15. Plotwist

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Extrañado a la par que emocionado, Manu Guix caminaba al lugar indicado por su banda de ladrones. Natalia lo había llamado diciéndole que quería presentarle a un amigo. Según le contó, era un escurridizo camello de lujo. Tenía muchos contactos en las altas esferas de la política, por lo que podría ser un buen aliado a la hora de encontrar clientes cuando fundaran el falso paraíso fiscal. Manu, entusiasmado con la idea, dio el visto bueno a su incorporación en la banda. Lacunza también insistió en que estaba muy buscado por la policía, pero que jamás lo encontraban. En su Peugeot 207 de olor limón y frenos chirriantes, el cabecilla del grupo aparcó en una calle sin salida. María y Natalia estaban apoyadas en la pared esperándole. Ambas reían relajadas con un pie apoyado en la pared de hormigón y los brazos cruzados.

—Hola chicas—saludó Manu metiéndose las manos en los bolsillos y dejando los pulgares fuera—. ¿Dónde está ese amigo? ¿Por qué no lo has traído a nuestro piso franco?

—Es que creemos que el Jukebox's ya no es seguro—dijo María con seriedad. Manu arqueó hacia abajo sus comisuras y alzó las cejas negando con la cabeza—. Vimos a un poli.

—¡Ahh! —el jefe sacó sus manos del bolsillo para alzarlas mientras su rostro se ponía tan rojo como el color de su jersey. Natalia golpeó sus rodillas por detrás y rodeó su garganta con el brazo—. ¿Qué...? ¿Qué hacéis? —logró decir a pesar de la presión que hacía la morena en su cuello.

—¿Te piensas que somos gilipollas? —le dijo María con aires de superioridad—. Vamos, Zulema.

—Dale, Maca—le devolvió Natalia arrastrando a Manu. La rubia carcajeó por la broma. Miki derrapó en la boca de la calle y los tres entraron en la furgoneta gris por las puertas de atrás. Julia y Alba estaban sentadas en el interior, en el banco de la derecha con sonrisas anchas.

—¿Pero qué mierda hacéis? —enfureció Guix intentando librarse de las manos de Natalia. María le cruzó la cara con dureza produciendo un fuerte ruido. Luego le selló la boca con cinta adhesiva. Natalia se encargó de atar sus manos tras la espalda con una cuerda y luego lo lanzó al banco de la izquierda.

—Traidor de mierda. —María le dio otra hostia. Esta vez con menos fuerza.

—¿Qué coño pensabas hacer con nosotros? ¿Vendernos a la pasma? ¿O es que eres uno de ellos? ¡Cabrón! —exclamó Natalia antes de atizarle un puñetazo en el estómago. Manu se quejó. Estaba histérico.

La furgoneta entró en el garaje privado de la casa del exnovio de María. Un chalet bonito que ardería en unas horas para matar dos pájaros de un tiro: venganza al que le puso los cuernos, venganza al que le engañó con un plan perfecto. Todos se bajaron excepto el conductor, que se ausentó para deshacerse del vehículo robado. Las chicas sentaron al jefe en un sofá de cuero desgastado que habían preparado previamente y lo ataron a él. Disfrutaron de su sufrimiento hasta que se rindió. Dejó de patalear y mover su cuerpo sin ningún resultado.

—¿Te vas a tranquilizar? —vaciló Alba. Manu respiraba ahogado.

—Vamos Alba, sé que lo estás deseando—animó Natalia. La rubia puso su pie entre las piernas de Guix, quien no pudo cerrarlas por estar amarrado, así que se limitó a cerrar los ojos y chillar cuando la chica pisó su parte más débil.

—Eso por echarme—dijo—. ¡Y esto por tangarnos! —volvió a darle, esta vez haciendo más daño. El jefe abrió los ojos dolorido. Las chicas rieron mirándolo. Julia no parecía divertirse tanto. No estaba acostumbrada a ver tanta violencia, ella lo hacía todo detrás de una pantallita.

—¿Cómo prefieres morir? —preguntó sádica María—. ¿Quemado? ¿Ahogado? ¿Asfixiado? ¿Electrocutado? Tienes para elegir, has dado con un buen equipo—sonrió con malicia. El catalán negó con rapidez intentando hablar sin éxito. En ese momento apareció Miki.

Manos Arriba -  (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora