tener contacto físico. Katnis y yo no hablamos casi nada más que el intercambio de unas cuantas palabras para encontrar una buena forma de arrastrar a Haymitch a la maquina de secado y otras pocas para llevarlo hasta la cama

Al finalizar sólo nos despedimos entre nosotros con un "Adiós" y cada uno se mete a su compartimiento. Tengo que bañarme dos veces para sacarme el asco.

Ya es tarde, mucho, en casa las luces ya se habrán apagado y todos de seguro ya se fueron a dormir. En casa tal vez no celebraron pero sí comieron el banquete de mamá en total silencio, porque a ella no le gusta desperdiciar comida; Andrew tampoco estaría celebrando, lo conozco demasiado bien.

Era extraño pensar en ellos ahora, en mi familia y en mis amigos, mi pequeño ritual para soltarlos había servido bastante bien porque cada que pensaba en ellos los sentía como desconocidos, como si hace años que no los viera y sólo me aferrara a un recuerdo vago. Pensar que esta mañana estaba en la panadería viendo a Gale llevarle una ardilla a papá resultaba alucinante. Ahora lo único real que tengo presente son los Juegos y todo lo que me espera en el capitolio.

Luz gris de un amanecer sin sol entra por la ventana cuando ligeros golpecitos en la puerta se escuchan. No estoy seguro de haber dormido algo pero me siento tranquilo, casi en paz.

—¡Arriba, arriba, arriba! ¡Va a ser un día muy, muy, muy importante! —se escucha la voz de Effie Trinket.

Ella me resultaba todo un enigma, me encanta hacerla rabiar pero también era todo un misterio. ¿Cuáles serían sus sueños? ¿Qué sería de ella si viviera en un Distrito como el 12? Imaginarla sin sus pelucas, maquillaje y atuendos estrafalarios resulta inquietante.

Me levanto y me pongo un traje similar al de el día anterior, estoy tan acostumbrado a la ropa grande, delgada y holgada que usar otra cosa me incómoda. Camino hasta el vagón del comedor encontrándome con Effie que bebe café de manera tranquila y cuando me ve comienza a parlotear todo lo que tenemos que hacer hoy apenas lleguemos al capitolio mientras a mi me sirven el desayuno.

Los Juegos del Hambre [GalexPeeta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora