21. Pelea física

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Tenían que intentarlo.

Miki volvió al casino donde toda la racha de fracasos comenzó. Esta vez no iba a apostarse nada. Esta vez el plan era muy distinto, aunque siguiera llevando el pinganillo y las mismas pintas de hijo rico de papá. Se sentó en una de las máquinas tragaperras observando los movimientos del local.

—¿La ves? —preguntó Manu, impaciente.

—Negativo—contestó, haciendo que el cabecilla de la banda chasquease la lengua. Estaba en su ridículo Peugeot 207 con María y Julia, armadas hasta las cejas.

Habían intentado localizar a la japonesa a través de Noemí. Buscaron su cara, imágenes que sacaron de las cámaras colocadas en el casino y que Alba y Natalia ignoraron durante su desliz. Pero no había ni rastro de su identidad en los archivos policiales. Frustrados por no hallar manera de encontrarla, acordaron ir al casino por si tenían la suerte de coincidir con ella. Fue la mejor solución que se les ocurrió para saber si lo que les había contado Natalia en la nota era real o no.

—Es que, de verdad, sigue sin cuadrarme—carraspeó María desde el asiento de copiloto—. ¿Para qué nos robaron eso... si con el paraíso fiscal vamos a sacar muchísimo más? —preguntó.

—Les daría pereza seguir currando, no lo sé—negó con la cabeza Manu, que también seguía inquietado por el asunto—. Ahora, esas dos me la van a pagar. Te lo digo.

—Yo sigo diciendo que nos olvidemos de ellas y que sigamos a lo nuestro—propuso Julia, sentada en el asiento de en medio de la parte de atrás—. Tenemos que seguir con el plan sin lamentarnos más.

—El sushi está en el plato, repito, el sushi está en el plato—oyeron a Miki, haciendo que los tres se recolocaran rápidamente en sus asientos. El matemático sabía perfectamente lo que debía hacer, así que, sin más dilación, caminó hasta ella con el gesto serio.

—¿Dónde coño vas? —le frenó uno de sus dos guardaespaldas. El patrón se repetía. Siempre acompañada de dos hombres de negro que la protegían y le llevaban un maletín muy elegante. Probablemente, repleto de dinero para apostar.

—¿Puedo hablar con ella? —preguntó tembloroso. Las impresionantes dimensiones del hombre le impusieron.

—Me suena su cala. Dejadle hablal—pidió la japonesa, adelantándose unos pasos. Miki mantuvo las distancias, pero alargó su cabeza hasta la oreja de la chica.

—Quiero proponerte un negocio—susurró. La sonrisa de la asiática le causó seguridad, ganando carácter y convicción—. ¿Podemos ir a un sitio más tranquilo?

La japonesa y Miki se dirigieron a la limusina plateada que secuestró a Alba. Le ofreció un trago, pero él se negó. Manu seguía al vehículo con extrema precaución. María ya estaba cargando la pistola, y Julia igual, aunque no con la misma templanza.

—¿Cómo sabes tú que me dedico a los negocios?

—No lo sé, lo intuí cuando jugamos la primera vez—entrecerró los ojos el chico, sentado frente a la japonesa. Esta vez llevaba un vestido dorado que acababa en las rodillas y un moño perfectamente engominado.

—Ah... me acueldo de ti—asintió—. Ese día fue un desastle—suspiró—. Me lobalon lo que gané.

—¿En serio? —se hizo el sorprendido. María soltó una carcajada al escucharlo. El tío tenía su arte para actuar.

—Pelo lo lecupelé. Es más, saqué el doble de lo que me quitalon...—sonrió maliciosamente. Miki se acojonó, aceptando ahora el trago de alcohol. Los ladrones del 207 se miraron entre ellos. ¿Era verdad? ¿Había secuestrado a Alba? Las cifras encajaban.

Manos Arriba -  (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora