Capítulo 25

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Capítulo 25

Pasadero silencio en la casa, la mansión se encuentra en un estado en el que apenas y se escucha el sonido del aire empujando las hojas de los árboles. En un pasillo con tonos rojizos en las paredes Julia mira al búho y como sonríe al verla, pareciera como si le hubiera hecho falta su presencia, la chica piensa que tal vez sólo es su imaginación y le devuelve la sonrisa.
—Hola, Ramsés. ¿Has estado aquí fuera? —pregunta con intriga.
—No, es la segunda vez que subo, la primera toque pero no contestaron, imaginé que estarían en el “origen de los elementos” y por eso volví ahora, es que ya está atardeciendo y pensé que ya era mucho tiempo. —Ramsés no puede ocultar su preocupación pero Julia ni siquiera la ha rondado el pensamiento eso.
—¿Y los demás? —piensa en que si Ramsés conoce el lugar no es la primera en entrar pero no le da mucha importancia y lo ignora.
—Los miraba jugar futbol aquí afuera en el patio trasero, los gemelos, Sebastián y Mavis estaban ahí, un rato fue divertido, después me fastidié.
—¿Han estado toda la tarde fuera?
—Hace poco han entrado a la casa a tomar agua y creo que ahora están en la sala principal. —la sonrisa ha desaparecido un poco del rostro de Ramsés, pero sigue ahí porque aun la está viendo.
El búho esta aún en su adolescencia y es por eso que se ha enamorado de Julia tan rápido, además de que es un amor puro, la primera vez que se enamora. Además la chica no es fea y tiene una personalidad hermosa, desde que Julia entro al clan su seguridad aumento a pasos agigantados y es algo que la hace ver más bella, su pelo también se ve diferente, más negro, más vivo, que ironía tan contradictoria. También ha comenzado a crecerle, parece que la chica dejara de ser esa oruga que se sentía y se convertirá en una hermosa mariposa, igual de encantadora que una mariposa monarca.
—Ya veo…
—¿Quieres bajar, Julia? —le pregunta extendiendo un ala a dirección de las escaleras.
—Claro, pero primero iré a dejar las espadas. —agarra el colguije que las sostiene y lo acomoda un poco.
—¡Es verdad! No las había notado. —«Estaba perdido en tus ojos» piensa el búho.
—Sí, tengo que ir a dejarlas.
—Te acompaño.
Julia asiente y comienzan a caminar en dirección a su habitación. Un silencio corto invade el momento pero ya casi llegando a su alcoba uno de ellos osa interrumpirlo.
—Son las de Abath ¿cierto? —pregunta Ramsés.
—Sí, son un poco pesadas pero comienzo a acostumbrarme.
—Te ayudaría pero con este cuerpo no creo poder. —se entristece por dentro pero la sonrisa regresa al instante.
—No te preocupes, eres muy lindo y la caballerosidad es lo que cuenta. —le concede esa sonrisa que para él es perfecta.
—No sabía que era un caballero. —ríe nerviosamente.
—Conmigo así te has comportado.
—Bueno, gracias —ríe un poco—. Es normal que Mehmud te las haya dado, eres la elegida y está en tu destino poseerlas, pronto aprenderás a utilizarlas afinadamente.
Llegan a la habitación, están frente a la puerta.
—Lo sé, me siento especial. —sonríe risueñamente.
«No necesitas unas espadas milenarias para ser especial para mí» piensa Ramsés con unas ganas de decírselo pero prefiere callarlo, sabe que con el cuerpo que tiene no hay muchas posibilidades de que le corresponda, desea mucho ser humano.
La puerta los llama, desea ser abierta y ahuyentar los pensamientos de Ramsés para que se concentre en otro hecho.
—Sí, ¿pasamos ya? —pregunta el búho regresando a la realidad.
—Claro.
Agarra el pomo de la puerta, le da una vuelta y la abre empujándola, el búho la mira, le extiende un ala en dirección a la puerta y le dice:
—Primero las damas. —sutileza ante todo.
—Lo ves, eres un caballero de pies a cabeza.
—Sí claro, sobre todo la parte de “pies a cabeza”. —ironía certificada por Ramsés. Su estilo.
Julia ya ha entrado a la habitación y después de escuchar eso comienza a carcajearse de una manera magna, ese chiste le ha dado mucha gracia. Una risa auténtica, no burlona ni cruel, es amistosa y genuina.
El búho entra detrás de ella y la observa con una sonrisa en el pico, le da mucha alegría y entusiasmo saber que provoca eso en ella, le da esperanza en que puede enamorarla. Él ya ha escuchado eso de que a las mujeres hay que hacerlas reír para enamorarlas y si eso es verdad él debe de ir muy bien, la chica se está descojonando.
