Capítulo 1. Tú dijiste: enciende mi cigarrillo.

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Capítulo 1. ¿Recuerdas el día en el que nos conocimos? Tú dijiste: enciende mi cigarrillo.

El chico es algo torpe pero no puedo dejar de mirarlo.

Se mueve entre las mesas con cierta gracia que me hace sonreír, es increíble que alguien tan pequeño como él pueda soportar el peso de varios platos y copas vacías en sus brazos. Su cabello es corto y cae de forma desordenada sobre su frente. Me pregunto cuántos años tiene porque aunque quizá tenga la edad suficiente para trabajar en realidad parece un niño.

Lo he mirado la noche entera porque estoy aburrido en medio de la que es mi propia fiesta de cumpleaños. Faltan exactamente veinte minutos para la media noche de lo que será mi cumpleaños número veintiuno lo que quiere decir que estoy solo a unos cuantos segundos de ser mayor de edad y dueño de una fortuna enorme que mi padre, el hombre más desgraciado que puedas imaginarte, me legó antes de que perdiera la vida en aquel aparatoso accidente que me convirtió en un feliz huérfano hace dos años. Y a pesar de que cuando me enteré de su muerte en verdad llegué a creer que por fin sería libre, el buen Jim Callenreese se aseguró de dejarme totalmente atado a su voluntad antes de morir.

La verdad es que yo no puedo ser como Griffin, mi hermano, quien botó a la mierda a nuestra familia desde que cumplió dieciocho años y quien ahora vive su sueño de ser un periodista de fama mundial quien escribe para cada periódico famoso de la maldita gran manzana. A veces yo también quisiera escapar porque ser el dueño de la mitad de Nueva York no tiene tanto glamour como uno imaginaría.

Escucho que la gente a mi alrededor empieza a murmurar con emoción acerca del hecho de que en pocos minutos cumpliré la mayoría de edad y por lo tanto legalmente me convertiré en el dueño del emporio de mi familia, de esta enorme empresa que se dedica a la fabricación de armamento de guerra. Si me lo preguntan, no estoy para nada orgulloso de proveer de armas de fuego a una sociedad que es adicta a usarlas sin conciencia alguna pero es lo que hay. Los hombres quieren destruirse los unos a los otros por las razones más estúpidas que puedas imaginarte y mi padre se aprovechó de eso y si no hubiéramos sido nosotros, hubiera sido cualquier otro idiota, Aslan, como siempre solía decirme.

Odio admitirlo pero tiene razón y aunque a mí me encantaría ser otra persona, no puedo. Heredaré el negocio de la familia, seguiré vendiendo armas de guerra y me moriré siendo estúpidamente rico como todo el mundo murmura en esta habitación. Eso debería bastarme para ser feliz pero no es así. A pesar de tenerlo todo, justo ahora me siento tan vacío y tan solo al estar de pie en esta habitación llena de gente que espera obtener algo de mí.

Bostezo un poco harto de mis propios pensamientos dramáticos y miro que el joven mesero al que he estado mirando se aleja con rumbo a una de las terrazas de la que es la enorme mansión de mi familia. Sin saber por qué, mis pies se mueven con rumbo a aquel lugar y me digo que de verdad debo estar harto de todo lo que sucede a mi alrededor si mi única idea de escape es seguir a uno de los miles de empleados que Max Lobo, mi tutor legal y mi principal asesor en los negocios, contrató para festejar una vida que para mí ha dejado de tener sentido quizá desde el mismo día en el que mi madre murió.

Suspiro profundamente y me reprendo por estar teniendo esta clase de pensamientos inútiles. A pesar de mi desesperación, a pesar de mi hartazgo nada va a cambiar, nada será distinto con solo desear ser otra persona. Mis pasos se aceleran y cuando me doy cuenta, el tibio aire de agosto golpea mi cara al igual que el aroma del mar que rodea a Manhattan. Y él está aquí también.

— ¿Puedes encenderme un cigarrillo?- me escucho decir porque es la primer cosa idiota que se me ocurre preguntarle.

Sus ojos oscuros y redondos se quedan fijos en mí cuando él se da cuenta que ya no está solo y un rubor adorable cubre sus mejillas al tiempo que una de las copas que estaba sosteniendo cae al suelo con un estruendo de los mil demonios que rompe mi contacto visual con él. De verdad debí haberlo asustado.

Strawberries & CigarettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora