— ¡Responde, humano! —exclama enfurecido aquel ser Alado.
Max muerde su labio inferior sintiendo la ansiedad invadirlo, jamás estuvo en una situación así, menos rodeado de personas. Siempre se mantuvo ligeramente oculto de los demás, siempre entre ellos, pero jamás para sobresalir. Y no piensa en que eso cambie justo ahora. Cerró los ojos tomando una gran bocanada de aire y luego mordió la yema de su pulgar hasta que brotó un poco de sangre.
—Con una gota de mi sangre, tomaré 20 minutos del tiempo —murmuró al inicio, y prosiguió en latín el resto.
Cuando la gota de sangre tocó la madera del suelo, todo a su alrededor se detuvo por completo, no se podía escuchar nada más que su propia respiración y el aleteo del otro individuo.
—Bien —alzó la voz— no sé quién eres, de verdad —confiesa— solo sé que ibas a darle con esta flecha a alguien inocente, y no podía permitirlo.
—Ya veo, no eres un simple humano —dice con una ceja alzada— tu sangre... Tiene el aroma de los dioses.
Sus palabras causaron mucho ruido en Max.
— ¿Qué? —frunció el ceño— ¿De qué estás hablando?
—Se ve que no sabes nada, pobre ignorante... —murmura sonriente— Pues te lo haré saber, niño. Mi nombre es Anteros, Dios del Amor Correspondido, hijo de Afrodita y Ares. Seguro has oído de ambos, ¿Cierto?
Fue allí donde quedó en blanco, recordando cada relato de historia que ha leído hasta hoy y no sabe qué sentir o qué decir, solo puede permanecer en silencio ahí mismo.
— ¿No piensas decir nada? Parecías más interesante recitando tus raros hechizos —habló Anteros con burla— tal vez... Debería motivarte un poco.
Colocó tres flechas en su arco que desprenden un tipo de humo verde, y apuntó en dirección a Max. Este supuso algo al instante, esas flechas no se ven igual que las anteriores que utilizó. Así que tuvo que reaccionar. Extendió con velocidad su brazo derecho y tres lanzas de obsidiana salieron disparadas hacia Anteros; este abrió los ojos por completo y saltó hacia su derecha cayendo al suelo. Sin embargo, las cosas no acabaron allí, ni siquiera las lanzas habían tocado la pared del lugar cuando Anteros contraatacó. Max tomó a la chica detrás de él e hizo aparecer una barrera dimensional a su alrededor.
— ¿Qué eres? ¿Un semidiós? —exclamó Anteros, iracundo— no, es imposible que un simple semidiós pueda tener tanto poder, ¿Quiénes son tus padres? ¡Contesta!
— ¡Cállate y deja en paz a estas personas! —bramó Max en respuesta.
El rostro de Anteros enrojeció de ira y las flechas brillaron intensamente. Y como si fuesen una lluvia, comenzaron a golpear sin cesar la barrera. Max podría mantener la estabilidad de esa barrera por todo el tiempo que fuese necesario, pero disponía solo de 14 minutos más para mantener el tiempo congelado para los demás. Se quedaba sin opciones.
— ¿Crees que esa estúpida defensa podrá protegerte? ¡No seas incrédulo!
Cuatro flechas se fusionaron y después de un gran estallido, Max salió disparado hacia atrás hasta que su espalda tocó el duro concreto de la pared, dejándolo sin poder respirar bien y a la chica tendida en el suelo. Anteros se acercó con el rostro adornado de una pequeña sonrisa burlona.
—Maldición —se queja Max— eres un erote, ¿cómo puedes tener tanta fuerza?
Anteros suelta una risa.
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Sentencia
Novela JuvenilEn un mundo de dioses celosos, prepotentes y egocéntricos, se puede encontrar a uno de ellos que ya no tolerará más ninguno de los caprichos de su familia; trayendo así miles de circunstancias inescrutables a su vida. El dolor, la angustia, la frust...