Donde habita el dolor

Capítulo 2: Una pequeña compañia

-No podrás escapar, nadie puede.

-¿Quien eres?

-Tus miedos.

Instantes después desperté de forma violenta, estaba temblando, tenia miedo. No sabia lo que había visto aquella noche pero me aterraba.

Me golpeé la cabeza suavemente hasta tranquilizarme y me puse en pié dispuesto a sobrevivir una noche más.

-No tengo tiempo para esto, debo sobrevivir si quiero descubrir que pasa.

Cuando volví en mi y fui consciente de mi alrededor me dio un vuelco el corazón.

-¡Me cago en la ...!- Grité mientras miraba sorprendido a una pequeña niña que me miraba desde uno de los arboles que había a pocos metros del claro donde me situaba.

-Eiiii,¿Que haces aquí?¿Hay alguien contigo?- Le grite a la pequeña desde el claro

Ella sacudió la cabeza con un gesto negativo. Supuse que no sabía nada.

Tras esto la niña se escondió tras un árbol

-Vamos no tengas miedo. ¿Como has llegado aquí?

Ella se asomó un poco y volvió a sacudir la cabeza.

-No importa ya lo averiguaremos. Vamos seguro que tienes hambre.
Ven conmigo vamos a buscar algo de comer y de beber.

Ella volvió a sacudir la cabeza.

-Venga ya, ¿No sabes hacer otra cosa?
Yo me voy al bosque pero si te quieres quedar sola, tu veras. No tengo tiempo que perder.

Inicié mi camino hacía el bosque vigilando de reojo a la niña que me seguía desde lejos escondiéndose tras los arboles.

Parecía que en aquel siniestro bosque no había nada para comer. No me había fijado aun en el, bueno tampoco había tenido tiempo de hacerlo.

Era un lugar frío, con arboles siniestros que se extendían hasta donde podía ver, eran de unos 5 pisos de alto tenían una corteza grisácea, grandes ramas, eran anchos y parecían ser bastante fuertes aun con su apariencia de estar secos; el bosque tenia un aura muy negativa y conforme te adentras en el, el ambiente se hace más pesado; había constantemente una ligera niebla se podía ver perfectamente el bosque pero, la niebla estaba ahí dándole un aspecto más macabro.

Seguí caminando mientras la niña me seguía pero no encontraba nada. Me empecé a sentir débil, no había comido ni bebido nada desde... No lo se pero, tenía que encontrar algo o se acabó.

Seguí hacía adelante en busca de algo que echarme a la boca cuando de repente la niebla se volvió tan espesa que no podían ver nada. En pocos segundos la niebla me había rodeado completamente.

-Mierda, ¿Que pasa?¿Que es esto?
Niña, si puedes oírme sigue mi voz.
Ven aquí ya.- Grité provocando el eco del bosque que parecía el aullido de los arboles.

Segundos después me sentí muy pesado y oí pasos a mi espalda, unos pasos de algo enorme. Me giré y lo vi.

Sabía que era él, podía distinguir su silueta parada a pocos metros de mi dentro de la espesa niebla. Tenia esos macabros ojos con un siniestro brillo verde y una oscuridad infinita en el centro que me miraban fijamente. Podía distinguir unas astas que salían de su cabeza como si de un animal se tratase, parecía ir cubierto con algún tipo de ropaje ya que no podía ver sus extremidades.

Yo estaba paralizado del miedo, no sabia que hacer, solo perderme al mirar los ojos de la bestia.

-¿Crees que puedes salvarte?¿Crees que puedes sobrevivir?- Dijo una voz profunda que parecía originarse en todos los lugares del bosque.

-¿Que eres?¿Que quieres de mi?- Grité aterrado.

-Lo mismo que de todos. Alimentarse de vuestra desesperación. Soy el señor del bosque pero me llaman el dueño del miedo.- La bestia comenzó a reír de forma siniestra extendiéndose su risa por todo el bosque.

Me mareé momentáneamente y caí de rodillas.

-No seria divertido que murieseis de hambre. Recuerda yo controlo el bosque.

La criatura agarró una de sus astas y la partió por la mitad. No parecía ni que pudiera sentir dolor. Su brazo el era fino en comparación con su cuerpo pero era asombrasamente largo y tenia unos dedos delgados que parecían garras.

Seguidamente clavó el asta en el suelo y el bosque empezó a estremecerse. La madera de los arboles sonaba como si fueran huesos rompiéndose, todo el bosque cambiaba.

Yo empecé a desmayarme y caí al suelo.

-Espero que me deis un buen festín.

Caí inconsciente.