—Eres muy gracioso, búho tonto. —le dice de una manera juguetona.
—Me da gusto hacerte reír, chica tonta.
—¡Oye! No me digas tonta.
—Tú has comenzado, debes aguantarte.
—Bah, te perdono.
—Jamás te pedí disculpas, pero está bien.
Los dos ríen, vaya que se llevan bien, solo que hay un hecho que puede ser destructivo, donde uno ve amor el otro ve amistad.
—¿Estaría bien guardarlas en mi armario? —pregunta Julia.
—¿Dónde te ha dicho que las guardes el maestro Mehmud?
—En el armario.
—Entonces guárdalas ahí, por algo te ha dado ese lugar. —le menciona serio.
—Bueno, deja las guardo.
La habitación esta recogida, todo en su lugar, las camas tendidas y un aire femenino en el ambiente. Julia se aproxima al armario, lo abre y comienza a acomodar las espadas entre la ropa. Mientras el búho se acercó a la venta y mira a ningún lugar, tampoco piensa, solamente observa al vacío sintiendo que está cerca de ella y eso mantiene ocupado cada parte de él.
—He terminado, moví algunas cosas pero ya les he encontrado lugar. —le dice cerrando las puertas del armario.
—¿Mande?
No la ha escuchado muy bien, lo hizo salir de su trance y regresar al presente, al momento, a lo que está pasando ahora.
—¿Mirar por la ventana te distrae tanto? —pregunta dejando el armario y acercándose a él y la ventana.
—No, sólo estaba manteniendo la mente en blanco.
—Ya veo, eres misterioso a veces. —levanta una ceja y camina hacia el lado contrario, la puerta.
—Soy un búho, un animal de la noche, ¿qué esperabas?
—Nada —ríe—. Vamos, hay que salir. —abre la puerta y sale, aun dejándola abierta para que salga.
—Vamos. —Ramsés vuela hacia la salida, la chica cierra la puerta y emprenden su camino hacia las escaleras y sucesivamente a la sala principal donde están los demás chicos.
—Tú y Mavis tienen una linda y ordena habitación. —comenta Ramsés.
—La tuya también es muy ordena.
—Yo no tengo habitación. —el búho no sabe de qué está hablando Julia, lo ha confundido.
—Si tienes. —sentencia.
—La biblioteca no es mi habitación.
Ramsés intuyó que Julia se refería a ese lugar porque habitualmente él duerme ahí, sigue sin tenerlo muy claro pero sospecha que habla de ese lugar.
—Esa es tu habitación y vaya que los libros si están muy ordenados. —nuevamente Julia comienza a reír, Ramsés no se ha molestado pero se limita a mirarla juicioso.
—Já, que graciosa. —la observa fijamente.
—No te has molestado ¿cierto? —pregunta tosiendo y recuperando el aliento por la risa.
—No. —cortante.
—¿En serio, Ramsés? —le pregunta ya seria.
Ya visualizan las escaleras para bajar a la sala principal, donde los demás esperan su llegada sentados en los sillones. Las paredes rojizas comienzan a tener un color más oscuro ya que el sol ya ha comenzado a desaparecer en el horizonte. La brillante esfera ha terminado su día de trabajo y es hora de ir a descansar, la luna viene en camino, pronto hará su aparición y comenzara su jornada laboral.
—Deberías de ver tu rostro, te lo has creído todo. —Ramsés sonríe.
—Te perdono esta vez porque yo he comenzado. —la chica le intercambia la sonrisa.
Llegan a las escaleras y miran a Mavis junto a Sebastián comentando un tema cualquiera, pareciera que al chico no le interesa demasiado pero simula que sí. Los gemelos sentados en uno de los sillones pelean por una jarra de agua que apenas y aún tiene para el último vaso de agua, ¿sabrán que pueden tomar del grifo el agua que quieran?
El búho vuela junto a Julia mirando como la chica observa directamente al chico de ojos color miel. Celos. No dice nada mientras bajan las escaleras juntos, y ella no le ha quitado los órganos visuales de encima. Celos. Se acerca lentamente a él terminando de bajar todos los escalones, Sebastián y Mavis han dejado de hablar y esperan que Julia se acerque para saludarlos, por primera vez en el tiempo que están en la sala la mirada de Sebastián y Julia se han cruzado. Celos.
El búho sigue a su lado, los gemelos siguen peleando por el agua y Mavis parada a modo de una roca observando cómo se miran Julia y Sebastián; entre ellos dos se ha creado otro mundo, un universo para su soledad conjunta, al menos para la fémina es así. No han dejado de mirarse y ella es la primera en saludar e instintivamente él le regresa el saludo. Sonríen y las miradas siguen clavadas en los ojos del otro.
«Se ha olvidado de mi presencia» Mavis y Ramsés tienen el mismo pensamiento.

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