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Cualquier rastro de valentía o rebeldía se me desaparece en cuanto veo a los chicos avox que protegen el ascensor.

Dios mío, ¿qué diablos hice?

Aparto a los chicos de blanco y pulso el botón con el número 12 del ascensor con más fuerza de la necesaria.

Mi familia, maldita sea, mi familia...

¿Qué podrían hacerme a mí? Estoy dentro de los Juegos del Hambre, la tortura está prometida, la amenaza de muerte también, volverme un avox sólo sería mostrarme alguna clase de retorcida piedad. Lo único con lo que podrían hacerme daño es lastimando a mi familia, que está en el Distrito mínimamente a salvo. ¿Qué voy a hacer si mañana los veo sirviéndome, vestidos de blanco y sin lenguas? ¿Y si los matan? ¿Y si los torturan?

Debí quedarme, soy bueno con las palabras, tal vez hasta los hubiera convencido de que aquello había sido una broma. Pero no, en vez de eso salí de la forma más irrespetuosa posible.

Llego a la planta en menos de un minuto y apenas me doy cuenta de lo mucho que estoy temblando. Haymitch y Effie me reciben pero no escucho casi nada de lo que dicen.

Apenas puedo farfullar:

—¿Podemos hablar después, en la cena?

Se detienen y parece que ven el estado en el que estoy. Dejan que me vaya y cuando entro en mi habitación me dejo caer lentamente al suelo.

No, no pueden hacerles daño, ¿cierto? ¿Por qué lo harían? La sesión privada es eso, privada, para hacerle daño a mi familia tendrían que revelar lo que pasó y eso va en contra de las reglas, ¿Verdad? Lo que sí pueden hacer, y sin duda harán, es darme la puntuación más baja de todos los tributos. Una mala puntuación es una traba para conseguir patrocinadores. O quizá me pongan un montón de obstáculos en la arena. Empero, estoy dispuesto a recibirlos si con eso mi familia está a salvo.

Sigo abrazándome hasta que Effie toca mi puerta y me dice que es momento para cenar. No estoy seguro de querer ir, porque tengo el estómago tan revuelto que nada se me quedará dentro. No obstante, de todas formas tengo que ir, para saber las calificaciones.

Cuando llego todos me están esperando, incluidos Cinna y Portia. Verlos sólo empeora el estado de mi estómago y hasta me dan verdaderas ganas de llorar. Sacar una mala calificación es como tirar a la basura todos sus esfuerzos, y lo que menos quiero es decepcionarlos.

Evito mirar a cualquiera a los ojos mientras como la sopa. ¿Quiero decirles? No, no es algo de lo que me sienta orgulloso o en lo que quiera involucrarlos. Además, podría tapar el uno que me pondrán diciendo que lance las bolas de metal y a nadie le impresionó, que era lo que estaba pasando antes de que lanzara el cuchillo.

Cuando me formo bien el plan, mientras sirven el segundo plato, Haymitch nos habla.

—Vale, basta. ¿Qué tal les fue?

Miro a Katniss, luce algo pálida pero no muy preocupada. Se encoge de hombros, más concentrada en su comida.

—Creo que no fue tan malo. No estaban prestando nada de atención y estaban cantando algo. Dispare flechas hasta que dijeron que podía irme.

Eso no me hace sentir mejor. Ella, siendo tan explosiva, no reaccionó mal cuando la provocaron, y yo sí.

—¿Qué hay de ti, pequeño Peeta? —pregunta Haymitch.

Me atraganto y empiezo a toser con fuerza. ¿"Pequeño Peeta"? ¿De dónde ha sacado eso? Lo miro mal y casi le suelto lo que hice, sólo para ver si se enoja. Pero me controlo en el último momento y sólo atino a mirarlo con odio un par de segundos. Debo guardar la compostura.

Los Juegos del Hambre [GalexPeeta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora