Bloque III. Las Hojas Caídas del Cerezo

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Po aún recordaba con melancolía el día en que Tigresa rompió su promesa. Sus pensamientos divagaban entre si era correcto culparla, o no. Imaginaba escenarios distintos en los que Tigresa era atrapada por Shifu y le prohibía volver al Valle, u otros en los que Tigresa sencillamente decidió abandonarlo; sabía que era egoísta pensar de esa manera, pero cuando ella llegó a su vida no pudo pensar en otra cosa que no fueran ésos sentimientos que sentía cuando estaba a su lado. Realmente amaba a su amiga.

Tigresa por su parte no sabía cómo sentirse, estaba entrenando arduamente para ser el orgullo de su maestro pero la mirada tierna de su amigo ardía en su mente. ¿Valía la pena estar allí y pasar día y noche entrenando hasta no sentir sus extremidades?, ¿o valía mucho más su amistad y el regocijo que le causaba por fin tener a alguien a su lado?

Primer año.

Po siguió en el restaurante ayudando a su padre. Él se sentía tan perdido y cansado; cada día ver a los mismos clientes, ver la misma sopa de fideos, ver la misma cocina, verse a sí mismo. Sabía que tenía que hacer algo con su vida, pero no sabía a dónde dirigirse. Al Señor Ping no tan sólo le maravillaba la idea que su hijo heredase el restaurante, sino que realmente éso era lo que iba a pasar, no había otro camino por escoger, y saber éso, para Po era humillante. ¿Nunca podría llegar a algo más?, ¿nunca sería algo más grande que sí mismo?, ¿quién era y a dónde debía dirigirse?, ¿quién soy?, ésas fueron las preguntas más frustrantes para él.

A menudo subía a la azotea del restaurante y se sentaba ahí por horas. Observaba a los pueblerinos venir de un lado a otro, se preguntaba a sí mismo si ellos se sentían cómodos con quienes eran y si habían ellos escogidos ése camino.

Pasaron los días, las semanas y los meses hasta llegar nuevamente a finales de año. Po se sentía increíblemente mal en éstas fechas, no tan sólo tenía que arreglar los preparativos para el Festival, sino que tenía nuevamente que sentir la misma sensación de hace un año. Las horas pasaron como un soplido de aire hasta que cayó la noche.

Los amigos y familiares del Señor Ping llegaban como de costumbre a celebrar el Año Nuevo a su restaurante. Po sólo intentaba poner su mejor cara ante ellos, lo único que quería era cavar su tumba ahí mismo. 

Cuando ya nadie lo observaba subió hacia el tejado con un plato de fideos en manos. Subió, observó a todos lados y ahí se sentó. Esperandola. Los fuegos artificiales iluminaban todo el Valle dejando ver a las familias en sus casas alegres y emocionadas. Po lo único que quería era que ella estuviese con él. Puso el plato a un lado suyo, esperando que no se enfriase si ella llegase con el.

Palacio de Jade.

Tigresa estaba rascando un pequeño hoyo en su pared, finalmente pudo ver al otro lado. Y ahí estaban los fuegos artificiales que tanto le había dicho su amigo. No pudo contenerse y empezar a llorar.

-Los veo. Los estoy viendo a tu lado, amigo.- dijo Tigresa entre lágrimas.

 Segundo año.

Tigresa seguía entrenando cómo siempre, eventualmente el entrenamiento se volvía más ligero debido a la callosidad de sus patas y la resistencia que había conseguido, sin duda alguna empezó a volverse mucho más fuerte.

Aún recordaba a su querido amigo, llegaba la melancolía en los peores momentos cómo flechas clavándose en su estómago. En un intento en vano ella armaba aviones de papel con frases escritas en ellos y los lanzaba fuera del Palacio, con la esperanza de que alguno pudiera llegar a su amigo. 

Hola, te escribe tu amiga Tigresa.  

¿Cómo has estado?

Cuando salga de aquí te aseguro que lo primero que haré será patearte el trasero.

¿Cómo está tu padre?, muero por probar sus fideos otra vez.

El entrenamiento aquí es duro, pero estoy segura que también lo aguantarías.

Quisiera que me vieras entrenar.

Te extraño.

Quiero abrazarte otra vez.

¿Cuando volveremos a jugar?

Quiero que estés aquí.

¿Cuando volveré a verte?

¿Por qué no vienes aquí?

¿Me odias?

Por favor, ven a verme. No quiero estar sola. - Ése fue el último mensaje que Tigresa puso en el último avión de papel que mandaría. Se acercó a la barda del Palacio y lo aventó al cielo viendo un avión de papel girar y moverse de un lado a otro hasta bajar por el Valle. Tigresa no pudo sostenerse más y cayó al suelo, llorando desconsoladamente.

20 años después.

Ninguno de los dos se recordaba ya. Tenían que olvidarse por completo, ya no podían estar aferrados a una persona del pasado, a un fantasma.

Tigresa entrenó arduamente hasta volverse la Maestra que todos conocemos. Llegaron los 4 furiosos, derrotaron a muchos adversarios, estuvieron en muchos combates, por fin Tigresa tuvo lo que tanto deseó, una familia.

Po siguió en el restaurante, ayudando a su padre y siguiendo su monotonía.

Los dos árboles crecieron cada uno por su lado, dando hermosos duraznos cómo frutos. Pero lo único que dejaron atrás fueron dos pequeñas hojas de su cerezo, arrancadas por el tiempo.

Después de ésto ocurren los sucesos de Kung Fu Panda y Kung Fu Panda 2.

Fin del Bloque III.

Kung Fu Panda: El día que tu madre y yo nos enamoramos (Parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora