Después de un par de horas en aquel oscuro lugar decidimos salir. Teníamos miedo porque no sabíamos si la batalla ya había terminado. Yo abrí lentamente la puerta, salí primero y no vi movimiento, después salieron los demás. Nuestra cara no evidenciaba nada más que el asombro de ver nuestro hogar hecho ruinas. A pocos metros del refugio donde nos encontrábamos estaba el cuerpo sin vida de Germac, inmediatamente el dolor nos invadió y todos llorábamos. Con Zenda gritábamos llamando a nuestro padre. Pero Yalmay ya se había asegurado que todos estaban muertos.
— ¿Por qué los humanos harían esto? — Cuestioné yo.
— Todos están muertos — Expresó Yalmay cayendo sentado al suelo en señal de frustración.
— ¿Qué haremos ahora? — Exclamaban desesperados mis demás compañeros.
Todo parecía estar perdido. Decidimos alejarnos del lugar pensando que los humanos regresarían tarde o temprano. Al principio no les pareció buena idea pero finalmente entendieron que ya no había nada en lo que fue nuestro hogar.
— ¿Irnos? ¿A dónde iremos?
— ¡Lejos de aquí! Somos blanco fácil ahora...
Tomé a mi hermana Zenda de la mano y nos dirigimos al norte. Caminamos y caminamos en busca de algún refugio que nos permitiera pasar la noche. No pasaríamos una noche en el agujero que Germac nos preparó, casi no respirábamos y estaba oscuro. Todavía ninguno de nosotros asimilaba que estábamos solos; nuestro clan había sido liquidado, al menos la comunidad que teníamos.
*********
Pasaron dos días después de la matanza. Éramos nómadas en el bosque, jamás coincidíamos en un mismo lugar. Recorríamos caminos sobreviviendo comiendo lo que estaba a nuestro alcance. Tamit y Zenda habían entrado en pánico y exclamaban que morirían así, solos, sin un hogar. Yalmay y yo éramos los que marcábamos el camino y decidíamos por dónde ir. Guram y Tharik parecían desubicados y solamente nos seguían por instinto sin sugerir hacia dónde ir.
Algo raro ocurrió. Todos empezamos a notar que nuestro tono de piel se había aclarado, como la de la mayoría de los humanos, los hombres blancos. No dábamos crédito a lo que sucedía.
— Caleb... ¡Tu piel!
— ¿Qué tiene?
— ¡Es más clara!
Yo era el más despistado y no me di cuenta de que lo mismo les estaba ocurriendo a mis hermanos. Todo era tan confuso y no nos explicábamos el fenómeno.
— ¡Germac! — Exclamó Tharik
— ¿Qué?
— ¡Tuvo que ser él!
El comentario de Tharik pareció lógico y acertado. Germac lanzó hacia nosotros una especie de hechizo cuando nos encerró en el refugio. No nos explicábamos la razón por lo que lo haría, hasta que todos comprendimos que lo más probable era que él quería que aparentáramos ser niños normales, como las personas del pueblo. Por naturaleza las personas de nuestro clan eran de piel morena y eso era lo que hacía a los humanos identificarnos mejor. Germac sabía que si aparentábamos ser como los hombres blancos no sospecharían del linaje que llevamos.
Nuestra tez empezó a aclararse y nosotros todavía no dábamos crédito a eso. Los días iban transcurriendo y solamente caminábamos sin rumbo fijo tratando de buscar refugio y comida para sobrevivir. Cautelosos y expuestos a cualquier peligro recorríamos senderos explorando la reserva.
Hasta que un día ya no pude soportar más y les comunique a mis hermanos la idea de salir del bosque y dirigirnos al pueblo. Creo que estaba llevando muy lejos mi rol de líder. A ellos les parecía una verdadera locura, pero al parecer no contábamos con muchas opciones, sabíamos que moriríamos en el bosque si seguían pasando los días.
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Alusión: Sangre joven
FantasyCaleb es un joven adoptado por los Forrest. Atendiendo la granja junto a su padre, Glen, pasa desapercibido en la sociedad. Lo que ignora es que la luna llena lo ve de cerca.